Mario, asesor financiero, lleva 25 años viviendo en cruceros sin hogar en tierra y sus piernas han pagado un gran precio por ello
Después de más de 1.000 cruceros, su caso genera admiración y escepticismo a partes iguales.

Mientras la mayoría reserva un crucero como premio puntual (una semana de buffet, piscina y vuelta a casa), Mario Salcedo convirtió esa idea en un modo de vida. Este asesor financiero afincado en Florida lleva cerca de 25 años encadenando travesías hasta el punto de que, para él, el barco no es un viaje, sino su dirección habitual. Su historia, recogida por The Indian Times, ha hecho que muchos se pregunten dónde está la frontera entre “teletrabajar desde cualquier parte” y vivir literalmente en tránsito permanente.
Salcedo empezó a finales de los noventa, cuando los desplazamientos laborales le llevaron a notar que un crucero le ofrecía algo que no encontraba en hoteles y oficinas: una rutina estable dentro de un entorno que cambia. A principios de los 2000, la transición fue casi total. Reservaba viajes consecutivos y pisaba tierra solo lo justo entre un embarque y el siguiente. Con el tiempo, prescindió de lo típico en una vida en tierra: no tiene casa, no paga alquiler, ni impuestos de propiedad, ni facturas domésticas. Su “hogar” son camarotes, cubiertas y salones, casi siempre en barcos de Royal Caribbean.
La parte más sorprendente es que no está de vacaciones. Salcedo sigue trabajando a jornada completa como asesor financiero. Su oficina es donde abre el portátil, ya sea una zona tranquila del barco o el escritorio del camarote con vistas al mar. Mantiene horario de entre semana y gestiona carteras de clientes en remoto, apoyándose en la conexión a internet del barco (un detalle clave cuando tu centro de trabajo está en mitad del océano). Con los años, su presencia se volvió tan frecuente que tripulaciones y pasajeros terminaron conociéndole como "Super Mario".
Vivir así, claro, no sale gratis. Él calcula que su estilo de vida puede costarle entre 70.000 y 100.000 dólares al año, según el tipo de cabina, itinerarios y paquetes de internet. A cambio, ese importe incluye alojamiento, comidas, limpieza, ocio y transporte, y sustituye gastos típicos de tierra (coche, mantenimiento de vivienda, suministros o impuestos asociados a una propiedad).
También hay un peaje inesperado: Salcedo desarrolló el síndrome de mal de débarquement, un trastorno neurológico que provoca sensación de balanceo al estar en tierra. La paradoja es que dice encontrarse mejor cuando vuelve al movimiento del barco, algo que refuerza su decisión de seguir navegando.
Después de más de 1.000 cruceros, su caso genera admiración y escepticismo a partes iguales (por libertad, sostenibilidad, impacto ambiental o posible aislamiento). Pero él parece tenerlo claro: su casa no está en un punto fijo del mapa, sino en la siguiente salida hacia el horizonte.
