18 productos que nunca deberías tirar al váter (aunque la etiqueta diga que sí)

18 productos que nunca deberías tirar al váter (aunque la etiqueta diga que sí)

¡Ojo! El papel higiénico húmedo engaña.

¿Qué tiras por el váter? Probablemente en más de una ocasión lo hayas usado a modo de cubo de basura en el baño. Allí han terminado bastoncillos, toallitas y otra clase de desperdicios.

Pues bien, tu ignorancia o tu descuido (llámalo como quieras) te está costando entre cuatro y seis euros al año. Eso, teniendo en cuenta que la esperanza de vida en España es de 82 años, se traduce en que cada español paga por este cubo de basura improvisado entre 328 y 492 euros a lo largo de su vida. Todo, por este gesto.

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Su capacidad de hacer desaparecer casi cualquier cosa y que está siempre a mano lo convierte para muchos en el recipiente perfecto para preservativos,  algodones de maquillaje, toallitas, pelos, tampones y compresas. Incluso hay quien echa los restos de productos de limpieza.

La mayoría de desperdicios arrojados salen del baño, pero no por ello se deben confundir con el papel higiénico. No tienen la misma capacidad para deshacerse en el agua. Ni siquiera los clínex, ya que algunos pañuelos de papel incluyen microplásticos. Tampoco las servilletas, que incorporan algún componente no diluible. Lo mismo ocurre con el llamado papel higiénico húmedo.

Los líquidos tampoco se salvan

A pesar de que el principal enemigo de las depuradoras y las tuberías son los residuos sólidos, los líquidos químicos tampoco son favorables para el retrete, como tampoco lo son los combustibles.

“La gasolina y los combustibles son los más contaminantes, ya que impregnan el agua y son tremendamente peligrosos”, detalla Miguel Ángel Gálvez, subdirector de Depuración y Medio Ambiente del Canal de Isabel II, para el que el enemigo líquido a batir es otro: el aceite.

“Los aceites son líquidos cuando están calientes, pero cuando se enfrían se solidifican”, puntualiza. Para evitar los peligros que pueden entrañar, lo mejor es llevarlo en tarros a un punto limpio.

Los aceites son líquidos cuando están calientes, pero cuando se enfrían se solidifican
Miguel Ángel Gálvez, subdirector de Depuración y Medio Ambiente del Canal de Isabel II

Los medicamentos, aunque sean jarabes, tampoco tienen su sitio en el váter, así como todos los líquidos de fumigación y detergentes. “En definitiva, está prohibido todo líquido que no pueda ser disuelto en el agua o que vaya a producir una contaminación tóxica en ella”, apunta Francisco Morcillo, presidente de la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS). El agua depurada pasa a usarse para agricultura, regadío e industria y si está contaminada con líquidos ya no serviría.

Los expertos lo dejan claro, por el váter que solo vayan ‘las tres P’: pipí, popó y papel higiénico. “En caso de duda, lo mejor es no arrojar nada y tirarlo todo a la papelera”, concluye Morcillo.

La clave está en el etiquetado

Para evitar confusiones, lo mejor es mirar bien el etiquetado. Próximamente será más fácil gracias a una normativa que regula qué se puede echar por el inodoro y qué no. Según explica Morcillo, estos son los tres requisitos para acogerse a ella.

  • No deben tener plásticos ni microplásticos. Solo celulosa.
  • Sus componentes y sus fibras se puedan descomponer.
  • Ser biodegradable, tanto de forma aerobia como anaerobia. 

Dado que es bastante reciente, todavía no ha llegado a todas las superficies y sigue existiendo bastante confusión con productos como el papel higiénico húmedo que, en realidad, son toallitas, o con los algodones y productos de higiene femenina calificados como eco o bio.

Lo más sencillo es leer la etiqueta para revisar los componentes. Solo se pueden arrojar productos con celulosa. “Puede que no tengan plástico, o tengan menos, pero sí otros componentes como tejidos que no se diluyen correctamente”, detalla Morcillo.

  Etiquetado según la nueva normativa UME.

Además, el presidente de la AEAS recalca que un producto sea “biodegradable no quiere decir que pueda tirarse al váter”. “Puede ser biodegradable en cinco o seis años, pero no en 24 horas que es lo que pasa en una depuradora”, añade.

Qué pasa con lo que se va al tirar de la cisterna

Habrá quién piense que no hay problema al tirar cualquiera de estos 18 productos por el desagüe más allá de un potencial atasco de las tuberías, pero sí lo hay, tanto a nivel medioambiental (contaminación de las aguas e intoxicación de animales) como a nivel práctico (atascos en todo el proceso).

Esos productos acaban en las platas de depuración y después en las aguas donde termina vertiéndose el agua depurada. Por ejemplo, en una depuradora de una localidad de 300.000 habitantes se recogen alrededor de 10 kilos de residuos sólidos, según datos de la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS).

  Residuos sólidos encontrados en el ENAR de Arroyo Culebro.AENAS

El principal residuo que se observa en las montañas de la depuradora son las toallitas húmedas, pero también algodones y productos de higiene femenina. Incluso se ve alguna lata de plástico o calcetines.  

“Los sólidos se van arremolinando en la salida de aguas y atascan las bombas de filtrado”, detalla Gálvez. Ahí es donde se encarece el proceso de depuración entre un 10% y un 15%. 

  Pala anfibia que recoge los residuos sólidos en la planta depuradora de Arroyo Culebro.AEAS

Al final la cantidad de residuos es tal que hay que retirarlos y esto se hace mediante un doble proceso:

  1. Una cuchara anfibia que escurre y suelta el grueso de los sólidos.
  2. Una zona de desgaste, donde una serie de rejillas filtran el agua para que los sólidos salgan por varios tubos. 

Recuerda: esto te cuesta entre cuatro y seis euros al año. El gasto es bajo, pero es innecesario.

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Soy redactora de LIFE en El HuffPost España y mi misión es acercarte la última hora del mundo de la cultura, la música y el entretenimiento.

 

Sobre qué temas escribo

Escribo principalmente de música, cultura, cine, series y entretenimiento porque, aunque sirva para desconectar, bailar o echar un rato entre palomitas, la cultura esconde mucho más. Evitando el elitismo, trato de tender la mano a las nuevas tendencias de la industria musical o del audiovisual a través de entrevistas con artistas emergentes —que pronto dejarán de serlo— y compaginarlo con el análisis de lo más mainstream como Taylor Swift o Bad Bunny.


En estos ocho años he cubierto los Goya, los Oscar, el Benidorm Fest o Eurovisión. Sí, soy la responsable de los memes que han inundado la cuenta de X de El HuffPost en Eurovisión. Siempre buscando un contenido cercano, sin perder el rigor, contando más allá de lo que se pueda ver en la pantalla.
Aunque no siempre haya relación con la industria cultural, también he cubierto temas relacionados con el Feminismo y el colectivo LGTBIQ+.

 

He podido contar en primera persona con supervivientes del “Stonewall español” que es el Pasaje Begoña, denunciar la situación que viven los menores trans o hablar sobre qué significa la manosfera antes de que llegara a Netflix ‘Adolescencia’.

 

Mi trayectoria

Nací en Málaga, donde estudié Periodismo por vocación en la Universidad de Málaga, entre playlists de Spotify, discos y conciertos. Antes de incorporarme a El HuffPost en 2017, colaboré diversas revistas culturales y de entretenimiento. En 2016 trabajé en el departamento de comunicación de UPHO Festival, un festival de fotografía contemporánea urbana parte del proyecto europeo Urban Layers. Y, aunque sigo echando de menos Andalucía, me trasladé a Madrid para estudiar el Máster en Periodismo Cultural en la Universidad CEU San Pablo. En 2018, compaginé mi trabajo en El HuffPost con la coordinación de proyecto de la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE celebrada en CentroCentro. Desde 2017 trabajo en El HuffPost España, donde he logrado una nominación a los premios GLAAD y ser finalista de los Premios Papageno en 2022.

 


 

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