El motivo por el que dormir con la calefacción encendida no es precisamente la mejor de las ideas
Bajar la temperatura cuando nos vamos a la cama no solo tiene ventajas económicas, sino que también puede mejorar de forma notable la salud y la calidad del descanso.

Dormir con la calefacción encendida toda la noche es una costumbre muy extendida en muchos hogares durante el invierno. Sin embargo, bajar la temperatura cuando nos vamos a la cama no solo tiene ventajas económicas, sino que también puede mejorar de forma notable la salud y la calidad del descanso. Así lo explica el medio alemán Chip, que analiza por qué conviene apagar o reducir la calefacción durante la noche.
Uno de los principales problemas de dormir con la calefacción alta es la sequedad del ambiente. En invierno, la combinación de aire frío en el exterior y calefacción en el interior reduce de forma significativa la humedad relativa. Cuando baja del 50 por ciento, las mucosas comienzan a secarse. El cuerpo lo nota y reacciona. Aparecen la congestión nasal, la irritación de garganta y una mayor vulnerabilidad frente a virus y bacterias.
El impacto no se limita a las vías respiratorias. La piel también sufre. Los cambios constantes de temperatura, el aire seco y las duchas calientes propias de esta época del año favorecen la deshidratación cutánea. Para las personas con problemas dermatológicos, mantener la calefacción encendida durante la noche puede suponer una sobrecarga adicional difícil de compensar.
Otro síntoma frecuente es despertarse con dolor de cabeza. Durante el sueño, el cuerpo pierde hasta 0,75 litros de líquido. Esta cifra aumenta cuando se duerme en una habitación caliente. La deshidratación nocturna puede provocar malestar general y cefaleas, ya que el organismo dispone de menos líquidos para transportar oxígeno de forma eficiente. Por este motivo, los expertos recomiendan apagar la calefacción por la noche y asegurarse de mantener una buena hidratación a lo largo del día.
El nivel de temperatura también influye directamente en la calidad del sueño. Para un descanso reparador, el dormitorio debería situarse entre los 15 y los 18 grados. Antes de acostarse, conviene apagar la calefacción y ventilar la habitación durante unos diez minutos. De este modo se renueva el aire, se mejora la oxigenación y se regula la humedad ambiental.
Si aun así el ambiente sigue siendo demasiado seco, existen soluciones sencillas. Colocar un recipiente con agua cerca del radiador o una toalla húmeda puede ayudar a aumentar la humedad. Cuando el problema persiste, un humidificador puede ser una inversión útil, especialmente en viviendas muy bien aisladas.
