Ni fu, ni fa, Darío Fo
Cyber Monday
Todas las ofertas en: Patrocinado por Amazon

Ni fu, ni fa, Darío Fo

Darío Fo y su familia no se dejaron amedrentar por quienes tienen alergia a la crítica al poder. Su gracia tuvo el reconocimiento del público, del denostado populacho que ha llenado la plaza del Duomo de Milán para despedirle, y también de la profesión que abrazaba sus textos y los subía a escena, algo que apenas se ha hecho en los teatros españoles en los últimos años.

5c8b6a6e3b000002076d883c

Foto: EFE

A la vez que conceden el Nobel a Bob Dylan, y que se genera polémica, muere otro Nobel que también fue polémico, el dramaturgo e italianísimo Dario Fo.

Al contrario de lo que habría hecho él, de verbo rápido, de mente ágil, hombre de acción atento a la actualidad, me doy a la calma. Su muerte me lleva a leer bastante de lo que se dice sobre él. Las noticias. Los panegíricos de los columnistas. Los obituarios. Su funeral. Escucho los silencios, que también los ha habido.

Y después de leer diarios de una u otra orientación me queda la sensación de que le dan un sí, pero no. Y pienso que eso es lo que se recibe del poder establecido -al que se apoya en cuanto se nos da la ocasión- cuando alguien ejerce la libertad de expresarse. Decir lo que piensa de las cosas y hacerlo de forma directa, con lenguaje claro.

Si encima se hace en plan simpático y gracioso, apoyándose en el poder liberador de la risa (aunque no siempre lo hizo así, consciente de que hay cosas que tienen poca gracia), llega la popularidad, y con ella, la atención de un público al que otros pretenden, dentro de lo posible, mantener adormilado y adocenado.

Así consigue que todo el mundo entienda lo que quiere decir. A unos les abre los ojos. A otros les dirige los focos que quieren evitar, para que los que abrieron los ojos miren donde tal vez hay que mirar. Aprendan a mirar.

Autores así se vuelven peligrosos para el poder y, también, para aquellos que creen que tienen opciones de conseguirlo. Motivo por el que se convierten en objeto de censura y de amedrentamiento público. Sobre los que extender una mancha, una desconfianza.

Darío Fo, y familia, no se dejaron. Su gracia tuvo el reconocimiento del público, del denostado populacho que ha llenado la plaza del Duomo de Milán para despedirle, y también de la profesión que abrazaba sus textos y los subía a escena.

Sin embargo, con la excepción de Tengamos el sexo en paz, sus textos han dejado de subirse y de verse en los escenarios españoles. Sobre todo, en los grandes cosos teatrales con profesionales de renombre. Esperemos que la muerte de la persona reviva al autor y el interés por subirlos al escenario. Si algo aprendimos de él es que antes que lamentarse, hay que actuar, interpretar la realidad.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.