El nuevo coche autónomo de Google: 'game over'
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El nuevo coche autónomo de Google: 'game over'

En un mundo de coches autónomos dejaríamos de depender de nuestro vehículo o del transporte público. Bastaría con pedir un coche desde nuestro móvil que tardaría minutos en presentarse en nuestra casa y nos llevaría donde quisiéramos sin limitaciones de distancia ni dependencia de un tercero.

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El reciente anuncio de Google de la fabricación de prototipos cien por cien autónomos (sin volante ni pedales) es probablemente el primer paso para uno de los cambios más radicales del futuro cercano en nuestras vidas. Aunque Google llevaba años probando coches casi autónomos con cierta asistencia manual, este anuncio es verdaderamente disruptivo por dos razones: primero, prescinde por completo del elemento humano: y segundo, Google se convierte casi de facto en fabricante de coches, a pesar de que haya usado un partner para ello. Y con esto empieza una carrera que supone un game over para muchas partes de una industria clave en la economía.

A partir de aquí sólo queda imaginar cómo podría ser un futuro no muy lejano de coches autónomos y conectados en red, donde el número de accidentes fuera prácticamente inexistente y el atasco pasase a ser una cosa del pasado. Porque, asumámoslo, la mayor parte de los problemas de circulación se deben a que la mayoría de conductores no sabe conducir o elige hacerlo mal. Poner a una máquina a hacer ese trabajo no solamente reducirá nuestros niveles de estrés sino que nos proporcionará más tiempo de ocio, mayor eficiencia en el transporte, y probablemente importantes ahorros de dinero y energía.

En un mundo de coches autónomos dejaríamos, por ejemplo, de depender de nuestro vehículo o del transporte público para ir a algún sitio. Bastaría con pedir un coche desde nuestro móvil que tardaría minutos en presentarse en nuestra casa y nos llevaría donde quisiéramos sin limitaciones de distancia ni dependencia de un tercero. No necesitaríamos poseer un coche ni una plaza de garaje, pagaríamos estrictamente por consumo y probablemente los esquemas de pago serían análogos a los del ancho de banda: por kilómetros, energía consumida, tiempo, tipo de coche o con una tarifa plana mensual. Nos ahorraríamos comprar y mantener un coche y, aunque fuéramos dueños de uno, probablemente elegiríamos optimizar su uso económicamente y permitir que transporte a otras personas mientras no lo estamos usando (el 90% del tiempo), optimizando nuestros recursos como ahora empezamos a hacer, por ejemplo, con Airbnb y nuestras casas. En cualquier caso, si vivimos en una ciudad probablemente elegiríamos no usar coche propio salvo en ocasiones contadas.

Las ciudades cambiarían por completo su fisonomía. Un coche autónomo es más eficiente en la conducción y más respetuoso con viandantes, ciclistas, motoristas y con el medio ambiente. El transporte público no estaría constreñido por horarios (ni probablemente por las distancias) y el número de plazas de aparcamiento necesarias sería drásticamente inferior. No perderíamos tiempo en aparcar ni en buscar nuestro coche.

El cambio económico de este escenario va mucho más allá: los fabricantes de coches se verían afectados drásticamente por la nueva realidad, ya que la demanda de coches caería a medio plazo. Dado que la propiedad de un coche sería completamente innecesaria se eliminarían de un plumazo todas las connotaciones de status que ahora asignamos al vehículo: el coche se convertiría en una commodity más; podemos usar uno de lujo para ocasiones especiales o uno más grande para un viaje, pero la propiedad en sí no aporta nada en particular al consumidor del futuro.

Más allá de eso, todas las personas que ahora mismo prestan servicios de conductor: taxis, chóferes, conductores de autobuses o camiones, etc... Dejarían de existir, ya que serían innecesarios, y su servicio sería de calidad inferior. Probablemente se recolocarían en otra parte de la cadena de valor donde fueran más valiosos.

En definitiva, el coche 100% autónomo probablemente sea una de las grandes revoluciones que veremos en las próximas décadas, y sus implicaciones sociales y económicas serán tan drásticas que no somos capaces de imaginarlas completamente ahora mismo. Surgirán los escépticos, los nostálgicos y los mismos que hace unos años decían que Internet no servía para nada o que el papel jamás sería sustituido por la tinta electrónica defenderán el statu quo. Los legisladores se resistirán a cambiar, los estamentos establecidos en el sector se rebelarán. Y al final, en unas pocas décadas todos los coches serán así y el mundo habrá cambiado a mejor. Hasta llegar ahí nos queda un larguísimo camino de abaratamiento de la tecnología y cambio cultural, pero no me cabe ninguna duda de que el futuro será así. Game over.