Los compañeros excluyen a su hijo del chat de clase, el instituto se convierte en una pesadilla y la madre escribe una carta sobrecogedora para pedir ayuda
La psicóloga que ha leído el testimonio: "Tiene una personalidad única y eso puede chocar con la homogeneidad del adolescente. No encajar no significa no valer”.

Filippo ha empezado primero de bachillerato con ganas de integrarse, pero lo que debía ser una nueva etapa se ha convertido en una cuesta arriba. Tras una discusión durante un partido de fútbol, sus compañeros lo han eliminado del grupo de WhatsApp y también le han retirado la palabra. Desde entonces, estes adolescente italiano se ha encerrado en sí mismo y su madre, Loredana T., ha enviado una carta al diario La Repubblica donde pide consejo a los expertos: no sabe si intervenir o dejar que su hijo afronte el conflicto solo.
La historia de Filippo no es la de un chico problemático ni conflictivo. Tiene 14 años, es de Roma y siempre ha sido un chaval sensible, soñador y con gustos diferentes a los de sus compañeros, porque le encantan los libros sobre animales y prefiere una tarde de lectura a una de fútbol. Durante la ESO no tuvo problemas para hacer amigos. Al contrario, vivió esa etapa rodeado de un grupo que se preocupó en integrarlo y valorarlo. "Había hecho amistad con todos y estaba bien en clase. Era feliz”, recuerda su madre.
El caso lo ha contado la propia Loredana en una carta en la que detalla cómo el cambio de etapa académica ha dejado a su hijo completamente solo. Ninguno de sus antiguos compañeros está en el nuevo centro, así que ha tenido que empezar de cero. A pesar de su carácter tímido, logró conectar con tres chicos de su nueva clase. Entre ellos estaba Giacomo, el típico chaval extrovertido y líder del grupo. Comenzaron a quedar fuera de clase, hacían los deberes juntos y jugaban algún que otro partidillo. Pero después de una de esas pachangas, todo se torció.
Filippo discutió con Giacomo tras una falta. Giacomo, enfadado porque su equipo había perdido, empezó a burlarse de él delante de todos. Nadie le defendió. Al día siguiente, parecía que no había pasado nada, pero los hechos dijeron lo contrario: una semana más tarde, Filippo descubrió que ya no estaba en la conversación de grupo con sus compañeros. Nadie le había dicho nada.
“Me dijo que no le importaba, pero yo sé que sí”, explica Loredana. Desde entonces, su hijo está cada vez más retraído. Le cuenta que en clase apenas le dirigen la palabra y que Giacomo parece estar empujando al resto a dejarle de lado. “Algunos días incluso me pide no ir al instituto. No quiero que viva así, ni que se sienta solo”.
Loredana se debate entre actuar o no. Piensa en hablar con la madre de Giacomo, pero teme que eso solo empeore las cosas. “No sé si intervenir o dejar que se las arregle solo. No quiero que se vea a mi hijo como un niño que no sabe manejarse. Pero también me pregunto si está viviendo una injusticia y entonces sí sería mi deber intervenir”.
La psicóloga y sexóloga María Claudia Biscione, después de conocer el caso, ha lanzado una reflexión directa a las familias: "Los padres quieren proteger, pero a veces hay que dejar que los hijos vivan experiencias duras para crecer y aprender a gestionar la frustración”. Y añade: “Filippo tiene una personalidad única y eso puede chocar con los códigos homogéneos de un grupo adolescente. No encajar no significa no valer”.
La especialista propone una vía de salida: reforzar los espacios en los que el chico se sienta cómodo. Recuperar el contacto con sus antiguos amigos, participar en actividades que le gusten o intentar conectar con otros compañeros menos influenciados por Giacomo. También anima a Loredana a no proyectar sus miedos. “Las angustias de los padres acaban siendo las de los hijos. Y eso puede convertirse en un escudo para no afrontar las dificultades”.
A Filippo, como a tantos otros adolescentes, no le hace falta un grupo inmenso para sentirse bien. A veces basta con una sola persona que lo entienda y le haga sentir aceptado. La verdadera tarea es encontrarla.