Una psicóloga sanitaria afirma por qué descansamos mejor en el pueblo: "Tu mente sale del modo alerta"
El cambio de ambiente permite a muchas personas desconectar de verdad.

Cuando planificamos unas vacaciones se abre un amplio abanico de opciones: playa, montaña, viajes internacionales o escapadas rurales, entre otros. Cada tipo de viaje aporta algo distinto, algunos están focalizados en disfrutar del sol y ocio, así como otros buscan la aventura, el descubrimiento cultural o el contacto con la naturaleza. Pero si lo que prima es descansar de verdad, pocas cosas igualan a la tradicional escapada al pueblo.
Según la psicóloga sanitaria Mari Carmen Bravo, alojarse en un pueblo rural favorece un descanso más profundo porque la mente abandona el permanente “modo alerta” que impone la vida urbana. “Menos ruido, no hay prisas, menos estrés, más naturaleza, menos tráfico, más calma y tranquilidad”, explica la experta en declaraciones recogidas por National Geographic. Es este cambio de ambiente el que permite a muchas personas desconectar de verdad.
Bravo, que impulsó el proyecto Psicología en Ruta, una iniciativa para llevar servicios de salud mental a zonas rurales que terminó cancelada por falta de financiación, afirma que “el contacto con la naturaleza y la vida más pausada tiene un efecto muy positivo en la reducción del estrés y la ansiedad”. Al reducir la sobrecarga de estímulos propios de la ciudad, el cerebro deja de gastar recursos tratando de vigilar constantemente el entorno y simplemente descansa.

¿Y en la playa por qué no?
Bravo subraya una distinción importante: desplazarse a una ciudad turística o a una playa puede significar cambio de paisaje, pero no necesariamente un verdadero descanso mental. “Los pueblos ofrecen un descanso emocional real, mientras que las ciudades o la playa hace que cambies de lugar, pero tu cerebro sigue en un ritmo bastante parecido al de la rutina, no hay un descanso real”, asegura.
Existe un perfil de viajero que se siente especialmente atraído por el turismo rural: personas que priorizan la serenidad y el ritmo pausado por encima de la acción constante. Su motivación no es tanto buscar grandes atracciones como disfrutar de lo sencillo y dejarse llevar sin mirar el reloj. Estas personas prefieren la calma, la desconexión y el contacto cercano con la naturaleza por encima del bullicio.
La otra cara de la moneda
Sin embargo, la psicóloga advierte que la afluencia masiva de visitantes también tiene consecuencias para los residentes rurales. Al igual que visitar un pueblo tiene consecuencias gratificantes y positivas para los viajeros, también puede provocar “estrés estacional” a los propios habitantes que ven llegar en masa a muchos turistas de golpe en fechas marcadas como Navidad, Semana Santa o vacaciones de verano.
De pronto los residentes se enfrentan a un mayor tráfico, establecimientos desbordados, subida de precios y una alteración de las rutinas locales que provoca irritabilidad, cansancio emocional y saturación. “Aunque no solemos pensar en esto pero buscando nuestra propia tranquilidad en las zonas rurales, podemos afectar la rutina de otros”, advierte Bravo alegando la necesidad de buscar un equilibrio que contente a ambas partes.
