Introducen intencionadamente esta especie en España, algo sale muy mal y ahora es un peligro para la fauna autóctona
Degrada los ecosistemas ribereños y altera el equilibrio de la biodiversidad local.
Introducen intencionadamente esta especie en España, algo sale muy mal y ahora es un peligro para la fauna autóctona
Degrada los ecosistemas ribereños y altera el equilibrio de la biodiversidad local.
Introducen intencionadamente esta especie en España, algo sale muy mal y ahora es un peligro para la fauna autóctona
Degrada los ecosistemas ribereños y altera el equilibrio de la biodiversidad local.
Introducen intencionadamente esta especie en España, algo sale muy mal y ahora es un peligro para la fauna autóctona
Degrada los ecosistemas ribereños y altera el equilibrio de la biodiversidad local.
Introducen intencionadamente esta especie en España, algo sale muy mal y ahora es un peligro para la fauna autóctona
Degrada los ecosistemas ribereños y altera el equilibrio de la biodiversidad local.

Lo que comenzó como una oportunidad comercial para la industria peletera ha acabado en una pesadilla ecológica en España. El coipú (Myocastor coypus), un roedor originario de Sudamérica, fue introducido intencionalmente en Girona para su cría y explotación comercial.
Pero la historia dio un giro inesperado cuando varios ejemplares escaparon de las unidades de cría y encontraron en los humedales catalanes un hábitat perfecto, sin depredadores naturales, donde ahora proliferan sin control.
Ríos como el Congost y el Tordera son actualmente el refugio ideal de esta especie. Ahí compite con la fauna autóctona, degrada los ecosistemas ribereños y altera el equilibrio de la biodiversidad local. Sin embargo, este no es un caso aislado ya que muchas especies invasoras llegaron con propósitos comerciales o cinegéticos, pero han terminado fuera de control.
De la caza y la industria, a la invasión biológica
Junto al coipú, otros animales como el visón americano (Mustela vison), la rata almizclera, el arruí (Ammotragus lervia), el muflón (Ovis ammon musimon) y el gamo (Dama dama) fueron introducidos también intencionalmente.
Estos animales, traídos para la industria peletera o como especies de caza, han desplazado a especies autóctonas como el ciervo o el corzo, y han dañado plantas en peligro de extinción.
Uno de los casos más críticos es el del visón americano, que ha desplazado casi por completo al visón europeo (Mustela lutreola), una de las especies más amenazadas del continente.
Mascotas convertidas en amenaza
El problema no se limita a los animales de gran tamaño. La irresponsabilidad en el comercio de mascotas también ha jugado un papel clave. Especies como el mapache o el periquito, abandonadas o escapadas de hogares, se han establecido en zonas como la Comunidad de Madrid, compitiendo con especies locales y dañando ecosistemas forestales.
“En algunas ocasiones se trata de mascotas importadas que se escapan o son devueltas a la naturaleza”, explica la bióloga Silvia Díaz Lora, técnica de WWF. “La mayoría de especies invasoras se deben a esta irresponsabilidad, tanto en la venta como en la compra de animales que no deberían estar en los hogares”, anade.
Anfibios con parásitos ocultos
En algunos casos, los peligros llegan ocultos. La rana toro americana (Lithobates catesbeianus), introducida en España para experimentación, trajo consigo al hongo quitridio (Batrachochytrium dendrobatidis), uno de los patógenos más devastadores para los anfibios a nivel mundial.
Este hongo, detectado en España por primera vez en 1997 en el Parque Natural de Peñalara, ha contribuido al declive de numerosas especies de sapos y ranas. Afecta la piel de los anfibios y puede provocar su muerte en masa. Actualmente, su presencia se ha registrado ampliamente en Madrid, Aragón y el País Vasco.
Una batalla cuesta arriba
Una vez establecidas, estas especies invasoras son casi imposibles de erradicar. “ La erradicación es imposible , pues estas especies tienen una adaptación tan increíble que ya llegamos demasiado tarde”, advierte Díaz. La única solución real es prevenir su llegada.
España trabaja en la elaboración de una lista oficial de especies para permitir algunos animales y prohibir otros. Pero los expertos advierten que mientras exista demanda, habrá riesgo. La falta de regulación unificada y coordinación entre comunidades autónomas dificulta una respuesta efectiva.
Lo que comenzó como una oportunidad comercial para la industria peletera ha acabado en una pesadilla ecológica en España. El coipú (Myocastor coypus), un roedor originario de Sudamérica, fue introducido intencionalmente en Girona para su cría y explotación comercial.
Pero la historia dio un giro inesperado cuando varios ejemplares escaparon de las unidades de cría y encontraron en los humedales catalanes un hábitat perfecto, sin depredadores naturales, donde ahora proliferan sin control.
Ríos como el Congost y el Tordera son actualmente el refugio ideal de esta especie. Ahí compite con la fauna autóctona, degrada los ecosistemas ribereños y altera el equilibrio de la biodiversidad local. Sin embargo, este no es un caso aislado ya que muchas especies invasoras llegaron con propósitos comerciales o cinegéticos, pero han terminado fuera de control.
De la caza y la industria, a la invasión biológica
Junto al coipú, otros animales como el visón americano (Mustela vison), la rata almizclera, el arruí (Ammotragus lervia), el muflón (Ovis ammon musimon) y el gamo (Dama dama) fueron introducidos también intencionalmente.
Estos animales, traídos para la industria peletera o como especies de caza, han desplazado a especies autóctonas como el ciervo o el corzo, y han dañado plantas en peligro de extinción.
Uno de los casos más críticos es el del visón americano, que ha desplazado casi por completo al visón europeo (Mustela lutreola), una de las especies más amenazadas del continente.
Mascotas convertidas en amenaza
El problema no se limita a los animales de gran tamaño. La irresponsabilidad en el comercio de mascotas también ha jugado un papel clave. Especies como el mapache o el periquito, abandonadas o escapadas de hogares, se han establecido en zonas como la Comunidad de Madrid, compitiendo con especies locales y dañando ecosistemas forestales.
“En algunas ocasiones se trata de mascotas importadas que se escapan o son devueltas a la naturaleza”, explica la bióloga Silvia Díaz Lora, técnica de WWF. “La mayoría de especies invasoras se deben a esta irresponsabilidad, tanto en la venta como en la compra de animales que no deberían estar en los hogares”, anade.
Anfibios con parásitos ocultos
En algunos casos, los peligros llegan ocultos. La rana toro americana (Lithobates catesbeianus), introducida en España para experimentación, trajo consigo al hongo quitridio (Batrachochytrium dendrobatidis), uno de los patógenos más devastadores para los anfibios a nivel mundial.
Este hongo, detectado en España por primera vez en 1997 en el Parque Natural de Peñalara, ha contribuido al declive de numerosas especies de sapos y ranas. Afecta la piel de los anfibios y puede provocar su muerte en masa. Actualmente, su presencia se ha registrado ampliamente en Madrid, Aragón y el País Vasco.
Una batalla cuesta arriba
Una vez establecidas, estas especies invasoras son casi imposibles de erradicar. “ La erradicación es imposible , pues estas especies tienen una adaptación tan increíble que ya llegamos demasiado tarde”, advierte Díaz. La única solución real es prevenir su llegada.
España trabaja en la elaboración de una lista oficial de especies para permitir algunos animales y prohibir otros. Pero los expertos advierten que mientras exista demanda, habrá riesgo. La falta de regulación unificada y coordinación entre comunidades autónomas dificulta una respuesta efectiva.
Lo que comenzó como una oportunidad comercial para la industria peletera ha acabado en una pesadilla ecológica en España. El coipú (Myocastor coypus), un roedor originario de Sudamérica, fue introducido intencionalmente en Girona para su cría y explotación comercial.
Pero la historia dio un giro inesperado cuando varios ejemplares escaparon de las unidades de cría y encontraron en los humedales catalanes un hábitat perfecto, sin depredadores naturales, donde ahora proliferan sin control.
Ríos como el Congost y el Tordera son actualmente el refugio ideal de esta especie. Ahí compite con la fauna autóctona, degrada los ecosistemas ribereños y altera el equilibrio de la biodiversidad local. Sin embargo, este no es un caso aislado ya que muchas especies invasoras llegaron con propósitos comerciales o cinegéticos, pero han terminado fuera de control.
De la caza y la industria, a la invasión biológica
Junto al coipú, otros animales como el visón americano (Mustela vison), la rata almizclera, el arruí (Ammotragus lervia), el muflón (Ovis ammon musimon) y el gamo (Dama dama) fueron introducidos también intencionalmente.
Estos animales, traídos para la industria peletera o como especies de caza, han desplazado a especies autóctonas como el ciervo o el corzo, y han dañado plantas en peligro de extinción.
Uno de los casos más críticos es el del visón americano, que ha desplazado casi por completo al visón europeo (Mustela lutreola), una de las especies más amenazadas del continente.
Mascotas convertidas en amenaza
El problema no se limita a los animales de gran tamaño. La irresponsabilidad en el comercio de mascotas también ha jugado un papel clave. Especies como el mapache o el periquito, abandonadas o escapadas de hogares, se han establecido en zonas como la Comunidad de Madrid, compitiendo con especies locales y dañando ecosistemas forestales.
“En algunas ocasiones se trata de mascotas importadas que se escapan o son devueltas a la naturaleza”, explica la bióloga Silvia Díaz Lora, técnica de WWF. “La mayoría de especies invasoras se deben a esta irresponsabilidad, tanto en la venta como en la compra de animales que no deberían estar en los hogares”, anade.
Anfibios con parásitos ocultos
En algunos casos, los peligros llegan ocultos. La rana toro americana (Lithobates catesbeianus), introducida en España para experimentación, trajo consigo al hongo quitridio (Batrachochytrium dendrobatidis), uno de los patógenos más devastadores para los anfibios a nivel mundial.
Este hongo, detectado en España por primera vez en 1997 en el Parque Natural de Peñalara, ha contribuido al declive de numerosas especies de sapos y ranas. Afecta la piel de los anfibios y puede provocar su muerte en masa. Actualmente, su presencia se ha registrado ampliamente en Madrid, Aragón y el País Vasco.
Una batalla cuesta arriba
Una vez establecidas, estas especies invasoras son casi imposibles de erradicar. “ La erradicación es imposible , pues estas especies tienen una adaptación tan increíble que ya llegamos demasiado tarde”, advierte Díaz. La única solución real es prevenir su llegada.
España trabaja en la elaboración de una lista oficial de especies para permitir algunos animales y prohibir otros. Pero los expertos advierten que mientras exista demanda, habrá riesgo. La falta de regulación unificada y coordinación entre comunidades autónomas dificulta una respuesta efectiva.
Lo que comenzó como una oportunidad comercial para la industria peletera ha acabado en una pesadilla ecológica en España. El coipú (Myocastor coypus), un roedor originario de Sudamérica, fue introducido intencionalmente en Girona para su cría y explotación comercial.
Pero la historia dio un giro inesperado cuando varios ejemplares escaparon de las unidades de cría y encontraron en los humedales catalanes un hábitat perfecto, sin depredadores naturales, donde ahora proliferan sin control.
Ríos como el Congost y el Tordera son actualmente el refugio ideal de esta especie. Ahí compite con la fauna autóctona, degrada los ecosistemas ribereños y altera el equilibrio de la biodiversidad local. Sin embargo, este no es un caso aislado ya que muchas especies invasoras llegaron con propósitos comerciales o cinegéticos, pero han terminado fuera de control.
De la caza y la industria, a la invasión biológica
Junto al coipú, otros animales como el visón americano (Mustela vison), la rata almizclera, el arruí (Ammotragus lervia), el muflón (Ovis ammon musimon) y el gamo (Dama dama) fueron introducidos también intencionalmente.
Estos animales, traídos para la industria peletera o como especies de caza, han desplazado a especies autóctonas como el ciervo o el corzo, y han dañado plantas en peligro de extinción.
Uno de los casos más críticos es el del visón americano, que ha desplazado casi por completo al visón europeo (Mustela lutreola), una de las especies más amenazadas del continente.
Mascotas convertidas en amenaza
El problema no se limita a los animales de gran tamaño. La irresponsabilidad en el comercio de mascotas también ha jugado un papel clave. Especies como el mapache o el periquito, abandonadas o escapadas de hogares, se han establecido en zonas como la Comunidad de Madrid, compitiendo con especies locales y dañando ecosistemas forestales.
“En algunas ocasiones se trata de mascotas importadas que se escapan o son devueltas a la naturaleza”, explica la bióloga Silvia Díaz Lora, técnica de WWF. “La mayoría de especies invasoras se deben a esta irresponsabilidad, tanto en la venta como en la compra de animales que no deberían estar en los hogares”, anade.
Anfibios con parásitos ocultos
En algunos casos, los peligros llegan ocultos. La rana toro americana (Lithobates catesbeianus), introducida en España para experimentación, trajo consigo al hongo quitridio (Batrachochytrium dendrobatidis), uno de los patógenos más devastadores para los anfibios a nivel mundial.
Este hongo, detectado en España por primera vez en 1997 en el Parque Natural de Peñalara, ha contribuido al declive de numerosas especies de sapos y ranas. Afecta la piel de los anfibios y puede provocar su muerte en masa. Actualmente, su presencia se ha registrado ampliamente en Madrid, Aragón y el País Vasco.
Una batalla cuesta arriba
Una vez establecidas, estas especies invasoras son casi imposibles de erradicar. “ La erradicación es imposible , pues estas especies tienen una adaptación tan increíble que ya llegamos demasiado tarde”, advierte Díaz. La única solución real es prevenir su llegada.
España trabaja en la elaboración de una lista oficial de especies para permitir algunos animales y prohibir otros. Pero los expertos advierten que mientras exista demanda, habrá riesgo. La falta de regulación unificada y coordinación entre comunidades autónomas dificulta una respuesta efectiva.
Lo que comenzó como una oportunidad comercial para la industria peletera ha acabado en una pesadilla ecológica en España. El coipú (Myocastor coypus), un roedor originario de Sudamérica, fue introducido intencionalmente en Girona para su cría y explotación comercial.
Pero la historia dio un giro inesperado cuando varios ejemplares escaparon de las unidades de cría y encontraron en los humedales catalanes un hábitat perfecto, sin depredadores naturales, donde ahora proliferan sin control.
Ríos como el Congost y el Tordera son actualmente el refugio ideal de esta especie. Ahí compite con la fauna autóctona, degrada los ecosistemas ribereños y altera el equilibrio de la biodiversidad local. Sin embargo, este no es un caso aislado ya que muchas especies invasoras llegaron con propósitos comerciales o cinegéticos, pero han terminado fuera de control.
De la caza y la industria, a la invasión biológica
Junto al coipú, otros animales como el visón americano (Mustela vison), la rata almizclera, el arruí (Ammotragus lervia), el muflón (Ovis ammon musimon) y el gamo (Dama dama) fueron introducidos también intencionalmente.
Estos animales, traídos para la industria peletera o como especies de caza, han desplazado a especies autóctonas como el ciervo o el corzo, y han dañado plantas en peligro de extinción.
Uno de los casos más críticos es el del visón americano, que ha desplazado casi por completo al visón europeo (Mustela lutreola), una de las especies más amenazadas del continente.
Mascotas convertidas en amenaza
El problema no se limita a los animales de gran tamaño. La irresponsabilidad en el comercio de mascotas también ha jugado un papel clave. Especies como el mapache o el periquito, abandonadas o escapadas de hogares, se han establecido en zonas como la Comunidad de Madrid, compitiendo con especies locales y dañando ecosistemas forestales.
“En algunas ocasiones se trata de mascotas importadas que se escapan o son devueltas a la naturaleza”, explica la bióloga Silvia Díaz Lora, técnica de WWF. “La mayoría de especies invasoras se deben a esta irresponsabilidad, tanto en la venta como en la compra de animales que no deberían estar en los hogares”, anade.
Anfibios con parásitos ocultos
En algunos casos, los peligros llegan ocultos. La rana toro americana (Lithobates catesbeianus), introducida en España para experimentación, trajo consigo al hongo quitridio (Batrachochytrium dendrobatidis), uno de los patógenos más devastadores para los anfibios a nivel mundial.
Este hongo, detectado en España por primera vez en 1997 en el Parque Natural de Peñalara, ha contribuido al declive de numerosas especies de sapos y ranas. Afecta la piel de los anfibios y puede provocar su muerte en masa. Actualmente, su presencia se ha registrado ampliamente en Madrid, Aragón y el País Vasco.
Una batalla cuesta arriba
Una vez establecidas, estas especies invasoras son casi imposibles de erradicar. “ La erradicación es imposible , pues estas especies tienen una adaptación tan increíble que ya llegamos demasiado tarde”, advierte Díaz. La única solución real es prevenir su llegada.
España trabaja en la elaboración de una lista oficial de especies para permitir algunos animales y prohibir otros. Pero los expertos advierten que mientras exista demanda, habrá riesgo. La falta de regulación unificada y coordinación entre comunidades autónomas dificulta una respuesta efectiva.
