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Paloma Sánchez-Garnica despide su trilogía de Berlín: "Tenemos la responsabilidad de informarnos bien, de analizar y cribar, de no quedarnos solo con lo que nos gusta"

Paloma Sánchez-Garnica despide su trilogía de Berlín: "Tenemos la responsabilidad de informarnos bien, de analizar y cribar, de no quedarnos solo con lo que nos gusta"

La ganadora del Premio Planeta 2024 con la novela 'Victoria' cierra esta exitosa etapa en su carrera como novelista.

La escritora Paloma Sánchez Garnica en el aeropuerto Tempelhof de Berlín, ahora en desuso.
La escritora Paloma Sánchez Garnica en el aeropuerto Tempelhof de Berlín, ahora en desuso.JAVIER OCAÑA

Paloma Sánchez-Garnica ya trabaja en una nueva novela con la que da carpetazo a su etapa en Berlín, la ciudad alemana alrededor de la que se fue escribiendo la historia mundial del siglo XX y que ella utiliza como escenario en La decisión de Sofía, que estrenará película de la mano de Imanol Uribe el 3 de octubre, en Últimos días en Berlín, con la que fue finalista del Premio Planeta en 2021, y en Victoria, con la que finalmente ganó el reconocido galardón literario en 2024. 

Antes de cerrar etapa —o era, como se estila en el pop femenino—, antes de abandonar ese histórico Berlín, el del régimen nazi, el de la Segunda Guerra Mundial y el de la Guerra Fría, la escritora ejerció de cicerone para un nutrido grupo de periodistas con los que recorrió la capital alemana para revivir los escenarios  de las historias de esta trilogía. Pero especialmente nos acercó a los lugares en los que Victoria, la protagonista de su última novela, batalló por la libertad, conoció el amor, sufrió la pérdida, descubrió hasta donde puede llegar la ambición humana en la Alemania derrotada y dividida de la posguerra.

El itinerario nos llevó hasta las puertas del edificio de la radio RIAS, donde Victoria trabaja como periodista. Hasta el aeropuerto de Tempelhof, vital para los miles de ciudadanos del Berlín Occidental durante el bloqueo soviético de las rutas terrestres y fluviales. A la Potsdamer Platz, puesto fronterizo en la época de la división y que con el muro "quedó en tierra de nadie pero que ahora es una plaza espléndida que ha recuperado su papel como núcleo de comunicación". A sentarnos en las escalinatas del ayuntamiento de Schöneberg, desde cuyo balcón John F. Kennedy pronunció en 1963 su célebre discurso. Y, bajo un sol de justicia, a contemplar la solemnidad de la avenida Stalin, después llamada de Karl Max, que "es el ejemplo arquitectónico de las casas para el pueblo y que eran premios que se le daban a determinadas familias fieles al régimen soviético". 

Berlín tiene memoria y atesora cada huella de su historia para mostrarla a sus habitantes y a los que llegan de fuera. Y de esa memoria se ha nutrido Sánchez-Garnica para escribir sobre emociones, sentimientos y supervivencia.

Tú has dicho que lo tuyo no es novela histórica y que no te gustan que te encasillen ahí...

Y lo vuelvo a decir. No hay grandes acontecimientos históricos que sean el fundamento de la historia, el argumento. Mis personajes son personas con historias minúsculas, personajes como tú o yo, cuyas decisiones afectan a su a su entorno más privado, no a las generaciones posteriores. Lo que quiero es que el lector entre en las casas, en los hogares, en la vida privada de la gente, como si entrasen en su propia casa, y ser los ojos que observan lo que vivieron personas como nosotros en ese momento y cómo gestionaron sus vidas. Para mí eso es la literatura, la narrativa. Nadie se plantea que las novelas de Almudena Grandes sean históricas, pero esta manía de etiquetar... Todas las novelas, excepto las de ciencia ficción -y no todas-, se sitúan en un contexto histórico. La novela de mi finalista, Beatriz Serrano, Fuego en la garganta, te habla muy bien de lo que fueron los años 90, de lo que fueron los orígenes de Internet, tiene un contexto histórico, pero desde el punto de vista privado. Mis personajes no alteran la historia, la sufren y les condiciona, pero no la alteran. Son sentimientos y emociones personales. 

Aunque en las tres novelas el peso femenino es indudable, en Victoria son tres las protagonistas... ¿Por qué? 

Surgió del final de Ultimos días en Berlín: quería entender cómo sobrevivieron esas mujeres a esa tragedia tan brutal que vivieron en esa primavera y ese verano del 45. En esos momentos fueron las grandes heroínas de una ciudad destruida y fueron las únicas capaces, con los niños y los ancianos, de quitar escombros, de limpiar las calles y de reconstruir los hogares. Fueron ellas y por eso tenían que ser ellas las protagonistas.

Paloma Sánchez-Garnica delante del edificio de la radio RIAS en Berlín.
  Paloma Sánchez-Garnica delante del edificio de la radio RIAS en Berlín.

Dices que, especialmente en Victoria,  con estas historias has querido mostrar que en el lado malo también sufrieron.

¿Y dónde está el lado malo? A los alemanes se les responsabilizó, de forma oficial, por una directiva en Postdam, en el verano de 1945. Además de la división y de las cuatro ‘’d" —desnazificación, descentralización, democratización y desmilitarización— trasladaron la responsabilidad de la guerra a toda Alemania, a los alemanes. ¿Eran todos malos? No, pero lo que siempre pasa, la población general se vio envuelta por el nazismo. Hubo algunos que lo aceptaron de muy buena gana porque les benefició porque, claro, si cerraban un comercio de un judío y era su competencia, pues mejor para ellos. A los arios les prohibían comprar a los judíos y eso les beneficiaba, aunque lo suyo fuera de peor de peor calidad o no gustara, como pasaba en Últimos días en Berlín. Pero al final sufrieron la guerra, exactamente igual que todos los demás, y más las mujeres. Al final de la guerra, a esas mujeres no se les consideró víctimas porque eran alemanas y las grandes violaciones las hicieron los rusos, pero los norteamericanos y los ingleses tampoco quedaron atrás, también hicieron barbaridades.

¿Cómo juzgar a los malos? Porque además hay que tener en cuenta una cosa, en los juicios de Nuremberg, a los grandes, a los jerifaltes se les juzgó, pero hubo muchos responsables que se fueron de rositas porque eran protegidos de Estados Unidos, de los soviéticos... La información era poder en ese momento y, sobre todo en el lado de los aliados, a la hora de la reconstrucción de la Alemania que ellos manejaban, les interesaba promocionar a esos nazis porque eran los mejor preparados. Tiraron de esos que sí que eran responsables de las barbaridades en muchos casos del nazismo. ¿Dónde está el límite del mal, de los malos o de los buenos? Es que es una línea muy difusa porque qué responsabilidad tiene el pueblo alemán de todo lo que pasaba en los campos de concentración, porque algo sabían de lo que estaba pasando, y callaban. El miedo, el “no quiero problemas”... ¿Haríamos nosotros lo mismo?

En Últimos días en Berlín cuentas precisamente cómo el nazismo, el antisemitismo permeó en la población de una manera sutil...

Los totalitarismos no aparecen diciendo 'vamos a quitar las libertades', 'vamos a meteros miedos en el cuerpo'... No, no. Y Además Hitler para eso fue muy sutil y sabía que cada paso que daba para acorralar a los judíos tenía que darlo de forma segura. El pueblo alemán en 1933 no era especialmente antisemita. Era tan antisemita como podían ser los ingleses, los franceses o cualquier otro. Pero poco a poco se fueron retorciendo esos principios morales, los prejuicios, hasta ver con normalidad la violencia. Fue poco a poco: manipulación a través de la radio, mensajes sutiles de los judíos malos, los judíos perjudican a los arios... Y ese odio se fue filtrando sin darse cuenta en la conciencia de los alemanes normales. Unos de forma más evidente, lo aceptaron, como es el caso del personaje de Claudia que vive en un mundo en el que eso es normal y luego se va dando cuenta de que no es tan normal, de que le han engañado, de que ha sido manipulada. 

Claudia vive en ese caldo de cultivo del antisemitismo y poco a poco, con la guerra y sobre todo con el final de la guerra, se da cuenta de que estaba equivocada, de que se había dejado engañar por el nazismo. Pero fueron muchos los que se dejaron engañar por conveniencia, por comodidad, por lo que nos ocurre a la mayoría de los seres humanos, porque no queremos problemas.

Paloma Sánchez-Garnica en el Museo de los Aliados de Berlín.
  Paloma Sánchez-Garnica en el Museo de los Aliados de Berlín.

Se habla mucho de memoria y de guardar la memoria para no repetir los errores, pero eso errores se siguen cometiendo exactamente igual...

Exactamente igual no, pero casi. Y fíjate que los están cometiendo la gente más joven que han votado a Vox, gente joven. ¿Quién vota a la ultraderecha? Los jóvenes. Algo estamos haciendo mal cuando no estamos inculcando esos errores que se cometieron y que llevaron a la tragedia a Europa. El conocimiento a través de la lectura es el antídoto que tenemos para que eso no se repita. Todos tenemos la lectura al alcance de la mano porque todos sabemos leer y tenemos esa responsabilidad de informarnos bien, de analizar y de cribar toda la información, de no quedarnos con lo que nos gusta. Es una responsabilidad de cada uno: leer para tener un pensamiento crítico, un pensamiento propio y para entender el mundo a través de esta ventana del pasado. Todo eso nos lo da la lectura y es responsabilidad individual pero también de la sociedad.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Soy responsable de LIFE, esa sección en la que nos empeñamos en mostrar la cara amable de la actualidad, el lado hedonista de la vida, aunque no nos tapamos los ojos ante otras realidades.

 

Sobre qué temas escribo

Como responsable de la sección trabajo mano a mano y coordino a redactores que saben mucho de música, moda, tendencias de consumo, cine, crónica social...


A mí me gusta escribir sobre salud, consumo, medioambiente y bienestar. Pero sobre todo, me gusta entrevistar a referentes culturales y sociales. Escritores, científicos, actores, periodistas... que tienen cosas que contar y mucho que aportar. O a lo mejor, no tienen nada que contar y poco que aportar, pero eso también es interesante.

 

Mi trayectoria

Soy periodista por vocación y devoción. Quise ser Julia Otero y hasta hubo un tiempo en el que aparecí en una lista de mujeres periodistas jóvenes más influyentes.

 

He hecho radio -en la desaparecida Radio España porque soy generación X- y dirigí la revista Turismo Rural, en la editorial América Ibérica. Después fui redactora de Lifestyle en la Revista de Ana Rosa, redactora jefa de la revista Love y, además, he colaborado con muchos medios, entre ellos SModa y la revista decana de medioambiente Quercus.

 

Además, he presentado galas y libros, y he moderado mesas redondas.
Hace diez años que trabajo en El HuffPost donde entré para editar contenidos branded -y lo sigo haciendo-.

 


 

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