¿Maria Isabel? Bien, gracias...

¿Maria Isabel? Bien, gracias...

"Había dejado de ser una canción del verano para convertirse un éxito en más de sesenta países".

Los Payos. 

“Para su edad, Maria Isabel se conserva muy bien. Ha pasado el confinamiento en Barcelona con sus madre y los hijos que tiene de varios maridos…”. Nunca se sabe cuándo José Moreno Hurtado, Josele (Sevilla, 1944) habla en serio o te está tomando el pelo. El éxito de Maria Isabel en medio mundo, sin embargo, no fue ninguna broma. La canción había nacido a principios de 1969 en un viaje entre Barcelona y Madrid. 

Con Luis Moreno y Eduardo Rodríguez Rodway, Josele había formado el trío Los Payos después de pasar un verano tocando en Torremolinos. Gracias a al periodista Alfonso Eduardo Pérez Orozco llegaron al despacho del productor Rafael Trabucchelli en los míticos estudios Hispavox. “Aquella discográfica era como un sueño: llegabas con los apuntes de una canción y podías asistir al proceso de convertirla en un éxito: desde los arreglos y la grabación con Waldo de los Ríos en un estudio imponente al prensado del disco. Ponían una bola de acetato y una plancha imprimía los surcos; mientras, en otra zona de la compañía preparaban la carpeta. A la mañana siguiente, veías salir las furgonetas cargadas para distribuir el single o el elepé en todas las tiendas de España. Era fascinante”.

A Trabucchelli le pareció divertido el desparpajo rumbero de aquellos tres muchachos y, sin muchos ensayos, les produjo Como un adiós y una versión de Adiós, Angelina que Rodríguez Rodway había cantado en un pub torremolinense. En esa época les surgió la oportunidad de trabajar en el Cabaret Río de Barcelona durante dos semanas. “El dueño se cabreó porque las chicas que trabajan estaban más pendientes de nosotros que de los clientes y al tercer día llamó al representante Tony Caravaca y nos despidió sin más”. En el viaje de vuelta, en el Renault 4, de su novia, Josele empezó a grabar en un magnetófono de mano la melodía de María Isabel. A la semana siguiente, se la enseñaron a Trabucchelli.

“Rafael pegó un salto y ordenó: ¡Esto hay que grabarlo ya! Olía rápido el éxito. Waldo de los Ríos dijo que lo mejor del tema era la sencillez de la melodía y los tonos que te hacen creer que ya las escuchado en otra ocasión. Cuando ocurre eso, nos explicó Waldo, es que el oyente la ha cogido a la primera”.

Con los músicos que el arreglista y el productor habían convocado para grabar el Himno a la alegría, Los Payos terminaron otros temas de su primer elepé “porque en Hispavox se trabajaba de la mañana a la noche”. En los descansos, a Waldo le divertía escuchar a los tres sevillanos cantar lo de aquellos duros antiguos que en Cádiz tanto dieron que hablar. “Le fascinó la melodía. Es folklore gaditano”, le explicamos. Mientras Miguel Ríos trabajaba en el Himno, Waldo hizo el arreglo y grabamos los tanguillos con la misma orquesta de cincuenta o sesenta músicos”.

Pocos meses después, Maria Isabel había dejado de ser una canción del verano para convertirse un éxito en más de sesenta países. “Ha pasado medio siglo y todavía nos llegan solicitudes para traducirla a los idiomas más extraños, desde el árabe al croata. Hasta en 71 lenguas se ha cantado. La siguen cantando en la India, en los Emiratos Árabes, en Brasil… Fue como la cara b del Himno a la alegría, un éxito mundial”.

La fama les permitió conocer a los personajes del momento. Tocaban en el local de Jaime de Mora y Aragón, el grupo, además, tenía tres madrinas singulares: Natalia Figueroa, Lucía Bosé y Carmen de Hohenlohe, y no faltaban los eventos exclusivos, como cuando el Marqués de Villaverde, el yernísimo, les pidió que cantaran en la cena con que agasajó al doctor Christian Barnard, el cirujano que realizó el primer trasplante de corazón en el mundo, en su mansión del pantano de San Juan.

“Le escribimos una canción: señor doctor/míreme usted/mi corazón/no anda bien/cuando yo veo a una mujer/se para de mover/dígame usted si sirve para amar/o si lo tengo que trasplantar…”, canturrea. Al médico, que había venido de Sudafráfica, le encantó. Tuvimos que grabarla para que se la llevara antes de marcharse”.

En la década de los setenta, el fenómeno de la canción del verano pierde fuelle. La policía franquista lleva a cabo una redada entre los cantantes jóvenes en mayo de 1972 dentro de una de las habituales campañas de imagen del régimen. Además de Miguel Ríos, dos de los componentes de Los Payos acaban en la comisaría de la Puerta del Sol y más tarde pasaron dos meses  en Carabanchel.

Alberto Cortez nos avisó de que tuviéramos cuidado, que habían detenido a uno de sus músicos y que estaban detrás de la gente que fumaban porros. Poco después cayeron treinta o cuarenta muchachos del mundillo artístico. Tuvimos que suspender muchísimas galas. Así que formé el dúo Yerbabuena con Paco Aguilar. Luis y Eduardo, crearon Alameda y Triana, figúrate qué grupos”.

Con la democracia, Josele, convertido en humorista, se transformó en el El hijo de la Pepa. A finales de lo setenta, Vente pa España tío se convirtió en un éxito gracias a Valerio Lazarov. En ese registro ha continuado trabajando hasta hoy en los escenarios, la televisión y la radio. Ahora, mientras prepara una exposición sobre su hermano Benito, el autor del mítico España sabe a pueblo y de la sintonía de El larguero, escribe sus memorias.

Y no pierde el contacto con María Isabel. “Hablé con ella el otro día -bromea-, mantenemos la relación después de medio siglo. Le dije que cuando viniera a verme a Sevilla la iba a llevar a tomar tacitas por el centro, que había sido una suerte conocernos, que su encuentro nos había cambiado la vida a los dos…”.

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Miguel Fernández (Granada, 1962) ejerce el periodismo desde hace más de treinta y cinco años. Con 'Yestergay' (2003), obtuvo el Premio Odisea de novela. Patricio Población, el protagonista de esta historia, reaparecería en Nunca le cuentes nada a nadie (2005). Es también autor de 'La vida es el precio, el libro de memorias de Amparo Muñoz', de las colecciones de relatos 'Trátame bien' (2000), 'La pereza de los días' (2005) y 'Todas las promesas de mi amor se irán contigo', y de distintos libros de gastronomía, como 'Buen provecho' (1999) o '¿A qué sabe el amor?' (2007).