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La llegada de una serpiente invasora a este rincón de España activa el auge de plagas de chinches

La llegada de una serpiente invasora a este rincón de España activa el auge de plagas de chinches

La proliferación de insectos en Canarias revela hasta qué punto una alteración mínima puede desencadenar un efecto dominó en los ecosistemas.

Ejemplar de Lampropeltis californiae
Ejemplar de culebra real californiana en Gran Canaria, considerada la especie invasora más problemática del archipiélago.
Pierre Fidenci

Los ecosistemas de los archipiélagos tienen algo de Jenga: basta con mover una pieza para que toda la torre se tambalee. En Canarias, la pieza que ha hecho saltar el tablero es la culebra real californiana (Lampropeltis californiae), una serpiente llegada de contrabando a finales del siglo pasado que se ha instalado tan a gusto en Gran Canaria que ya se habla de ella como de la inquilina más problemática del archipiélago.

El último estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) no deja lugar a dudas: este reptil, que en su hábitat natural se alimenta de otras serpientes, ha cambiado de menú y devora sin contemplaciones a los lagartos, lisas y perenquenes endémicos de la isla. Y claro, si los depredadores locales desaparecen, los bichos hacen fiesta. Resultado: un 84% más de moscas y mosquitos, chinches multiplicados por cuatro y hasta hormigas y abejas doblando su población en las zonas invadidas.

La invasión ya se traduce en problemas muy tangibles. El aumento de hemípteros —vamos, chinches y compañía— no solo convierte una tarde de terraza en un festival de picaduras, también amenaza la agricultura y la salud pública. El repunte de artrópodos se relaciona con la transmisión de enfermedades y con la contaminación de cultivos, lo que eleva el asunto de simple molestia veraniega a preocupación seria para el sector agrario.

¿Se puede frenar a la serpiente? Canarias lleva desde 2007 intentando contenerla con campañas de captura. Se han retirado más de 20.000 ejemplares, pero el animal juega con ventaja: cada hembra pone más de diez huevos al año, pasa la mayor parte del tiempo bajo tierra y solo se deja ver en condiciones para ser cazada durante unos cuatro meses. En otras palabras: un festival de reproducción con barra libre y poca vigilancia.

El mapa de expansión tampoco invita al optimismo. Las serpientes ya se han consolidado en municipios como Gáldar, Telde, Santa Brígida, San Bartolomé de Tirajana o incluso Las Palmas de Gran Canaria. Y existe un riesgo real de salto a otras islas, donde ya han aparecido ejemplares aislados en Tenerife y Fuerteventura, lo que apunta a una dispersión difícil de controlar.

En definitiva, Canarias se enfrenta a una paradoja digna de manual: una serpiente llegada de California que devora a los reptiles locales, desata una plaga de insectos y complica la vida a los humanos. Todo por un capricho irresponsable que, como casi siempre en estas historias de especies invasoras, se convierte en un problema colectivo de dimensiones gigantescas.