Mitos y realidades del virus del papiloma humano

Mitos y realidades del virus del papiloma humano

Se trata de un virus que afecta tanto a hombres como a mujeres, pero se pone el foco en ellas.

Etiqueta del VPH sobre fondo rosa.Syahrir Maulana via Getty Images/EyeEm

Prácticamente todas las mujeres han oído hablar alguna vez del Virus del Papiloma Humano (VPH), una enfermedad de transmisión sexual de la que muchas mujeres están ya vacunadas y que en algunos casos deriva en el temido cáncer de cuello de útero.

En realidad, el VPH no es un único virus, tal y como recuerdan en la web especializada en salud Medline, son un grupo de virus relacionados entre sí que provocan una infección. De él existen más de 200 tipos y de los cuales, al menos 40, afectan a los genitales. Se transmiten tanto por el contacto sexual como por el contacto piel con piel y algunas cepas pueden provocar, además del cáncer de cuello de útero, cáncer de ano, algunos tipos de cáncer de boca y garganta, de vulva, de vagina y de pene.

A pesar de la labor didáctica que se hace con el virus, está más presente en las relaciones sexuales de lo que se pueda pensar y su prevención es más difícil de lo que parece.

“Es muy difícil tener actividad sexual y no estar en contacto con este virus. Generalmente tú eres una persona sexualmente activa y tarde o temprano vas a tener contacto con este virus, aunque uses siempre el preservativo, porque no lo evita del todo”, explica la matrona y sexóloga Laura Cámara.

Lo mismo piensa Patricia Sanmartín, medical advisor de Procare Health, quien apunta que “se piensa que hasta el 80% de las personas sexualmente activas en algún momento se van a contagiar”. Aunque esta alta incidencia no quita el estigma y el desconocimiento que pesa sobre las ETS. “Muchas mujeres buscan en Internet y aparece que el VPH es cáncer. Es necesario normalizar y tranquilizar y dar todas las herramientas para que estas mujeres puedan plantarle en la cara el VPH”, explica.

Más allá de las protecciones que se puedan tomar para evitar el contagio del virus, también hay que prevenir que evolucione en algo más grave como el cáncer de cuello de útero. En este campo, la vacuna del VPH es esencial: ha demostrado una efectividad del 87% para prevenirlo.

Según los datos desprendidos de una investigación realizada por científicos del Kings College publicada en The Lancet, las jóvenes vacunadas entre los 12 y 13 años habían reducido el cáncer de cuello de útero en un 87%, mientras que las vacunadas entre los 14 y 16 años fue de un 62%, y para las vacunadas entre los 16 y los 18 años, del 34%.

Además, en las conclusiones del estudio se señala que el programa de inmunización ante el VPH “ha eliminado casi al 100% el cáncer de cuello uterino en mujeres nacidas a partir del 1 de septiembre de 1995 en Reino Unido”.

Sin embargo, pocos tienen en cuenta que el VPH también lo sufren hombres y que, aunque generalmente lo pasen de manera asintomática o con síntomas leves como en el caso de verrugas genitales, en algunos casos puede complicarse y derivar en cáncer.

“Es una enfermedad de transmisión sexual que se transmite por contacto tanto en relaciones sexuales mujer, mujer como hombre o de hombre como hombre mujer. Es verdad que está como muy visualizada la parte de la mujer, porque la parte que vemos más, la que se relaciona el VPH con el cáncer de cuello de útero”, explica Cámara. “Pero también está relacionado con otros tipos de cáncer como el anal o el de pene. O sea que es algo que debe sonar a los hombres de alguna manera”, añade.

Sanmartín recuerda que “nos pensamos que afecta solo a las mujeres, porque somos las que desarrollamos las patologías asociadas y somos aquellas que se nos vacuna, que se nos hace citología, etc”. “Se nos hacen todas las pruebas para ver si tenemos infección y en segundo lugar se nos vacuna para que no provoque ninguna lesión en ningún tipo de malignidad”, explica.

Por este motivo, en 2021 varios expertos reclamaron que los hombres pasasen a formar parte de la población diana de la vacuna, que hasta ahora es financiada por la Seguridad Social en niñas entre los 9 y los 12 años y en mujeres no vacunadas hasta los 18, para frenar la transmisión.

Según datos del Comité Asesor de Vacunas, la prevalencia del virus en hombres entre los 18 y los 70 años es de hasta el 65% y la incidencia en varones jóvenes es en torno al 35%. 

En muchas comunidades autónomas se ha abierto este rango también a personas con VIH, hombres que mantienen relaciones sexuales con otros hombres y trabajadoras sexuales en el ámbito de la prostitución. El límite está, generalmente en los 26 años, exceptuando a aquellas personas que se hayan operado de una lesión precancerosa, aunque en comunidades como en Galicia la edad se extiende hasta los 45 años.

  Datos del VPH por edades de la 'Revisión del Programa de Vacunación frente a Virus del Papiloma Humano en España Ponencia de Programa y Registro de Vacunaciones de 2012' del Ministerio de Sanidad.Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad

“El tema de la vacuna es una competencia que está transferida a las autonomías y en cada comunidad autónoma nos podemos encontrar diferencias. En general está subvencionada a hombres menores de 26 años que tienen sexo con hombres. También a hombres y mujeres que puedan tener alguna enfermedad que afecten a las defensas del sistema inmune y a mujeres y niñas antes de empezar la actividad sexual. Por lo tanto, casi todas las comunidades la están poniendo entre los 9 y los 12 años”, señala Cámara.

Esto hace que haya generaciones de mujeres que no se hayan podido vacunar por diversos motivos, entre ellos porque habían pasado la edad de vacunación o porque habían tenido relaciones sexuales y a posteriori se han encontrado con rechazo por parte de la sanidad pública a ponérsela. En comunidades como en Galicia la edad se extiende hasta los 45 años, por lo que no existe tampoco un criterio homogéneo a este respecto.

“El sistema sanitario la financia en un determinado momento porque es cuando cree que es más eficaz la vacuna, antes de tener contacto sexual. Pero no es verdad que no te la puedas poner, pero siendo consciente de que si ya has tenido contactos sexuales con esa vacuna va a ser un poquito menos eficaz”, explica Cámara. “Hay que tener en cuenta que, como todas las vacunas, ninguna es 100% y, si encima, te la estás poniendo tarde, igual hay algún profesional que te dice que no te la pongas”, añade.

La transmisión del VPH es entre mucosas por lo que el preservativo dejaría fuera gran parte de la zona genital masculina y, por supuesto, la femenina. “Hay partes que quedan expuestas y puede producirse por ahí la infección”, explica Sanmartín. En este sentido coincide con Cámara, que admite que “el preservativo ayuda a la prevención porque tapa la parte genital” pero no lo hace totalmente porque deja expuesta “parte de la zona anogenital y mucosas”.

Además, Sanmartín se ha encontrado con dudas en charlas didácticas ofrecidas por Procare Health de su posible contacto con objeto. “No se ha demostrado hasta el momento que se pueda contagiar una persona a través de toallas y demás. Pero claro, muchas veces cuando la mujer le dan un diagnóstico positivo, pues no sabe muy bien cómo se ha contagiado”, explica y señala que sí es posible con juguetes sexuales. “Si el juguete lo usa una persona infectada y no se limpia correctamente, se puede transmitir por ahí”, sentencia. 

Si el juguete lo usa una persona infectada y no se limpia correctamente, se puede transmitir por ahí
Patricia Sanmartín, medical advisor de Procare Health

Cámara recuerda que con respecto a las mujeres que mantienen relaciones con otras mujeres, el desconocimiento que hay es aún mayor. “En las relaciones hombre, mujer, hombre hombre, nada, pues ponemos un preservativo perfecto. Pero cuando nos encontramos con relaciones mujer-mujer, como que nos perdemos de cómo protegemos. Ahí tenemos que saber que existen las barreras de látex que cumplen la misma función que el preservativo. Se ponen encima de la vulva para que puedan tener contacto de vulva con vulva o para sexo oral”, explica.

Esto choca con la situación que viven muchas mujeres bisexuales o lesbianas, tal y como se muestra en una encuesta de la revista BMC Public Health. Según ese informe, las mujeres que mantienen relaciones con mujeres tenían una tasa menor en estas pruebas de detección, en parte por la falta de derivación médica (17,5%) y la falta de un médico (17,3%).

Esta realidad se mostró también en un estudio del American Journal of Public Health de 2010 que ponía en relieve que había un infradiagnóstico del VPH entre este colectivo, motivado porque ”algunos especialistas consideran que, por el hecho de ser lesbianas, se encuentran en menor situación de riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual, entre las que se incluye el VPH”.

Esto contrasta con los datos reales de diagnóstico de la enfermedad. Según la guía para tratamiento de enfermedades de transmisión sexual de los CDC, “el ADN del VPH se ha detectado en el cérvix y en la vulva en el 13-30% de mujeres que practican sexo con mujeres”. 

A pesar del sesgo en esta prueba, las especialistas apuntan a que se debería realizar una prueba para diagnosticar el virus y no necesariamente una citología. “Hay un poco de confusión en la forma de diagnosticarlo. Hay que hacer una prueba específica para el virus. Es diferente a la citología, que es cuando cogemos una muestra de tejido y lo que queremos ver si esas células han cambiado y son buenas o que si son cambios sugerentes de cáncer”, señala Cámara.

“La tendencia a partir de ahora va a ser detectar y hacerles saber que el virus siempre está, haya lesiones o no. Pero no todos los sitios lo hacen, depende del laboratorio y de la zona en que te encuentras”, añade.

Otro error en el que se suele caer es poner el VPH directamente relacionado con el cáncer de cuello de útero. Existen distintas cepas del virus y no todas son cancerígenas. “Se conocen más de 200 genotipos: existen unos 14 que son de alto riesgo y hay otros que son de bajo riesgo”, explica Sanmartín. “Se denominan así porque son potencialmente cancerígenos, tienen capacidad para producir una transformación maligna y producir un cáncer, y estos normalmente son los que afectan al cuello del útero”, añade.

Tal y como recuerda la experta, los de bajo riesgo —más comunes— suelen cursar con características verrugas genitales que son detectadas por el propio paciente. “Esos se pueden transmitir directamente por relaciones donde no haya penetración, porque es simplemente el contacto de las mucosas con la piel”, detalla. 

Para diagnosticar el virus del papiloma hay que hacer una prueba específica para el virus. Es diferente a la citología, que es cuando cogemos una muestra de tejido y lo que queremos ver si esas células han cambiado
Laura Cámara, matrona y sexóloga

“Cuando el virus es de bajo grado, las verrugas pueden ser visibles, es entonces cuando puedes acudir al ginecólogo y tratarlas. Estas verrugas normalmente, aunque son molestas, nunca van a evolucionar más, por eso se llama de bajo grado”, remarca. 

Por contra, recuerda que los virus llamados de alto riesgo, que suponen según datos publicados en un estudio de la revista Atención Primaria en 2016 un 2,26% de los diagnósticos de VPH, no presentan síntomas visibles. “Normalmente, en estos casos no se sabe que esta persona está contagiada. No hay ningún signo de alerta, por eso nosotros, una de las cosas que más que hemos hecho con la campaña de concienciación es darle la importancia que tiene al diagnóstico precoz y las revisiones periódicas”, recuerda Santamaría.

“Aunque tú no tengas absolutamente ningún síntoma. Porque ya te digo que a pesar de todos los virus de alto riesgo que oncogénicos, normalmente nunca dan ningún tipo de señal y solo puedes saber que tú estás infectado cuando vas al ginecólogo y te hacen la prueba”, explica.

Cámara apunta que una vez que se detecta la lesión hay que analizar qué grado tiene. “No es lo mismo, tener una lesión muy inicipiente que tratamos y se va, a tener a que te detecten una lesión mucho más avanzada”, señala. “Por eso es importante hacerse los controles y, si alguna vez se detectan el virus del papiloma o incluso una lesión, tú sepas que te van a recomendar una serie los tratamientos en función de lo que te hayan detectado para tenerte controlada”, explica.

Que esté tan enfocado en nosotras hace que haya un sentimiento generalizado muy de culpa entre las mujeres
Laura Cámara, ginecóloga y sexóloga

Con respecto a los tratamientos, lejos de lo que se puede pensar, no siempre el virus “se va por sí mismo” como se dice en muchas ocasiones. “Hay muchas veces que a estas mujeres les causa mucha ansiedad. No saben qué hacer durante todo ese tiempo y esa angustia va en contra de este sistema inmune, porque sube el cortisol, el cortisol angustia. Es como un círculo vicioso que hace que estés más nerviosa”, señala Sanmartín.

Por este motivo, com que ProCare Health ha lanzado varios productos como un gel para las lesiones externas más leves, en cuyo estudio un 88% de las mujeres pudieron revertir las lesiones y en un 64% eliminar el virus, y una serie de cápsulas que refuerzan el sistema inmunitario en los casos de VPH persistente y que hacen a la persona partícipe de su recuperación.

Cámara, sin embargo, recuerda que aunque esto puede ayudar, “hay que esperar a que el tiempo cure igual que con un resfriado”, del mismo modo recomienda seguir unos hábitos de vida saludables como una buena alimentación o no fumar.

A pesar de la cantidad de avances que hay con este virus, el estigma es una de las consecuencias psicológicas más comunes y palpables en las clínicas, precisamente por ese foco puesto en la mujer.

“Que esté tan enfocado en nosotras hace que haya un sentimiento generalizado de culpa entre las mujeres por vivir una sexualidad en la que puedes cambiar de pareja, tener varios encuentros… Nos hace sentir fatal porque en nuestra mente se encasilla a esta mujer como promiscua, con más actividad sexual y está todavía en entredicho ser ese tipo de mujer”, apunta Cámara.

La matrona deja un mensaje claro ante estas creencias: “Puedes tener la actividad sexual que te dé la gana, el virus si te toca pues mala suerte, pero que no se haga sentir mal a las mujeres por tener una vida sexual activa, que es lo más normal. Recordemos, los hombres también lo cogen”.

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Marina Prats es periodista de Life en El HuffPost, en Madrid. Escribe sobre cultura, música, cine, series, televisión y estilo de vida. También aborda temas sociales relacionados con el colectivo LGTBI y el feminismo. Antes de El HuffPost formó parte de UPHO Festival, un festival urbano de fotografía en el marco del proyecto europeo Urban Layers. Graduada en Periodismo en la Universidad de Málaga, en 2017 estudió el Máster en Periodismo Cultural de la Universidad CEU San Pablo y en 2018 fue Coordinadora de Proyecto en la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE. También ha colaborado en diversas webs musicales y culturales. Puedes contactarla en marina.prats@huffpost.es