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El despiste de EEUU que provocó la caída accidental de tres bombas más poderosas que la atómica en España

El despiste de EEUU que provocó la caída accidental de tres bombas más poderosas que la atómica en España

Dos dejaron cráteres y contaminaron la tierra con material radiactivo.

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Dos dejaron cráteres y contaminaron la tierra con material radiactivo.

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Dos dejaron cráteres y contaminaron la tierra con material radiactivo.

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Dos dejaron cráteres y contaminaron la tierra con material radiactivo.

El despiste de EEUU que provocó la caída accidental de tres bombas más poderosas que la atómica en España

Dos dejaron cráteres y contaminaron la tierra con material radiactivo.

Bossier City, LA, EE.UU. – 24 de enero de 2017: Un bombardero B 52 de la Fuerza Aérea de EE.UU., asignado a la Octava Fuerza Aérea del Comando de Ataque Global de la Fuerza AéreaGetty Images

Los accidentes militares en tiempos de guerra no solo han cambiado el curso de conflictos, sino que también han mostrado los riesgos propios de la tecnología bélica y las decisiones estratégicas bajo presión. Desde enfrentamientos mal coordinados hasta incidentes con armas de destrucción masiva, estos eventos han generado consecuencias devastadoras, tanto para los combatientes como para las poblaciones civiles.

Durante la Guerra Fría, la carrera armamentista y las tensiones nucleares llevaron a varios errores catastróficos. Explosiones no planificadas, desastres logísticos, colisiones de aeronaves o pruebas que salieron de control dejaron consecuencias permanentes en lugares como España, Japón y Estados Unidos. 

El 17 de enero de 1966, un error en pleno vuelo sobre el Mediterráneo español estuvo a punto de causar un desastre nuclear. Todo sucedió cuando un bombardero estadounidense B-52, cargado con cuatro bombas de hidrógeno, regresaba a su base en Carolina del Norte. Durante la maniobra de reabastecimiento en vuelo, el B-52 colisionó con la barra de combustible del avión cisterna KC-135. El impacto destruyó ambas aeronaves y arrojó tres de las bombas cerca de la localidad de Palomares, mientras que la cuarta cayó al mar.

El Incidente de Palomares

Este accidente, conocido como el "Incidente de Palomares", es uno de los casos más conocidos de los llamados "Broken Arrows" , como se denomina en la jerga militar a los accidentes que involucran armas nucleares. Aunque ninguna de las bombas estaba armada, el material explosivo convencional de dos de ellas detonó al impactar contra el suelo, dispersando plutonio radiactivo por la zona agrícola.

De las cuatro bombas de hidrógeno, dos dejaron cráteres y contaminaron la tierra con material radiactivo, mientras que una tercera fue recuperada intacta en una zona seca de un río. Sin embargo, la cuarta bomba desapareció en las aguas del Mediterráneo, lo que desató una gigantesca operación de búsqueda.

Durante casi tres meses, una flota de 33 barcos y equipos especializados peinaron el fondo marino. Finalmente, gracias al testimonio de un pescador local, la bomba fue localizada y recuperada intacta el 7 de abril de 1966.

Las consecuencias

A más de medio siglo del incidente, sigue siendo un ejemplo de cómo un pequeño error puede tener consecuencias globales. Cerca de 2.000 soldados estadounidenses y autoridades españolas trabajaron en la limpieza de los restos nucleares, enviando más de 1.400 toneladas de tierra contaminada a Estados Unidos para su tratamiento. Sin embargo, los protocolos de seguridad para evitar la exposición a la radiación no fueron uniformados. Mientras los estadounidenses tomaban medidas estrictas, muchos trabajadores locales estuvieron expuestos a riesgos que solo se conocieron años después.

Aunque Palomares recibió atención global, el accidente no fue un caso aislado. Durante la Guerra Fría, la estrategia de mantener bombarderos constantemente en el aire con armas nucleares llevó a más de 30 accidentes similares, algunos incluso envueltos en secreto. Hoy, en lugares como Georgia y Washington, bombas nucleares estadounidenses permanecen perdidas, registrando los peligros de una época donde la amenaza nuclear era constante.

Los accidentes militares en tiempos de guerra no solo han cambiado el curso de conflictos, sino que también han mostrado los riesgos propios de la tecnología bélica y las decisiones estratégicas bajo presión. Desde enfrentamientos mal coordinados hasta incidentes con armas de destrucción masiva, estos eventos han generado consecuencias devastadoras, tanto para los combatientes como para las poblaciones civiles.

Durante la Guerra Fría, la carrera armamentista y las tensiones nucleares llevaron a varios errores catastróficos. Explosiones no planificadas, desastres logísticos, colisiones de aeronaves o pruebas que salieron de control dejaron consecuencias permanentes en lugares como España, Japón y Estados Unidos. 

El 17 de enero de 1966, un error en pleno vuelo sobre el Mediterráneo español estuvo a punto de causar un desastre nuclear. Todo sucedió cuando un bombardero estadounidense B-52, cargado con cuatro bombas de hidrógeno, regresaba a su base en Carolina del Norte. Durante la maniobra de reabastecimiento en vuelo, el B-52 colisionó con la barra de combustible del avión cisterna KC-135. El impacto destruyó ambas aeronaves y arrojó tres de las bombas cerca de la localidad de Palomares, mientras que la cuarta cayó al mar.

El Incidente de Palomares

Este accidente, conocido como el "Incidente de Palomares", es uno de los casos más conocidos de los llamados "Broken Arrows" , como se denomina en la jerga militar a los accidentes que involucran armas nucleares. Aunque ninguna de las bombas estaba armada, el material explosivo convencional de dos de ellas detonó al impactar contra el suelo, dispersando plutonio radiactivo por la zona agrícola.

De las cuatro bombas de hidrógeno, dos dejaron cráteres y contaminaron la tierra con material radiactivo, mientras que una tercera fue recuperada intacta en una zona seca de un río. Sin embargo, la cuarta bomba desapareció en las aguas del Mediterráneo, lo que desató una gigantesca operación de búsqueda.

Durante casi tres meses, una flota de 33 barcos y equipos especializados peinaron el fondo marino. Finalmente, gracias al testimonio de un pescador local, la bomba fue localizada y recuperada intacta el 7 de abril de 1966.

Las consecuencias

A más de medio siglo del incidente, sigue siendo un ejemplo de cómo un pequeño error puede tener consecuencias globales. Cerca de 2.000 soldados estadounidenses y autoridades españolas trabajaron en la limpieza de los restos nucleares, enviando más de 1.400 toneladas de tierra contaminada a Estados Unidos para su tratamiento. Sin embargo, los protocolos de seguridad para evitar la exposición a la radiación no fueron uniformados. Mientras los estadounidenses tomaban medidas estrictas, muchos trabajadores locales estuvieron expuestos a riesgos que solo se conocieron años después.

Aunque Palomares recibió atención global, el accidente no fue un caso aislado. Durante la Guerra Fría, la estrategia de mantener bombarderos constantemente en el aire con armas nucleares llevó a más de 30 accidentes similares, algunos incluso envueltos en secreto. Hoy, en lugares como Georgia y Washington, bombas nucleares estadounidenses permanecen perdidas, registrando los peligros de una época donde la amenaza nuclear era constante.

Los accidentes militares en tiempos de guerra no solo han cambiado el curso de conflictos, sino que también han mostrado los riesgos propios de la tecnología bélica y las decisiones estratégicas bajo presión. Desde enfrentamientos mal coordinados hasta incidentes con armas de destrucción masiva, estos eventos han generado consecuencias devastadoras, tanto para los combatientes como para las poblaciones civiles.

Durante la Guerra Fría, la carrera armamentista y las tensiones nucleares llevaron a varios errores catastróficos. Explosiones no planificadas, desastres logísticos, colisiones de aeronaves o pruebas que salieron de control dejaron consecuencias permanentes en lugares como España, Japón y Estados Unidos. 

El 17 de enero de 1966, un error en pleno vuelo sobre el Mediterráneo español estuvo a punto de causar un desastre nuclear. Todo sucedió cuando un bombardero estadounidense B-52, cargado con cuatro bombas de hidrógeno, regresaba a su base en Carolina del Norte. Durante la maniobra de reabastecimiento en vuelo, el B-52 colisionó con la barra de combustible del avión cisterna KC-135. El impacto destruyó ambas aeronaves y arrojó tres de las bombas cerca de la localidad de Palomares, mientras que la cuarta cayó al mar.

El Incidente de Palomares

Este accidente, conocido como el "Incidente de Palomares", es uno de los casos más conocidos de los llamados "Broken Arrows" , como se denomina en la jerga militar a los accidentes que involucran armas nucleares. Aunque ninguna de las bombas estaba armada, el material explosivo convencional de dos de ellas detonó al impactar contra el suelo, dispersando plutonio radiactivo por la zona agrícola.

De las cuatro bombas de hidrógeno, dos dejaron cráteres y contaminaron la tierra con material radiactivo, mientras que una tercera fue recuperada intacta en una zona seca de un río. Sin embargo, la cuarta bomba desapareció en las aguas del Mediterráneo, lo que desató una gigantesca operación de búsqueda.

Durante casi tres meses, una flota de 33 barcos y equipos especializados peinaron el fondo marino. Finalmente, gracias al testimonio de un pescador local, la bomba fue localizada y recuperada intacta el 7 de abril de 1966.

Las consecuencias

A más de medio siglo del incidente, sigue siendo un ejemplo de cómo un pequeño error puede tener consecuencias globales. Cerca de 2.000 soldados estadounidenses y autoridades españolas trabajaron en la limpieza de los restos nucleares, enviando más de 1.400 toneladas de tierra contaminada a Estados Unidos para su tratamiento. Sin embargo, los protocolos de seguridad para evitar la exposición a la radiación no fueron uniformados. Mientras los estadounidenses tomaban medidas estrictas, muchos trabajadores locales estuvieron expuestos a riesgos que solo se conocieron años después.

Aunque Palomares recibió atención global, el accidente no fue un caso aislado. Durante la Guerra Fría, la estrategia de mantener bombarderos constantemente en el aire con armas nucleares llevó a más de 30 accidentes similares, algunos incluso envueltos en secreto. Hoy, en lugares como Georgia y Washington, bombas nucleares estadounidenses permanecen perdidas, registrando los peligros de una época donde la amenaza nuclear era constante.

Los accidentes militares en tiempos de guerra no solo han cambiado el curso de conflictos, sino que también han mostrado los riesgos propios de la tecnología bélica y las decisiones estratégicas bajo presión. Desde enfrentamientos mal coordinados hasta incidentes con armas de destrucción masiva, estos eventos han generado consecuencias devastadoras, tanto para los combatientes como para las poblaciones civiles.

Durante la Guerra Fría, la carrera armamentista y las tensiones nucleares llevaron a varios errores catastróficos. Explosiones no planificadas, desastres logísticos, colisiones de aeronaves o pruebas que salieron de control dejaron consecuencias permanentes en lugares como España, Japón y Estados Unidos. 

El 17 de enero de 1966, un error en pleno vuelo sobre el Mediterráneo español estuvo a punto de causar un desastre nuclear. Todo sucedió cuando un bombardero estadounidense B-52, cargado con cuatro bombas de hidrógeno, regresaba a su base en Carolina del Norte. Durante la maniobra de reabastecimiento en vuelo, el B-52 colisionó con la barra de combustible del avión cisterna KC-135. El impacto destruyó ambas aeronaves y arrojó tres de las bombas cerca de la localidad de Palomares, mientras que la cuarta cayó al mar.

El Incidente de Palomares

Este accidente, conocido como el "Incidente de Palomares", es uno de los casos más conocidos de los llamados "Broken Arrows" , como se denomina en la jerga militar a los accidentes que involucran armas nucleares. Aunque ninguna de las bombas estaba armada, el material explosivo convencional de dos de ellas detonó al impactar contra el suelo, dispersando plutonio radiactivo por la zona agrícola.

De las cuatro bombas de hidrógeno, dos dejaron cráteres y contaminaron la tierra con material radiactivo, mientras que una tercera fue recuperada intacta en una zona seca de un río. Sin embargo, la cuarta bomba desapareció en las aguas del Mediterráneo, lo que desató una gigantesca operación de búsqueda.

Durante casi tres meses, una flota de 33 barcos y equipos especializados peinaron el fondo marino. Finalmente, gracias al testimonio de un pescador local, la bomba fue localizada y recuperada intacta el 7 de abril de 1966.

Las consecuencias

A más de medio siglo del incidente, sigue siendo un ejemplo de cómo un pequeño error puede tener consecuencias globales. Cerca de 2.000 soldados estadounidenses y autoridades españolas trabajaron en la limpieza de los restos nucleares, enviando más de 1.400 toneladas de tierra contaminada a Estados Unidos para su tratamiento. Sin embargo, los protocolos de seguridad para evitar la exposición a la radiación no fueron uniformados. Mientras los estadounidenses tomaban medidas estrictas, muchos trabajadores locales estuvieron expuestos a riesgos que solo se conocieron años después.

Aunque Palomares recibió atención global, el accidente no fue un caso aislado. Durante la Guerra Fría, la estrategia de mantener bombarderos constantemente en el aire con armas nucleares llevó a más de 30 accidentes similares, algunos incluso envueltos en secreto. Hoy, en lugares como Georgia y Washington, bombas nucleares estadounidenses permanecen perdidas, registrando los peligros de una época donde la amenaza nuclear era constante.

Los accidentes militares en tiempos de guerra no solo han cambiado el curso de conflictos, sino que también han mostrado los riesgos propios de la tecnología bélica y las decisiones estratégicas bajo presión. Desde enfrentamientos mal coordinados hasta incidentes con armas de destrucción masiva, estos eventos han generado consecuencias devastadoras, tanto para los combatientes como para las poblaciones civiles.

Durante la Guerra Fría, la carrera armamentista y las tensiones nucleares llevaron a varios errores catastróficos. Explosiones no planificadas, desastres logísticos, colisiones de aeronaves o pruebas que salieron de control dejaron consecuencias permanentes en lugares como España, Japón y Estados Unidos. 

El 17 de enero de 1966, un error en pleno vuelo sobre el Mediterráneo español estuvo a punto de causar un desastre nuclear. Todo sucedió cuando un bombardero estadounidense B-52, cargado con cuatro bombas de hidrógeno, regresaba a su base en Carolina del Norte. Durante la maniobra de reabastecimiento en vuelo, el B-52 colisionó con la barra de combustible del avión cisterna KC-135. El impacto destruyó ambas aeronaves y arrojó tres de las bombas cerca de la localidad de Palomares, mientras que la cuarta cayó al mar.

El Incidente de Palomares

Este accidente, conocido como el "Incidente de Palomares", es uno de los casos más conocidos de los llamados "Broken Arrows" , como se denomina en la jerga militar a los accidentes que involucran armas nucleares. Aunque ninguna de las bombas estaba armada, el material explosivo convencional de dos de ellas detonó al impactar contra el suelo, dispersando plutonio radiactivo por la zona agrícola.

De las cuatro bombas de hidrógeno, dos dejaron cráteres y contaminaron la tierra con material radiactivo, mientras que una tercera fue recuperada intacta en una zona seca de un río. Sin embargo, la cuarta bomba desapareció en las aguas del Mediterráneo, lo que desató una gigantesca operación de búsqueda.

Durante casi tres meses, una flota de 33 barcos y equipos especializados peinaron el fondo marino. Finalmente, gracias al testimonio de un pescador local, la bomba fue localizada y recuperada intacta el 7 de abril de 1966.

Las consecuencias

A más de medio siglo del incidente, sigue siendo un ejemplo de cómo un pequeño error puede tener consecuencias globales. Cerca de 2.000 soldados estadounidenses y autoridades españolas trabajaron en la limpieza de los restos nucleares, enviando más de 1.400 toneladas de tierra contaminada a Estados Unidos para su tratamiento. Sin embargo, los protocolos de seguridad para evitar la exposición a la radiación no fueron uniformados. Mientras los estadounidenses tomaban medidas estrictas, muchos trabajadores locales estuvieron expuestos a riesgos que solo se conocieron años después.

Aunque Palomares recibió atención global, el accidente no fue un caso aislado. Durante la Guerra Fría, la estrategia de mantener bombarderos constantemente en el aire con armas nucleares llevó a más de 30 accidentes similares, algunos incluso envueltos en secreto. Hoy, en lugares como Georgia y Washington, bombas nucleares estadounidenses permanecen perdidas, registrando los peligros de una época donde la amenaza nuclear era constante.

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Soy redactora en El HuffPost España, donde te cuento las historias más curiosas y te intento ayudar a encontrar esos detalles que marcan la diferencia en la vida cotidiana.

 

Sobre qué temas escribo

Tengo el privilegio de escribir sobre una amplia variedad de temas, con un enfoque que abarca tanto actualidad como estilo de vida. Escribo con la intención de contarte historias que te interesen y ofrecerte información que hagan tu vida un poco más fácil.


Te ayudo a no caer en estafas, te doy consejos de salud y cuidado personal, además de recomendaciones de destinos para tu próximo viaje.


Mis artículos son un surtido de historias curiosas, viajes, cultura, estilo de vida, naturaleza, ¡y mucho más! Mi objetivo es despertar tu curiosidad y acompañarte con lecturas útiles y entretenidas.

  

Mi trayectoria

Soy madrileña, pero con raíces en Castilla-La Mancha. Estudié Periodismo en la Universidad Ceu San Pablo, aunque siempre digo que mi verdadera escuela ha sido El HuffPost, el lugar donde escribí mis primeras líneas como periodista. Empecé como becaria y ahora colaboro en este medio que me ha visto crecer.


Mi pasión por el periodismo nació en la infancia, cuando dibujaba las portadas de los medios deportivos y soñaba con convertirme en una de aquellas reporteras que veía en la televisión.

 


 

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