El simple gesto con los radiadores que se convierte en clavada en la factura y además no calienta la casa
Puede hacerlo todo el mundo.
Con el frío a las puertas, millones de hogares italianos empiezan la batalla anual por mantener el calor sin dejarse el sueldo en la factura. Pero un gesto tan cotidiano como encender los radiadores en el momento equivocado puede convertirse en una trampa energética: se gasta más y, paradójicamente, la casa sigue fría.
El error más frecuente es encender la calefacción a mediodía, justo cuando el consumo eléctrico alcanza su punto máximo. Entre las 10 y las 15 horas, la red está saturada por millones de hogares y negocios demandando energía al mismo tiempo. El resultado: un sistema menos eficiente, facturas más abultadas y radiadores que apenas calientan. En cambio, ponerlos en marcha temprano, antes de las 7, o al caer la noche, después de las 9, permite aprovechar mejor la diferencia térmica exterior y reducir el gasto.
La clave está en la planificación. Un termostato programable puede marcar la diferencia: encender los radiadores unos minutos antes de llegar a casa y apagarlos cuando no hay nadie evita derroches innecesarios. Dejar la calefacción encendida durante todo el día “por si acaso” es una práctica que encarece la factura sin mejorar el confort.
El mantenimiento también cuenta. Radiadores purgados, válvulas termostáticas revisadas y un sistema libre de fugas garantizan que el calor se distribuya de forma uniforme. A esto se suma el aislamiento del hogar: ventanas de doble acristalamiento, persianas térmicas y burletes en puertas y rendijas ayudan a retener el calor acumulado durante más tiempo.
Hay además pequeños gestos que multiplican el efecto de la calefacción sin tocar el termostato. Aprovechar la luz solar abriendo las cortinas durante el día y cerrándolas al anochecer, o colocar alfombras en suelos fríos, puede suponer varios grados de diferencia. Las nuevas válvulas inteligentes, que ajustan automáticamente la temperatura según el momento del día, son otra herramienta para evitar el despilfarro.
Quienes aún usan radiadores antiguos deberían plantearse renovarlos. Los modelos modernos calientan de forma más rápida y homogénea, y aunque la inversión inicial puede parecer alta, se amortiza con creces en unos pocos inviernos.
Y no solo gana el bolsillo: también el planeta. Cada kilovatio que se ahorra reduce las emisiones de CO₂ y contribuye a un consumo energético más responsable. En muchos casos, además, los gobiernos ofrecen deducciones fiscales o ayudas por mejorar la eficiencia térmica del hogar. En resumen, calentar bien no es cuestión de potencia, sino de saber cuándo y cómo hacerlo.