De primarias y secundarios
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De primarias y secundarios

Las claves de la semana.

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¡Ojo a las corrientes subterráneas! Nada es como parece en el PP. Ni siquiera que el futuro vaya a tener nombre de mujer a partir de julio. Tras la renuncia de Alberto Nuñez Feijóo, la mayoría política y mediática ha seguido la inercia de la guerra sin cuartel que libran desde hace años Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría para dar por hecho que una de ellas será la próxima presidenta del partido.

Nada está escrito. Mejor no hagan apuestas porque en materia de primarias -aunque las del PP tengan sus matices-, la militancia está sin testar, y si algo tiene en estos momentos es hartazgo de lo vivido, la moral por los suelos y muchas ganas de cambio. ¿Por qué confiar de nuevo en una secretaria general que ha convertido el partido en los últimos diez años en coto privado para barones y notables? ¿Qué motivo tienen los afiliados para apostar por quien ha sido, junto a Rajoy, responsable máxima del languidecimiento de las siglas? ¿Ha existido el PP en estos últimos siete años de Gobierno popular?

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El lento pero inexorable decaimiento del PP

Estas y otras preguntas se formulan a sí mismos sobre Cospedal quienes, resignados, han visto el lento pero inexorable proceso de decaimiento padecido por el hasta ahora partido hegemónico de la derecha española.

Hartos de la corrupción y el despotismo de muchos de sus dirigentes, hay una derecha moderna, abierta y transparente que cree en un PP que no puede volver a ser dirigido por Cospedal, pero tampoco por quien ha hecho de su paso por el Gobierno su principal aval para ser número uno del partido. Esta es Soraya Sáenz de Santamaría, una outsider que llegó a Génova de la mano de Mariano Rajoy, sin pasado político, con un profundo desconocimiento de los distintos territorios y una prepotencia sobradamente acreditada durante sus años en La Moncloa.

Presiones para sumar avales

Si Santamaría piensa que haber controlado el BOE, el CNI, algunos medios de comunicación y hasta algunos Consejos de Administración de las empresas del IBEX es hoy un valor ante la militancia del PP se equivoca. A muchos populares les inquieta más afrontar una verdadera catarsis desde la que reconstruir y regenerar el partido que la reconquista inmediata del Gobierno. Y en este marco hay una pulsión de cambio que no representan ni Cospedal ni Santamaría por mucho que los militantes se hayan visto obligados -cuando no, intimidados- a firmar el aval para cualquiera de ellas.

Una y otra han presionado tanto a las bases que el apremio podría volvérseles en contra como le ocurrió a Susana Díazen las primarias que le enfrentaron con Pedro Sánchez en 2017. Recuérdese que la andaluza obtuvo más avales que votos incluso en su propia federación, y que su miopía política le impidió detectar una corriente subterránea contra su candidatura que no percibieron tampoco barones y notables que fue la que dio la victoria a Sánchez.

Casado emerge en la guerra abierta entre aspirantes del establishment

En el proceso de elección de presidente del PP podría pasar algo parecido, con la diferencia de que en el del PSOE competían tres y en las primarias de la derecha hay demasiados secundarios. No es un secreto que el exministro José Manuel García Margallo no persigue más objetivo que la destrucción de Santamaría por sus cuitas pendientes cuando se sentaban ambos en la mesa del Consejo de Ministros. Y que José Ramón García Hernández, José Luis Bayo y Elio Cabanes son tan irrelevantes en el universo popular como remotas son sus posibilidades de pasar siquiera la primera vuelta.

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Emerge, por tanto, en medio de la guerra sin cuartel entre las dos mujeres, la candidatura de un Pablo Casado cuyo apoyo en avales en algunas provincias ha llegado a cuadruplicar los de Santamaría, a pesar de que sus cargos orgánicos han hecho público el apoyo por la exvicepresidenta. El vicesecretario general de Comunicación se ha erigido en apuesta por el futuro, la paz interna y la modernidad. Con poco más de 30 años, ha sido el único capaz de denunciar juego sucio en la competición y achacar algunas de las informaciones sobre su formación académica a la manera en la que alguna de sus competidoras ejerce la política.

Casado reivindica un partido moderno, abierto, limpio, transparente y de tolerancia cero con la corrupción, todo lo contrario a lo que han representado Cospedal y Santamaría -por acción u omisión- en sus respectivos ámbitos de responsabilidad orgánica e institucional. Bastaría con que una de ellas, sostienen los partidarios del vicesecretario de Comunicación, cayera en la primera vuelta para que de inmediato la descalificada volcara todos sus apoyos territoriales en favor de Casado con el objetivo de impedir la victoria de la otra.

Hasta aquí la semana de un PP que empieza a explorar las inciertas consecuencias de en su caso inexplorada democracia interna donde lo que piensen los dirigentes no siempre coincide con lo que deciden los militantes. La experiencia en otras formaciones dice más bien que suele darse lo contrario. Así que en el PP todo está en el aire y lo único que se percibe, más allá de la polarización de la contienda que reflejan los medios, es que las bases quieren un cambio que no representan las dos protagonistas del relato que pretenden imponer algunas terminales de la derecha.

Tiempo de silencio en el ala oeste de La Moncloa

Respecto al flamante Gobierno, 20 días después de estrenarse su presidente sigue sin comparecer ante los periodistas, a excepción de una entrevista con la que debutó el lunes en RTVE. 30 minutos, media docena de titulares, entre los que destacó su disposición a agotar la legislatura hasta 2020 y su opinión favorable a acercar a los presos catalanes. Ni una repregunta.

Para las contradicciones que pudiera haber entre el discurso de oposición y del gobierno, ya están los ministros hasta que el ala oeste de La Moncloa decrete también un tiempo de silencio. Ya están en ello. Tanta exposición en los medios no contribuye a armonizar el discurso, y menos en un equipo transversal en el que no todos están entrenados para esquivar asuntos controvertidos ni camuflar sus propias opiniones.

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Las reticencias de Borrell respecto al Aquarius

Y hablando de opiniones, ya se han producido las primeras diferencias en la mesa del Consejo de Ministros. La primera, cuentan, ha sido la del titular de Exteriores, José Borrell, con el presidente con motivo del ofrecimiento del presidente a acoger en el puerto de Valencia a los refugiados del Aquarius. No en vano es el jefe de la diplomacia española quien tendrá que lidiar en Europa con una decisión que no todos los estados han entendido, más allá de que fuera una acción humanitaria con la que Sánchez quiso dar su primer golpe de efecto.

La forma en que el presidente desveló en el Senado su renuncia a aprobar un nuevo modelo de financiación autonómica también ha caído como un jarro de agua fría, sobre todo entre los presidentes regionales del PSOE que han hecho hasta hace dos días del asunto una de sus principales críticas contra el Gobierno saliente. Tampoco la titular de Hacienda, María Jesús Montero, tendrá fácil explicar que desde Madrid está obligada ahora a defender lo contrario de lo que exigió como responsable del mismo área en Andalucía.

Hay mar de fondo, pero hasta después del verano, Sánchez tendrá el horizonte despejado de toda crítica dentro y fuera del PSOE. En septiembre, con la negociación de los nuevos Presupuestos, la luna de miel habrá acabado.