Ana Orantes y todas las Anas que usó y tiró la tele y el mundo entero

Ana Orantes y todas las Anas que usó y tiró la tele y el mundo entero

"Les fallamos nosotros, las periodistas, la tele, les fallaron las instituciones, les falló el mundo entero".

Ana Orantes, contando su testimonio en Canal Sur.CANAL SUR

Se llamaba Juana. Estaba muy nerviosa cuando llegó a la tele. Esa noche iba a contar que su marido la maltrataba, el mes anterior le había roto un dedo con la última paliza, y que ya no podía más. 

-Así que eres de Orihuela, como Miguel Hernández, le dije yo intentando tranquilizarla.

-Bueno, nací en Guardamar, pero me fui de chiquita, contestó ella a mi comentario absurdo y fuera de lugar

La acompañé a maquillaje yo, que es algo que siempre hacía la azafata, pero no sé por qué consideré que Juana era especial y que debía atenderla yo, que era la coordinadora del espacio, un programa de testimonios que esa noche versaba sobre mujeres maltratadas, así como concepto. Intentando que se relajara le hice comentarios tontos tipo, ‘verás que guapa te van a poner, ya verás’. Me contó que desde su boda no había vuelto a maquillarse bien, para salir a la calle, con lo presumida que ella había sido… Al poco de casarse lo hizo para ir al bautizo de su sobrina y su marido, Ramón, le dio una paliza. Desde entonces nada. Tenía las pinturas escondidas en casa y a veces, cuando nadie la veía, se pintaba un poquito…

Me contó todo esto de corrido, nerviosa como estaba. Yo la dejé en la sala de maquillaje tocándole el brazo, desplegando esa simpatía exagerada, esa condescendencia que siempre usábamos en estos casos. Y me fui a control, a los preparativos de un programa que duraba casi cuatro horas, en directo, con tensión, con polémicas, con testimonios, con basura, con desmesuras. 

Era antes de Ana Orantes, justo unos meses antes supongo, no recuerdo bien el día, pero antes seguro, porque cuando la vi en Canal Sur contarle a Irma Soriano su tragedia, y cuando supe que su exmarido José Parejo la había quemado viva, yo pensé en Juana. El programa además llevaba poco tiempo en antena, eso sí que lo recuerdo. Aún estábamos todos bastante contentos, yo aún no tenía la sensación de estar haciendo MALA televisión, de estar malbaratando lo que significaba el servicio público televisivo, de estar matando a la periodista que yo quería ser, a la persona que quería ser. 

No sé cómo llegó Juana a nosotros, al equipo de redacción. Eran tiempos sin Internet, donde los testimonios que venían a programa lo hacían tras un intenso trabajo de búsqueda, lleno de casualidades, listines telefónicos, conversaciones y vivencias personales del equipo. El caso es que llegó. No recuerdo tampoco qué edad tenía, pero mayor no era, eso seguro, tenía una hija pequeña. Quizá tenía 30 años, como yo entonces, pero a mí me parecía de la edad de mi madre. La mala vida que le daba Ramón, claro. 

En antena hizo y dijo lo que todos esperábamos de ella. Contó su relato, balbuceó, le contestó como pudo a alguien de la fila VIP que no entendía por qué seguía con su maltratador, en esa clara muestra de falta de empatía que por entonces todos parecíamos tener. Acabó su momento, la llevaron a desmaquillarse y la acompañé a la salida, donde la estaba esperando el coche de producción que la tenía que llevar de vuelta a Orihuela, a más de dos horas de Valencia. Prácticamente se había escapado de casa, dejando a su hija con su hermana, para venir a la tele a contar su tragedia cotidiana. Y entonces me dijo, temblorosa:

-No sé si mi marido habrá visto el programa…

No sé qué le contesté, pero sí sé que en mi cabeza algo hizo clic. ¿Cómo era posible que ni yo ni ninguna de nosotras, (la mayoría de la redacción éramos mujeres, universitarias, jóvenes, resueltas, avispadas) hubiéramos pensado en eso antes de arrastrar a Juana hasta la tele? ¿Cómo dejábamos ese cabo suelto? 

Se metió en el taxi y se marchó. Nunca supe nada más.

Anoche, en el especial que El Objetivo de La Sexta, conducido por Ana Pastor, le dedicó a Ana Orantes, volví a pensar en Juana y en todas las mujeres de las que nos servimos para llenar minutos televisivos, sin más. Les fallamos nosotros, las periodistas, la tele, les fallaron las instituciones, les falló el mundo entero. Tuvieron vidas fallidas y nosotros las llevamos a los platós a que las contaran, y luego las metimos en taxis de vuelta a infierno. 

Menuda mierda todo. 

MOSTRAR BIOGRAFíA

Periodista, ha trabajado para diarios como Levante y televisiones como Canal 9 y TVE. Es colaboradora de radios como Cadena Ser o RNE. Cubells ha publicado varios libros sobre el mundo de la televisión y también, en colaboración con Marce Rodríguez, el libro Mis padres no lo saben.