La palabra española sin traducción en inglés que podría salvar a los pueblos vacíos y que muchos han olvidado
Un youtuber descubre en un pueblo de Soria una tradición ancestral de trabajo comunitario que explica mejor que muchos informes por qué algunos lugares se resisten a desaparecer.

Hay palabras que no se traducen porque no caben en otro idioma. No porque suenen antiguas o pintorescas, sino porque describen algo que en otros lugares ya no ocurre. Eso es exactamente lo que pasa con hacenderas, una palabra española (rural, colectiva y algo incómoda) que un youtuber extranjero ha descubierto en plena España vaciada y que, casi sin pretenderlo, apunta a uno de los grandes vacíos del país.
El hallazgo aparece en un pequeño documental del canal de YouTube Spain Unfiltered, titulado “3000 Spanish Villages are uninhabited – I drove deep into ‘Empty Spain’”, algo así como “3.000 pueblos españoles están deshabitados: me adentré en la España vacía”. Dieciséis minutos de carreteras secundarias, pueblos sin vecinos y silencio, hasta que el viaje desemboca en Sarnago, un municipio soriano sin residentes permanentes desde finales de los años setenta. Lo que encuentra allí no son solo ruinas ni una postal para la melancolía, sino algo bastante más raro: una comunidad que no vive allí, pero nunca se ha ido del todo.
El protagonista llega a Sarnago a mediodía, invitado porque “ese día pasa algo especial”. Le espera Marcos, arquitecto y responsable del diseño del espacio de co-living del pueblo. Juntos recorren el antiguo lavadero comunal, ahora reconvertido en biblioteca al aire libre, la iglesia en ruinas —donde Marcos le cuenta que su tío se salvó por poco cuando una campana cayó desde la torre— y el museo donde esa misma campana se conserva “no como una reliquia, sino como parte de una historia que sigue contándose”, con la esperanza de que algún día vuelva a su sitio.
Después llega el proyecto estrella: el espacio de coliving diseñado por Marcos y que levantan los Amigos de Sarnago, antiguos vecinos y descendientes que cuidan del pueblo desde 1980. En la planta baja hay “un gran espacio social, con restaurante, un pequeño bar y una zona amplia para reunirse o trabajar”. Arriba, un albergue con habitaciones pequeñas y zonas comunes. Marcos lo resume así: “Pensamos en nómadas digitales o, por ejemplo, en empresas que quieran hacer actividades de equipo: vienen aquí, viven, trabajan y hacen cosas en este entorno, como bici, senderismo, correr o lo que quieran”.
En mitad del recorrido aparece la palabra clave. “Y entonces me presentó una palabra que nunca había oído antes: hacenderas”, explica el narrador. Marcos intenta explicarla de la forma más sencilla posible: “Es como cuando decimos: el 3 de octubre volvemos a Sarnago ese fin de semana y trabajamos”. Volver, currar y ya está. Gente que llega desde Soria, Logroño, Tudela, Pamplona o Zaragoza, a un par de horas de coche, pero también desde Barcelona, Galicia o el sur de España. “Empezamos a trabajar a las ocho de la mañana, paramos a las diez para comer algo. Es trabajo duro”, reconoce.
Mientras unos arreglan, limpian o desbrozan, otros están en la cocina preparando la comida. Hay tareas de mantenimiento por todo el pueblo. “Esto que ves aquí lo llaman hacendera y es muy típico de esta zona. No es algo solo de Sarnago, no lo inventamos nosotros. Viene de antes. Tiene muchos nombres, pero la idea siempre es la misma: vivimos aquí, queremos que esté bien”, resume Marcos.
Las hacenderas no son una ocurrencia moderna ni una marca turística con logo. España las conoce desde hace siglos. Durante la Edad Media funcionaron como trabajos comunales obligatorios para mantener caminos, regueras, puentes o edificios públicos, a veces como forma de tributo. Con el tiempo perdieron ese carácter forzoso, pero conservaron lo esencial: la idea de que el pueblo se cuida entre todos. Trabajo sin ánimo de lucro, beneficio común y, casi siempre, comida compartida, coplas o baile. Porque el cuerpo también necesita celebrar que ha servido para algo.
El youtuber intenta ponerle nombre en inglés y acaba recurriendo a una expresión aproximada. “Esto es auténtico community spirit”, dice ante la cámara, antes de añadir una frase que resume todo el reportaje: “No es algo que veas en las ciudades grandes”. No exagera. Las hacenderas exigen tiempo, implicación y un tipo de vínculo que no se delega en el ayuntamiento ni se subcontrata. No hay aplicación para eso.
La paradoja resulta evidente. Mientras se acumulan informes sobre despoblación, falta de servicios y envejecimiento rural, en Sarnago no esperan a que alguien venga a salvar el pueblo desde fuera. Vuelven, se remangan y trabajan. No para vivir allí todo el año, sino para que el lugar no desaparezca del todo. No hay épica vacía. Hay organización vecinal con memoria.
Quizá por eso hacenderas no tiene traducción directa al inglés. Porque no habla solo de trabajo comunitario, sino de pertenencia, responsabilidad compartida y una forma de estar en el mundo que encaja mal en las ciudades grandes y en los discursos huecos sobre la España vaciada. Puede que los pueblos no estén tan vacíos como parece. Puede que lo que muchos han olvidado sea cómo se cuidan juntos.
