Contrato ciudadano

Contrato ciudadano

La acciones que hay que realizar para superar la crisis política tienen que hacerse a través de un gran pacto de regeneración democrática que haga posible que se lleve a cabo con garantías y sin que se alargue su puesta en marcha en el tiempo, como ocurre ahora con acciones simbólicas y a cuenta gotas que surgen para ir calmando a la ciudadanía, pero que no suponen el verdadero cambio que necesita nuestro sistem.

JUANJO MARTÍN/EFE

La desafección ciudadana hacia los políticos y los partidos ha alcanzados máximos históricos. La valoración de partidos, políticos e instituciones ha caído a mínimos, vivimos una época nunca recordada en nuestra reciente historia democrática, y nuestro sistema ni se puede permitir, ni puede soportar por más tiempo esta situación.

Y aunque algunos hayan puesto la esperanza en la aparición de nuevos partidos, estas tienen muchas posibilidades de verses frustradas, porque el problema no es de los partidos actuales, es del sistema y de la cultura política imperante. No hay más que comprobar que, en plena periodo de constitución, uno de los nuevos partidos ya se ha visto salpicado por la revisión, en varias ocasiones, de su programa electoral, por no ser factible su cumplimiento. Sus dirigentes también han sido acusados de falta de transparencia y contradicciones en sus ingresos, e incluso durante varios días, #PucherazoPodemos fue TT en Twitter por su proceso de elección de estructuras locales, además de las deficiencias detectadas por el Tribunal de Cuentas.

Por ello esta crisis política que vivimos solo podrá superarse con un replanteamiento completo del sistema, y que este afecte a todos los partidos, introduciendo obligatoriamente la celebración de primarias para la elección de candidatos -como ya existe en otros países-, reformando el funcionamiento de nuestros parlamentos -situando a los ciudadanos en el centro y no como simples espectadores-, reformando el sistema electoral para dar más poder a los ciudadanos en la elección de sus representantes por encima del poder actual de las direcciones de los partidos, obligando a que los representantes públicos rindan cuenta ante la ciudadanía, incrementando la transparencia en todo lo relacionado con el dinero público...

Todas estas acciones no se pueden llevar a cabo de forma aislada por parte de algunos partidos o representantes públicos, ni de forma temporal, como consecuencia de la actual desafección ciudadana. Tienen que hacerse a través de un gran pacto de regeneración democrática que haga posible que se lleve a cabo con garantías y sin que se alargue su puesta en marcha en el tiempo, como ocurre ahora con acciones simbólicas y a cuenta gotas que surgen para ir calmando a la ciudadanía, pero que no suponen el verdadero cambio que necesita nuestro sistema político.

Analizando algunas de las causas que provocaron la desafección, podemos decir que Guillermo Fernández Vara ha acertado con dos gestos que ha llevado a cabo en el mes de enero. Uno es la presentación de la Agenda del Cambio, , un conjunto de 60 medidas electorales, con plazo de ejecución y coste fijados, que se compromete a poner en marcha en los primeros 6 meses de gobierno y cuyo incumplimiento debería conllevar su dimisión. El segundo gesto es que se ha comprometido a que se publique en una web el cumplimiento el programa electoral medida por medida.

Son tantas las veces que se han incumplido en los últimos tiempos los programas electorales que los ciudadanos no confían en las propuestas que lanzan los candidatos, creando una sordera que impide escuchar cualquier propuesta lanzada. Con este gesto, Guillermo Fernández Vara debería conseguir que los ciudadanos se fijen en sus propuestas, algo que no va a ser fácil, porque aunque Fernández Vara haya sido valiente con su acción, en los medios de comunicación no ha tenido excesivo impacto.

Es cierto que los representantes públicos tenemos gran parte de culpa de la desafección ciudadana, pero también es cierto que otra parte la tienen los medios de comunicación, que no se hacen eco de los acuerdos, de las propuestas..., pero sí de los desacuerdos, de las críticas y de las polémicas.