El nombre de mujer que llevan 26.000 personas en España y su invención se atribuye a Shakespeare
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El nombre de mujer que llevan 26.000 personas en España y su invención se atribuye a Shakespeare

Inventó 1.700 palabras y tres nombres que todavía son muy comunes.

El nombre de mujer que llevan 26.000 personas en España y su invención se atribuye a Shakespeare

Inventó 1.700 palabras y tres nombres que todavía son muy comunes.

El nombre de mujer que llevan 26.000 personas en España y su invención se atribuye a Shakespeare

Inventó 1.700 palabras y tres nombres que todavía son muy comunes.

El nombre de mujer que llevan 26.000 personas en España y su invención se atribuye a Shakespeare

Inventó 1.700 palabras y tres nombres que todavía son muy comunes.

El nombre de mujer que llevan 26.000 personas en España y su invención se atribuye a Shakespeare

Inventó 1.700 palabras y tres nombres que todavía son muy comunes.

Shakespeare (1564-1616) leyendo Hamlet a su familia. (Foto: Archivo Hulton/Getty Images)Getty Images

Los nombres son mucho más que simples etiquetas; a menudo encierran significados profundos, historias familiares transmitidas de generación en generación, o incluso reflejan tradiciones culturales arraigadas. Algunos llevan detrás historias tan sorprendentes como que el propio William Shakespeare lo inventara para una de sus obras. 

En España, más de 26.000 mujeres lo llevan como nombre propio. Su invención se atribuye directamente a Shakespeare, quien se inspiró en una breve mención bíblica del nombre hebreo Iscah y lo adaptó con el ingenio fonético que lo caracterizaba.

Se trata del nombre de Jessica y pareció por primera vez en El mercader de Venecia, una de las obras más complejas y debatidas del autor inglés, y desde entonces ha viajado de los escenarios de Londres a los registros civiles de medio mundo.

Tres nombres y 1.700 palabras

Hace más de cuatro siglos, el escritor Shakespeare no solo redefinió el teatro y el lenguaje, sino que dejó huella en aspectos inesperados de nuestra vida cotidiana. Entre sus muchas contribuciones a la cultura, popularizó el nombre de Jessica tras bautizar así a la hija del personaje Shylock.

El gesto tan simple de dar nombre a un personaje marcó el inicio de una larga historia que ha llevado este nombre hasta la actualidad, convertido en uno de los más frecuentes entre las generaciones nacidas desde finales del siglo XX.

Jessica no fue el único nombre que Shakespeare acuñó. También introdujo Olivia y Miranda, y sumó más de 1.700 palabras al inglés, incluyendo expresiones tan comunes hoy como heart of gold o green-eyed monster

Cuatro siglos después

Más allá de sus aportaciones al lenguaje, su literatura transformó los prototipos de la época, dotando a sus personajes de una profundidad psicológica sin precedentes. Su fascinación por la muerte, el amor y el poder, la musicalidad de sus sonetos y la universalidad de sus temas mantienen a Shakespeare como una figura central del canon literario. Que un nombre ficticio creado para una joven enamorada haya perdurado tanto tiempo no es más que otra muestra del impacto que tuvo y sigue teniendo este genio literario. 

Los nombres son mucho más que simples etiquetas; a menudo encierran significados profundos, historias familiares transmitidas de generación en generación, o incluso reflejan tradiciones culturales arraigadas. Algunos llevan detrás historias tan sorprendentes como que el propio William Shakespeare lo inventara para una de sus obras. 

En España, más de 26.000 mujeres lo llevan como nombre propio. Su invención se atribuye directamente a Shakespeare, quien se inspiró en una breve mención bíblica del nombre hebreo Iscah y lo adaptó con el ingenio fonético que lo caracterizaba.

Se trata del nombre de Jessica y pareció por primera vez en El mercader de Venecia, una de las obras más complejas y debatidas del autor inglés, y desde entonces ha viajado de los escenarios de Londres a los registros civiles de medio mundo.

Tres nombres y 1.700 palabras

Hace más de cuatro siglos, el escritor Shakespeare no solo redefinió el teatro y el lenguaje, sino que dejó huella en aspectos inesperados de nuestra vida cotidiana. Entre sus muchas contribuciones a la cultura, popularizó el nombre de Jessica tras bautizar así a la hija del personaje Shylock.

El gesto tan simple de dar nombre a un personaje marcó el inicio de una larga historia que ha llevado este nombre hasta la actualidad, convertido en uno de los más frecuentes entre las generaciones nacidas desde finales del siglo XX.

Jessica no fue el único nombre que Shakespeare acuñó. También introdujo Olivia y Miranda, y sumó más de 1.700 palabras al inglés, incluyendo expresiones tan comunes hoy como heart of gold o green-eyed monster

Cuatro siglos después

Más allá de sus aportaciones al lenguaje, su literatura transformó los prototipos de la época, dotando a sus personajes de una profundidad psicológica sin precedentes. Su fascinación por la muerte, el amor y el poder, la musicalidad de sus sonetos y la universalidad de sus temas mantienen a Shakespeare como una figura central del canon literario. Que un nombre ficticio creado para una joven enamorada haya perdurado tanto tiempo no es más que otra muestra del impacto que tuvo y sigue teniendo este genio literario. 

Los nombres son mucho más que simples etiquetas; a menudo encierran significados profundos, historias familiares transmitidas de generación en generación, o incluso reflejan tradiciones culturales arraigadas. Algunos llevan detrás historias tan sorprendentes como que el propio William Shakespeare lo inventara para una de sus obras. 

En España, más de 26.000 mujeres lo llevan como nombre propio. Su invención se atribuye directamente a Shakespeare, quien se inspiró en una breve mención bíblica del nombre hebreo Iscah y lo adaptó con el ingenio fonético que lo caracterizaba.

Se trata del nombre de Jessica y pareció por primera vez en El mercader de Venecia, una de las obras más complejas y debatidas del autor inglés, y desde entonces ha viajado de los escenarios de Londres a los registros civiles de medio mundo.

Tres nombres y 1.700 palabras

Hace más de cuatro siglos, el escritor Shakespeare no solo redefinió el teatro y el lenguaje, sino que dejó huella en aspectos inesperados de nuestra vida cotidiana. Entre sus muchas contribuciones a la cultura, popularizó el nombre de Jessica tras bautizar así a la hija del personaje Shylock.

El gesto tan simple de dar nombre a un personaje marcó el inicio de una larga historia que ha llevado este nombre hasta la actualidad, convertido en uno de los más frecuentes entre las generaciones nacidas desde finales del siglo XX.

Jessica no fue el único nombre que Shakespeare acuñó. También introdujo Olivia y Miranda, y sumó más de 1.700 palabras al inglés, incluyendo expresiones tan comunes hoy como heart of gold o green-eyed monster

Cuatro siglos después

Más allá de sus aportaciones al lenguaje, su literatura transformó los prototipos de la época, dotando a sus personajes de una profundidad psicológica sin precedentes. Su fascinación por la muerte, el amor y el poder, la musicalidad de sus sonetos y la universalidad de sus temas mantienen a Shakespeare como una figura central del canon literario. Que un nombre ficticio creado para una joven enamorada haya perdurado tanto tiempo no es más que otra muestra del impacto que tuvo y sigue teniendo este genio literario. 

Los nombres son mucho más que simples etiquetas; a menudo encierran significados profundos, historias familiares transmitidas de generación en generación, o incluso reflejan tradiciones culturales arraigadas. Algunos llevan detrás historias tan sorprendentes como que el propio William Shakespeare lo inventara para una de sus obras. 

En España, más de 26.000 mujeres lo llevan como nombre propio. Su invención se atribuye directamente a Shakespeare, quien se inspiró en una breve mención bíblica del nombre hebreo Iscah y lo adaptó con el ingenio fonético que lo caracterizaba.

Se trata del nombre de Jessica y pareció por primera vez en El mercader de Venecia, una de las obras más complejas y debatidas del autor inglés, y desde entonces ha viajado de los escenarios de Londres a los registros civiles de medio mundo.

Tres nombres y 1.700 palabras

Hace más de cuatro siglos, el escritor Shakespeare no solo redefinió el teatro y el lenguaje, sino que dejó huella en aspectos inesperados de nuestra vida cotidiana. Entre sus muchas contribuciones a la cultura, popularizó el nombre de Jessica tras bautizar así a la hija del personaje Shylock.

El gesto tan simple de dar nombre a un personaje marcó el inicio de una larga historia que ha llevado este nombre hasta la actualidad, convertido en uno de los más frecuentes entre las generaciones nacidas desde finales del siglo XX.

Jessica no fue el único nombre que Shakespeare acuñó. También introdujo Olivia y Miranda, y sumó más de 1.700 palabras al inglés, incluyendo expresiones tan comunes hoy como heart of gold o green-eyed monster

Cuatro siglos después

Más allá de sus aportaciones al lenguaje, su literatura transformó los prototipos de la época, dotando a sus personajes de una profundidad psicológica sin precedentes. Su fascinación por la muerte, el amor y el poder, la musicalidad de sus sonetos y la universalidad de sus temas mantienen a Shakespeare como una figura central del canon literario. Que un nombre ficticio creado para una joven enamorada haya perdurado tanto tiempo no es más que otra muestra del impacto que tuvo y sigue teniendo este genio literario. 

Los nombres son mucho más que simples etiquetas; a menudo encierran significados profundos, historias familiares transmitidas de generación en generación, o incluso reflejan tradiciones culturales arraigadas. Algunos llevan detrás historias tan sorprendentes como que el propio William Shakespeare lo inventara para una de sus obras. 

En España, más de 26.000 mujeres lo llevan como nombre propio. Su invención se atribuye directamente a Shakespeare, quien se inspiró en una breve mención bíblica del nombre hebreo Iscah y lo adaptó con el ingenio fonético que lo caracterizaba.

Se trata del nombre de Jessica y pareció por primera vez en El mercader de Venecia, una de las obras más complejas y debatidas del autor inglés, y desde entonces ha viajado de los escenarios de Londres a los registros civiles de medio mundo.

Tres nombres y 1.700 palabras

Hace más de cuatro siglos, el escritor Shakespeare no solo redefinió el teatro y el lenguaje, sino que dejó huella en aspectos inesperados de nuestra vida cotidiana. Entre sus muchas contribuciones a la cultura, popularizó el nombre de Jessica tras bautizar así a la hija del personaje Shylock.

El gesto tan simple de dar nombre a un personaje marcó el inicio de una larga historia que ha llevado este nombre hasta la actualidad, convertido en uno de los más frecuentes entre las generaciones nacidas desde finales del siglo XX.

Jessica no fue el único nombre que Shakespeare acuñó. También introdujo Olivia y Miranda, y sumó más de 1.700 palabras al inglés, incluyendo expresiones tan comunes hoy como heart of gold o green-eyed monster

Cuatro siglos después

Más allá de sus aportaciones al lenguaje, su literatura transformó los prototipos de la época, dotando a sus personajes de una profundidad psicológica sin precedentes. Su fascinación por la muerte, el amor y el poder, la musicalidad de sus sonetos y la universalidad de sus temas mantienen a Shakespeare como una figura central del canon literario. Que un nombre ficticio creado para una joven enamorada haya perdurado tanto tiempo no es más que otra muestra del impacto que tuvo y sigue teniendo este genio literario. 

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Soy redactora en El HuffPost España, donde te cuento las historias más curiosas y te intento ayudar a encontrar esos detalles que marcan la diferencia en la vida cotidiana.

 

Sobre qué temas escribo

Tengo el privilegio de escribir sobre una amplia variedad de temas, con un enfoque que abarca tanto actualidad como estilo de vida. Escribo con la intención de contarte historias que te interesen y ofrecerte información que hagan tu vida un poco más fácil.


Te ayudo a no caer en estafas, te doy consejos de salud y cuidado personal, además de recomendaciones de destinos para tu próximo viaje.


Mis artículos son un surtido de historias curiosas, viajes, cultura, estilo de vida, naturaleza, ¡y mucho más! Mi objetivo es despertar tu curiosidad y acompañarte con lecturas útiles y entretenidas.

  

Mi trayectoria

Soy madrileña, pero con raíces en Castilla-La Mancha. Estudié Periodismo en la Universidad Ceu San Pablo, aunque siempre digo que mi verdadera escuela ha sido El HuffPost, el lugar donde escribí mis primeras líneas como periodista. Empecé como becaria y ahora colaboro en este medio que me ha visto crecer.


Mi pasión por el periodismo nació en la infancia, cuando dibujaba las portadas de los medios deportivos y soñaba con convertirme en una de aquellas reporteras que veía en la televisión.

 


 

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