Si tienes este hábito con el móvil puedes estar arruinando tus relaciones
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Si tienes este hábito con el móvil puedes estar arruinando tus relaciones

Dedicado a todos aquellos que lo hacen.

KristinaJovanovic via Getty Images

¿Quién no conoce ese odioso hábito de esperar horas (a veces incluso días) para responder a un mensaje? En lugar de recibir una respuesta, la pobre persona que está tratando de establecer contacto se ve obligada a esperar eternamente.

Esta costumbre puede usarse en el contexto de las relaciones amorosas, pero también en la comunicación en general: por ejemplo, cuando la suegra nos pregunta si vamos a ir a comer el domingo y nos olvidamos de responder, hasta que ya es demasiado tarde.

Sin embargo, este hábito resulta especialmente desagradable cuando se está enamorado de la persona que lo hace, asegura el terapeuta Kurt Smith.

"Todas las semanas escucho a parejas quejarse de los problemas de comunicación que surgen en las relaciones debido a los mensajes. Las quejas más frecuentes se deben a que uno de los dos 'les bombardea a mensajes' o a que 'no reciben respuesta'. Desde mi punto de vista, ambos sexos son igual de culpables de hacer un mal uso de los mensajes y tienen las mismas probabilidades de acabar adoptando un comportamiento pasivo-agresivo ante esta tendencia de no contestar a los mensajes", apunta Smith.

La gente mayor, más propensa

"Los padres y las personas más mayores suelen ser más propensos a no responder", señala Diane Gottsman, experta en protocolo. "Hace poco, una paciente me dijo que sus padres hacían esto constantemente. Ella estaba hablando con ellos tranquilamente, pero tan pronto como les preguntaba si podían cuidar a los niños ese fin de semana o si podían ir a buscarla en coche, dejaba de recibir respuesta", cuenta.

Los padres de esa mujer le aseguraban que no lo hacían de forma intencionada, pero el daño ya estaba hecho. "Ella asumía de forma inmediata que simplemente no querían ayudarla. Esa reacción es suficiente como para que una persona se sienta dolida", explica Gottsman.

Ignorar a alguien no solo supone una falta de respeto, sino que es un acto muy frío

Por supuesto, este hábito resulta incluso más irritante si se está intercambiando mensajes con alguien que tiene activado la función de leído. ¿Por qué? Porque les están diciendo abiertamente: "Sí, he visto tu mensaje y sí, te estoy ignorando".

Puede que, en conjunto, un mensaje (o la ausencia del mismo) parezca una preocupación totalmente insignificante, pero la realidad es que este hábito puede causar auténticos problemas. Lo que más duele, según Smith, es que da la sensación de que no se respeta el tiempo de quien ha mandado el mensaje: "Ignorar a alguien no solo supone una falta de respeto, sino que es un acto muy frío: no esperamos que una persona que nos importa nos trate así, por lo que resulta aún más exasperante".

¿Cómo pueden cambiarse estos hábitos si se tiene la costumbre de tardar mucho en responder? Para empezar, si en un momento dado no se tiene tiempo de responder, es aconsejable avisar a quien nos ha escrito de que nos pondremos en contacto más adelante, sugiere Carin Goldstein, terapeuta de pareja.

La clave es decir algo que muestre reconocimiento ante la otra persona

"Tómate 10 segundos para escribirle a la persona algo así como: 'Te prometo que te responderé mañana en algún momento, pero hoy estoy hasta arriba'. La clave es decir algo que muestre reconocimiento ante la otra persona", aconseja.

Smith, por su parte, recomienda acostumbrarse a responder a todos los mensajes en el mismo día, si no es posible hacerlo en las primeras horas. Pero si eso es mucho pedir, Smith aconseja decirles a los amigos y familiares que no somos muy amigos de los mensajes y que preferimos hablar en persona sobre ciertas cosas.

"Si no quieres hablar de un tema concreto por escrito, haz saber a la otra persona que recibiste el mensaje y que tienes que reflexionar antes de dar una respuesta. Es tan fácil como eso", zanja el terapeuta.

Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por María Ginés Grao.