Los 65 años de felicidad de Ana Obregón

Los 65 años de felicidad de Ana Obregón

Su sonrisa nunca se había apagado hasta el fallecimiento de su hijo, Aless Lequio.

Ana García Obregón atendiendo a la prensa en una foro de archivo.GTRES

Aun en el peor momento de su vida por el dolor de la muerte de su hijo Aless Lequio, Ana Obregón (1995) dedicó una sonrisa a los reporteros que la esperaban a la salida del tanatorio de La Paz el pasado 13 de mayo.

Así, con una sonrisa infinita y una naturalidad despampanante es como la bióloga cambió el mundo del corazón en la década de los noventa. Dejó de ser una prensa rígida y rancia y se moldeó hasta convertirse en un negocio mucho más espontáneo y ocurrente.

Esa sonrisa de la pasada semana, en símbolo de agradecimiento, ha sido la única forzada. Su niño de rizos de oro, el que mordía micrófonos y mojaba con pistolas de agua a los paparazzi, la había dejado para siempre a los 27 años. Llevaba dos luchando contra el cáncer con la sonrisa heredada de su madre.

Actriz, bailarina, presentadora, guionista... y bióloga. Ana Victoria García Obregón no ha dejado nada por hacer en el mundo de la televisión ni en el papel couché. En ambos ámbitos siempre se le ha tenido un aprecio especial. Se lo ha ganado a pulso. La gente la llama ‘Anita la fantástica’ casi con el mismo cariño con el que su madre la apodó así.

Sus tradicionales posados veraniegos a la orilla de la costa de los pinos (Mallorca) le han servido para describirla de una sola forma: natural, sencilla y sin complejos.

Esa fue la actitud con la que abrió un nuevo camino en los quioscos: ya no todo eran portadas protagonizadas por aristócratas, toreros, folclóricas o personalidades encorsetadas como Isabel Preysler.

  Ana Obregón en uno de sus tradicionales posados en la playa.GTRES

Ana Obregón siempre se lo ha tomado en serio. No, no es una celebrity al uso. Ni llegó a donde está de la nada, ni salió de un reality ni de un trono de MYHYV. Estudió ballet clásico y piano y años más tarde se licenció en Biología en la Universidad Complutense de Madrid.

Aunque siempre se le recuerde al lado de Ramón García en los noventa por ¿Qué apostamos? o por Ana y los 7 (2002), ’Anita la fantástica’ ha hecho mucho más: películas en España, Francia, Estados Unidos e Italia (entre ellas el taquillazo Bolero), series, programas o parodias.

Nadie del mundo de la televisión ni ningún fotógrafo tiene una palabra mala que decir sobre Ana Obregón. Todo lo contrario. Su buen humor, su generosidad y su educación la han hecho brillar más. Sin embargo, con el mayor mazazo de su vida, no es capaz de hacer uso de esa sonrisa. Nadie podría.

Cuando era más joven, Obregón era feliz pensando en que algún día fundaría una familia. En octubre de 1991 se llevó la alegría de su vida: estaba embarazada. El hijo de Alessandro Lequio —con quien se casó en 1990— y Ana Obregón, Aless Lequio, nació el 23 de junio de 1992. “Fue entonces cuando por primera vez entendía el significado de la vida”, explicaba a los medios.

  Ana Obregón, Aless Lequio y Alessandro Lequio.Instagram

Ana siempre se ha entregado en cuerpo y alma a la familia. Por eso cuando en 1994 se separó de Lequio perdió ocho kilos, sentía que “había fracasado”. Sin embargo, han mantenido una buena relación, hasta el punto de que Alessandro siempre ha tenido las llaves de su casa.

Cuando su hijo se fue a estudiar a la universidad de Carolina del Norte (Estados Unidos), Ana se fue detrás, inseparable. Se trasladó a Miami, a tres horas en avión de distancia. Allí trabajó durante cinco años en Univisión.

Ahora, sin Aless, que le dio “una lección de vida” y le enseñó que “es un honor ser su madre”, la bióloga planea pasar una temporada con Amalia, una de sus dos hermanas. No quiere estar sola en casa.

Hace dos años, cuando supo que Aless Lequio estaba enfermo, se “anuló por completo como ser humano” para centrarse “en cuerpo y alma” en su hijo. “Hoy no creas que vienes a entrevistar a Ana Obregón, sino a la Ana madre. La primera ya no existe”, le dijo a una reportera en Lecturas.

Mantuvo la misma vitalidad que su hijo durante su enfermedad, a pesar de las noches sin dormir: “Si me desmorono y me hundo, ya no vamos a ninguna parte”.

El vocabulario lo describe todo: viudo, viuda, huérfana... Sin embargo, perder a un hijo no tiene nombre. Porque es indescriptible. Y en estos momentos, Ana sólo es ‘Mamá de Aless’, como pone en su perfil de Instagram.