No solo existe el camping: otras opciones para dormir en un festival

No solo existe el camping: otras opciones para dormir en un festival

Las hemos probado todas y estos son los pros y contras de cada una.

Mirko Vitali / EyeEm via Getty Images

Al pensar en dormir en un festival lo primero que se te viene a la cabeza es la tienda de campaña y los colchones inflables. Pero no es la única opción: no todos los festivales tienen área de acampada y, para los más exquisitos, un apartamento o un hotel es siempre la mejor alternativa.

Al fin y al cabo no a todo el mundo le gusta dormir en el suelo ni pasar dos días escuchando música constantemente. Día y noche.

Pero en el camping no todo son desventajas, como cualquiera de las otras opciones festivaleras tiene sus pros y sus contras. Las hemos probado todas para buscar ventajas e inconvenientes. Revísalos y elige.

Es la opción perfecta para los más exquisitos y también para grupos, además de la mejor alternativa si no hay zona de acampada.

A favor: Tienes todas las comodidades, puedes descansar en una cama, hacerte la comida —en el caso del apartamento— y desconectar del ruido. Además, tus cosas están siempre seguras y se montar montar una fiesta alternativa en casa para calentar motores antes del evento. 

En contra: No estás cerca del festival ni te sumerges en el ambiente. Los apartamentos no suelen ser especialmente baratos y hay que tener en cuenta el transporte del recinto al alojamiento una vez que acaben las actuaciones que, al ser de madrugada, se reduce en muchos casos a coche —por lo que no podrás beber—, taxis o VTCs. Porque lo de volver andando puede ser una paliza.

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Es la opción clásica para los festivales no-urbanos. Obliga a llegar más o menos pronto para coger buen sitio teniendo varios factores en cuenta: estar cerca del baño, al sol pero sin achicharrarse... Y exige tener destreza montando la tienda. Lo recomendable es tener un amigo hábil o un boy scout en el grupo.

A favor: Estás inmerso en el ambiente del festival, puedes relacionarte con el resto de gente que vive los conciertos igual que tú (y quién sabe si intimar o hacer amigos para toda la vida). Además, te ahorras el transporte para trasladarte al lugar del evento.

En contra: La comodidad brilla por su ausencia, sobre todo para los que no estén acostumbrados a dormir en saco. Para cocinar también hay ciertas limitaciones, así como para la higiene personal, tampoco hay baño más allá de los aseos químicos. Y claro, para coger sitio hay que madrugar como para coger hueco en las playas del Mediterráneo en agosto. Además, si hace mal tiempo puede que te ocurra como en el Arenal Sound 2015, cuando se inundó todo el área de acampada y tuvieron que cancelar el festival.

Solo apto para los más privilegiados. En el último Primavera Sound, Ikea montó cuatro apartamentos de 35 m² para no tener que abandonar el recinto ni un minuto.

A favor: Se vive como un VIP con terraza privada para poder hacer fiestas, baño completo, cama cómoda y una casa diseñada para cualquier amante de la música. También tiene cocina, con microondas y frigorífico.

A esto hay que unir que no hay que moverse demasiado para ir a los conciertos y se puede descubrir qué ocurre en el festival cuando nadie está dentro. Es decir, se vive el evento en toda su esencia e incluso uno se puede encontrar con alguno de los cabeza de cartel haciendo la prueba de sonido cuando nadie lo ve.

En contra: A pesar de la comodidad de poder dormir en una cama o sofá-cama, tener un escenario al lado con música hasta las 5:30 de la madrugada no facilita demasiado el descanso. Son indispensables los tapones.

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Soy redactora de LIFE en El HuffPost España y mi misión es acercarte la última hora del mundo de la cultura, la música y el entretenimiento.

 

Sobre qué temas escribo

Escribo principalmente de música, cultura, cine, series y entretenimiento porque, aunque sirva para desconectar, bailar o echar un rato entre palomitas, la cultura esconde mucho más. Evitando el elitismo, trato de tender la mano a las nuevas tendencias de la industria musical o del audiovisual a través de entrevistas con artistas emergentes —que pronto dejarán de serlo— y compaginarlo con el análisis de lo más mainstream como Taylor Swift o Bad Bunny.


En estos ocho años he cubierto los Goya, los Oscar, el Benidorm Fest o Eurovisión. Sí, soy la responsable de los memes que han inundado la cuenta de X de El HuffPost en Eurovisión. Siempre buscando un contenido cercano, sin perder el rigor, contando más allá de lo que se pueda ver en la pantalla.
Aunque no siempre haya relación con la industria cultural, también he cubierto temas relacionados con el Feminismo y el colectivo LGTBIQ+.

 

He podido contar en primera persona con supervivientes del “Stonewall español” que es el Pasaje Begoña, denunciar la situación que viven los menores trans o hablar sobre qué significa la manosfera antes de que llegara a Netflix ‘Adolescencia’.

 

Mi trayectoria

Nací en Málaga, donde estudié Periodismo por vocación en la Universidad de Málaga, entre playlists de Spotify, discos y conciertos. Antes de incorporarme a El HuffPost en 2017, colaboré diversas revistas culturales y de entretenimiento. En 2016 trabajé en el departamento de comunicación de UPHO Festival, un festival de fotografía contemporánea urbana parte del proyecto europeo Urban Layers. Y, aunque sigo echando de menos Andalucía, me trasladé a Madrid para estudiar el Máster en Periodismo Cultural en la Universidad CEU San Pablo. En 2018, compaginé mi trabajo en El HuffPost con la coordinación de proyecto de la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE celebrada en CentroCentro. Desde 2017 trabajo en El HuffPost España, donde he logrado una nominación a los premios GLAAD y ser finalista de los Premios Papageno en 2022.

 


 

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