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'Faust’ espectacular

'Faust’ espectacular

De qué va la historia. De un tipo mayor que se ha dedicado al estudio y la ciencia olvidándose del mundo, que de tanto estudiar descubre que le falta conocimiento.

Una escena de 'Faust'.
Una escena de 'Faust'.Miguel Lorenzo y Mikel Ponce (departamento de comunicación de Les Arts)

Comienza la temporada de ópera en España y la única producción completamente nueva para inaugurarla ¿dónde se hace? En Les Arts de Valencia, que tira la casa por la ventana apostando por un equipo fundamentalmente joven para montar Faust de Gounod.

De qué va la historia. De un tipo mayor que se ha dedicado al estudio y la ciencia olvidándose del mundo, que de tanto estudiar descubre que le falta conocimiento. El conocimiento carnal. Solo una persona como él, tan ávido de conocer, podría vender su alma al diablo para poder seguir conociendo. Claro que es consciente que, para obtener todo ese conocimiento, necesita el vigor juvenil que le permita disfrutarlo en todas sus consecuencias.

Pero, desde la Biblia, ya se sabe que con el conocimiento viene el pecado. Y que todo pecado tiene su castigo. Sí, esta ópera es un drama. Un drama puramente romántico, porque Fausto, nuestro protagonista, no solo descubre la carne joven y virginal que, como en Naked Atraction, es lo primero que se ve y llama y de la que disfrutará con ese vigor que le ha dado el diablo, sino el amor. Otro tipo de conocimiento, que pone en riesgo los planes diabólicos. ¡Qué fastidio para el Diablo!

Este mito romántico, que se instaló o globalizó en la sociedad occidental en el siglo XIX gracias a Fausto, la famosa novela de Goethe, y que según las crónicas produjo una epidemia de suicidios entre los jóvenes, persiste hasta nuestros días. Y esta ópera canta a que primero matrimonio y luego ya si eso sexo, todo lo demás es un drama y no digamos ya si ella se queda embarazada.

Que esta idea venga del mujeriego o womaniser de Goethe tiene bemoles. Él que no dudó en atesorar todo el conocimiento del mundo, incluido el del sexo. El caso y según el programa de mano, la obra no dejó títere con cabeza de múltiples compositores, empeñados en ponerle música a la novela. De todas ellas, la de Gounod es la que más éxito ha tenido convirtiéndose en ópera de repertorio actual, que el repertorio es un constructo social de cada época que lo llamará un clásico para legitimarlo.

Así que decimonónica, así que romántica, así que religiosa de sesgo cristiano. Por tanto, la pregunta es ¿Qué sentido tiene ver, oír y producir una ópera como esta hoy? Como espectadores huyamos de las respuestas historiográficas y musicológicas de la ópera. Esas no aportan conocimiento (carnal) sino datos y clasificación para los que necesiten ponerlo todo en su sitio.

El arte descoloca y el espectador quiere espectáculo. Y esta producción se lo da gracias a su director de escena, Johannes Erath, su escenógrafa, Heike Scheele, su vestuarista, Gesine Völlm, y el iluminador, Fabio Antoci, y el resto del equipo artístico. Lo hace con tal profusión que, como estamos en Valencia, pone en bandeja describirlo como una mascletá de efectos y acúmulos.

Lo que no es correcto, porque hay momentos que esa mascletá se encoje, se hace mínima, como en el segundo acto. Todo está muy medido. No son fuegos de artificio. Porque la gran pregunta que se ha hecho ese equipo artístico es: ¿cómo transmito a la platea actual el romanticismo que destila la obra? ¿Cómo les indico que esta novela cuestionaba su sociedad? ¿Los pongo en el XIX y les digo que es algo del pasado o les pongo en el XXI y les cuento que es algo que les afecta, algo que todavía no han superado?

Parte del elenco de 'Faust'.
Parte del elenco de 'Faust'.Miguel Lorenzo y Mikel Ponce (departamento de comunicación de Les Arts)

La decisión de este equipo artístico es clara. Apuesta por buscar imágenes que el público del XXI no solo lea como románticas hoy, sino que le provoquen esos sentimientos melancólicos. Como que Marguerite, la joven y virginal carne tentadora para Fausto y también su amor, sea una delicada bailarina que parasol en mano se pasea por una cuerda floja, como en una foto de principios del siglo XX. O fotografías de figuras de un circo vintage, de carromato y payaso blanco. O esa idea de espectáculo demodé, que, por el origen del director de escena, se ha de pensar sacada del cabaret centroeuropeo antes que de la revista española, pero podría serlo y que con artistas como Manolita Chen se mezclaron con circo. Imágenes que parecen de otro tiempo y resultan a este tan atractivamente melancólicas.

Un equipo artístico que ha creado un contexto para que Lorenzo Viotti, el director musical llamado a ser un icono de la música clásica, pueda hacer sonar a Gounod de forma actual, antes que de forma historicista. Y junto a eso, consiga que Ruth Iniesta, que fue cantante de musicales antes que soprano y que, por tanto, domina esto del teatro musical, pueda brillar siendo románticamente una Margarita del siglo XXI.

Construyendo a una mujer a la que todavía sigue atenazando una educación religiosa en la que la Virgen es el modelo subyacente. Y en el que la desgracia y marginación le vienen de la mano de un embarazo no deseado, por haber cedido y vendido al diablo por un cofre lleno de joyas, el brilli-brilli con el que se trata de deslumbrar a las mujeres —¿no se repite en nuestra sociedad hasta la saciedad que el mejor amigo de la mujer es un diamante?—, y haberse vendido por ellas al sexo.

Mefistófeles o el Diablo en Faust, en Les Corts de Valencia.
Mefistófeles o el diablo en 'Faust', en Les Arts de Valencia.Miguel Lorenzo y Mikel Ponce (departamento de comunicación de Les Arts)

Con su desgracia también hará desgraciada a su familia. Una familia reducida a un hermano que por esas ideas belicistas, primero, y por las ideas religiosas, después, se comporta como un payaso, que pena que el cantante que lo encarna no sea buen actor. El payaso blanco de los circos viejos que tanto echan en falta los políticamente melancólicos, reclamando su vuelta a las pistas de circo. Y, otro acierto del director de escena, que al traerlo muestra que esa imagen es ya a nuestros ojos, los del siglo XXI, ridícula. Rechazable.

Que la crítica pueda hacer este análisis y el público pueda sentir todo eso se debe a que esta nueva producción está hecha con sentido y sensibilidad. Algo que no parece por estar puesto en escena con exceso. Un exceso que desborda los sentidos y los sentimientos del espectador hasta agotarlos, hasta cansarlos, de pura saturación. Como se sentían los románticos excedidos por todos los estímulos que tenían a su alrededor y los sentimientos y emociones que eso le producían. Una situación que primero les hartó y luego les llevó al hastío, el spleen de Baudelaire, de finales de su siglo.

Y así se siente el espectador. No anegado sino inundado, sobrepasado, de historia, de música, de imágenes, de todo lo que se pueda imaginar una persona del siglo XXI en la ópera. Como si una dana emocional, musical y artística lo hubiera arroyado y una vez, fuera del teatro, tuviera que comenzar a recuperarse. Tratar de volver a la normalidad. Pero cuando alguien se expone a un espectáculo como este, eso ya no es posible. El cuerpo, sí el cuerpo, ha adquirido un conocimiento y una experiencia que no olvidará. La ópera, ese diablo.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.