Nueve cosas que nos venden como románticas, pero que sólo te hacen pasar un mal rato
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Nueve cosas que nos venden como románticas, pero que sólo te hacen pasar un mal rato

¡Cuánto daño han hecho las pelis!

Llegó San Valentín. Esa fecha odiada y querida a partes iguales por solteros y enamorados.

Para algunos es simplemente una fecha comercial. Para otros una simple excusa para recibir un regalo o hacerlo. Y para otros es EL DÍA que llevan preparando con antelación.

En muchas ocasiones, esta presión se convierte en toda una pesadilla para los que desean tener con su pareja el detalle más especial del mundo o celebrarlo como hemos visto en las películas.  Pero... ¡ERROR!

Hay cosas terribles que nos han vendido como el summun del romanticismo y la felicidad pero que, seamos sinceros, lo que consiguen es que pases un mal rato.

Ya toca desterrar esa idea de que a todos nos encanta que nos lleven el desayuno a la cama y que es el gesto romántico por excelencia.

NO. Puede ser un auténtico desastre. Nadie quiere ver sus sábanas llenas de zumo, de café, que se te caiga la tostada —siempre por el lado de la mantequilla— sobre el nórdico, o luego tumbarte entre miguitas de pan.

O empanada con forma de corazón, chuleta con forma de corazón... En definitiva, nada de comida con forma de corazón.

Partiendo de que llegados a un punto es mejor evitar las cosas con esta forma, si se trata de comida, mejor no encontrarnos imágenes como esta:

Mira, si no eres Ed Sheeran o Taylor Swift, mejor será que esto lo dejes para otro momento por el bien de tu pareja y, especialmente, el de sus vecinos. Esos pobres, que ya han aguantado una cuarentena de Resistiré, de aplausos y posterior sesión de DJ, no se merecen que les tortures con una versión desafinada del último tema de Pablo Alborán.

¡Ah! Tampoco es buena idea pensar en la tuna o en unos mariachis. Piensa en la cara que tiene que poner tu pareja al cruzárselos en el ascensor.

Por mucha fantasía sexual que haya, hay que dejar de mitificar eso de follar en la bañera o en la playa o la piscina (eso lo dejamos para los concursantes de La isla de las tentaciones).

Pocas cosas pueden salir bien, te juegas desde un resbalón a que el agua impida que las cosas vayan como tú te imaginas o que la arena se te meta por sitios en los que preferirías que nunca hubiera entrado.

Primero, si tienes tanto dinero como para hacer esto, seguro que es mejor invertirlo en beberte una botella del mejor champán o en cualquier otro capricho. Esto, que tanto se ha visto entre influencers, es un derroche. Además de que bañarse en champán no es que sea lo más higiénico del mundo: el olor no es agradable y tu posible cistitis, tampoco.

Otra genial idea que nos ha metido en la cabeza Hollywood es que las fresas y la nata o el chocolate son lo mejor en la cama. Y no, desde luego que no.

En este punto se junta lo peor de desayunar en la cama y hacerlo en el agua. Por el bien de tu higiene íntima, mejor será que apartes ciertas comidas de tu cuerpo.

¿Te acuerdas del vídeo de My dick in a box que popularizaron los cómicos Lonely Island y Justin Timberlake en 2006? Pues bien, eso te debería dar una pista de que no es buena idea regalarle tu pene o tu vagina a tu pareja. Tus genitales no son ningún regalo por mucho que ambos vayáis a disfrutar de ellos. Así que nada de cajas, lacitos y demás: si te decoras ahí, que sea por ti.

Sí, exactamente esas con las que el vendedor te perseguía las noches de fiesta prepandemia. Además de lo desagradable que pueden resultar esas lucecitas parpadeando continuamente, la persona a la que se la regalas sabe perfectamente que la compraste con unas cuantas copas de más. Y eso no es que inspire mucha confianza.

Ese regalo tan de moda de certificar una estrella con el nombre de tu pareja como símbolo de tu amor es tan intangible como irreal. Si no sabes ni ubicar la Osa Menor dudo que te acuerdes de cuál es la estrella que encargaste para tu pareja. Ya vemos la situación en el balcón intentando interpretar una carta astronómica y confundiendo tu “estrella” con el helicóptero de la Policía.

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Soy redactora de LIFE en El HuffPost España y mi misión es acercarte la última hora del mundo de la cultura, la música y el entretenimiento.

 

Sobre qué temas escribo

Escribo principalmente de música, cultura, cine, series y entretenimiento porque, aunque sirva para desconectar, bailar o echar un rato entre palomitas, la cultura esconde mucho más. Evitando el elitismo, trato de tender la mano a las nuevas tendencias de la industria musical o del audiovisual a través de entrevistas con artistas emergentes —que pronto dejarán de serlo— y compaginarlo con el análisis de lo más mainstream como Taylor Swift o Bad Bunny.


En estos ocho años he cubierto los Goya, los Oscar, el Benidorm Fest o Eurovisión. Sí, soy la responsable de los memes que han inundado la cuenta de X de El HuffPost en Eurovisión. Siempre buscando un contenido cercano, sin perder el rigor, contando más allá de lo que se pueda ver en la pantalla.
Aunque no siempre haya relación con la industria cultural, también he cubierto temas relacionados con el Feminismo y el colectivo LGTBIQ+.

 

He podido contar en primera persona con supervivientes del “Stonewall español” que es el Pasaje Begoña, denunciar la situación que viven los menores trans o hablar sobre qué significa la manosfera antes de que llegara a Netflix ‘Adolescencia’.

 

Mi trayectoria

Nací en Málaga, donde estudié Periodismo por vocación en la Universidad de Málaga, entre playlists de Spotify, discos y conciertos. Antes de incorporarme a El HuffPost en 2017, colaboré diversas revistas culturales y de entretenimiento. En 2016 trabajé en el departamento de comunicación de UPHO Festival, un festival de fotografía contemporánea urbana parte del proyecto europeo Urban Layers. Y, aunque sigo echando de menos Andalucía, me trasladé a Madrid para estudiar el Máster en Periodismo Cultural en la Universidad CEU San Pablo. En 2018, compaginé mi trabajo en El HuffPost con la coordinación de proyecto de la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE celebrada en CentroCentro. Desde 2017 trabajo en El HuffPost España, donde he logrado una nominación a los premios GLAAD y ser finalista de los Premios Papageno en 2022.

 


 

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