La puta lluvia

La puta lluvia

En cuanto se desencadenó el diluvio, una legión de avispados ególatras se apresuró a mostrar su entusiasmo bajo la tormenta.

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Foto: REUTERS

Ya hace tiempo que la irrupción de la lluvia se ha consolidado como parte imprescindible del ceremonial en Wimbledon. Caen las primeras gotas y en perfecta sincronía unas lonas cubren la hierba, los aficionados abandonan satisfechos la grada; si hay suerte, un bobby con micrófono entretiene a los espectadores rezagados cantando bajo la lluvia a mayor gloria de los rulos de Su Majestad y las abuelas británicas sonríen en sus casas.

Nada puede ser más antifutbolístico que ese espectáculo burgués. Porque mientras Wimbledon sublima la urbanidad, la civilización y los polos blancos, el fútbol ensalza el caos, la pasión y el sudor. De ahí que lo ocurrido el viernes durante la suspensión del Ucrania-Francia fuera un auténtico horror para los que aman este deporte. Los aficionados son resabiados y han aprendido durante esta Eurocopa que hay cámaras muy pendientes de sus caras para emitirlas en los televisores de medio mundo. Se pirran por el microsegundo en que saludarán al objetivo y esa parece ser su principal ocupación, a la vista de que miran más a las pantallas que al césped. El fenómeno es incomprensible: mire usted, Franek, su mirada demente en cámara superlenta es francamente desagradable. Giorgos, ¿qué demonio hace disfrazado de espartano con esos calores? John, querido, su madre está calibrando la borrachera que calza mientras saluda a la cámara y se besa con esa desconocida. Etcétera.

El caso es que en cuanto se desencadenó el diluvio sobre Donetsk, una legión de avispados ególatras se apresuró a mostrar su entusiasmo bajo la tormenta, sabedores de que los realizadores de la televisión estarían encantados con tal actitud. Pudimos ver congas, brotes de paroxismo patriótico, chapoteos eufóricos y tremendas panzas desnudas. Y entre tanto, Benzema, Shevchenko, Ribéry, Pyatov o Menez esperaban castigados en las tripas del estadio.

En pleno naufragio, irrumpió un héroe para salvar la dignidad de un continente. Fue un desolado aficionado francés, quien, ajeno a la cámara que le espiaba, espetó, mirando a la cascada, un nítido "Pourquoi la pluie, putain?". En su desconsuelo está toda la pasión del fútbol. Sólo él se acordó del balón y de que cuanto más alejado quede este deporte de Wimbledon, mejor.