Acabar con las ciudades escaparate o cómo no expulsar al residente por el turismo

Acabar con las ciudades escaparate o cómo no expulsar al residente por el turismo

La subida de los alquileres, la expansión de las terrazas y la desaparición de comercios locales son solo algunos síntomas de esta turistificación de cada vez más capitales de España.

Turistas junto a la estatua de Pablo Picasso en Málaga.Europa Press via Getty Images

En unas calles con tiendas de souvenirs, terrazas y un cartel con las siglas AT, que se repite en prácticamente todos los portales, acompañado de sus consiguientes cajetines con clave numérica para guardar las llaves se pasean unos cinco grupos de turistas con su guía de free tour que levanta un llamativo paraguas. Este es el paisaje común en el centro histórico de ciudades como Málaga, Valencia o Sevilla y que lleva sufriendo también desde hace años en Baleares o en Barcelona, la primera en poner en el tablero la palabra turistificación.

Los cascos históricos de estas ciudades se han vaciado de residentes locales y los datos hablan por sí solos. En Málaga el casco histórico tiene ya más viviendas de uso turístico que vecinos censados en el centro —hay 10 pisos turísticos por cada niño censado en el distrito centro—, en el sevillano barrio de Santa Cruz prácticamente no quedan vecinos: un 61,2% de las viviendas del barrio (un total de 1.015) son de uso turístico, según datos de un informe elaborado por la asociación de empresas turísticas Exceltur, en Barcelona la situación desbordó el plan de viviendas turísticas aprobado en 2014 (PEUAT), que logró limitar los apartamentos en la Ciutat vella y la Barceloneta y donde según Exceltur hay un 11,5% de viviendas turísticas sobre el total de viviendas.

Tal es ya el impacto de estas viviendas, que se ha llegado a colar en plena campaña electoral con la acción del candidato de Adelante Andalucía a la alcaldía de Málaga, Luis Rodrigo, en la que animaba a sellar los candados de las viviendas turísticas con cola en señal de protesta —aunque se disculpó posteriormente—, tras lo cual la Policía ha iniciado una serie de barridos para retirarlos de la vía pública. 

También volvió al candelero la ley turística de Canarias, de 2017, por la que se multa a los propietarios de apartamentos en zonas turísticas que residan en ellos o que lo utilicen como segunda residencia o la crítica que hizo en redes sociales la candidata a la alcaldía de Más Madrid, Rita Maestre, quien denunció que había un 98% de pisos turísticos ilegales en la capital.

Los especialistas coinciden en que la turistificación bajo el modelo de apartamentos turísticos, especialmente bajo el amparo de plataformas de alquiler que está ocupando cada vez más ciudades y ven muy lejano el manido concepto de “turismo sostenible” ya sea con los recursos naturales o con la población local.

“El turismo sostenible o no existe o es un término vacío y no expresa casi nada. Si en algún momento quiso decir algo, ya se encargó la industria de vaciarlo y dejarlo sin contenido mediante estrategias de greenwashing o similares”, se queja a El HuffPost Daniel Pardo, miembro de la Assemblea de Barris pel Decreixement Turístic (ABDT), quien recuerda que han sustituido ese término por “decrecimiento turístico”. Un proceso que aseguran que nadie ha iniciado y que por ahora apenas tienen referencias prácticas.

En este sentido, Claudio Milano, investigador en el departamento de Antropologia Social de la Universidad de Barcelona, apunta que no se va a llegar nunca a este punto a no ser que se reestructure la economía. “Es un concepto vacuo que no nos da el contexto real de hacia dónde podemos ir, que pasa por reducir estos costes ambientales y económicos de nuestras ciudades. Para poder hablar de ello tenemos que actuar hacia una diversificación económica, que pase por la transición ecológica y decarbonización”, señala.

Ciudades escaparate con el drama del alquiler de fondo

La consecuencia más evidente de esta turistificación masiva es la subida generalizada de los precios de alquiler. Según el informe ReviTUR elaborado por Exceltur, el uso de una vivienda turística da al propietario una rentabilidad entre 5.000 y 9.600 euros más que el uso residencial. Esto hace que en en ciudades como Madrid el precio del metro cuadrado alcance los 16,25 euros, en Baleares se llegue a los 15,96 euros el metro cuadrado o en Cataluña 15,68 euros, según datos de Fotocasa.

De este modo, se está fomentando una salida de los vecinos hacia barrios de la periferia e incluso localidades colindantes, dejando el centro como una especie de parque turístico similar a lo que ocurre con Venecia, donde la pandemia dejaba imágenes de un centro prácticamente vacío.

“Basta pasearse por el centro de Málaga, lo que se conoce como la almendra, el territorio intramuros de la muralla árabe para darte cuenta de que el centro se ha vaciado de población autóctona y está a merced del turismo”, ejemplifica José Damián Ruiz Sinoga, catedrático en el área de Geografía Física y Territorio de la Universidad de Málaga, quien recuerda que ya no solo se está produciendo un trasvase de población a barrios periféricos, sino también en localidades “del primer cinturón demográfico que lo constituirían pueblos como Cártama, Alhaurín, Almogía, Coín...”. Además, recuerda que en muchas zonas el precio del alquiler llega a suponer el 50% o el 60% de un salario medio. “Esto es inconcebible y no hay sociedad que lo aguante”, enfatiza.

Pardo cree que, aunque las medidas de limitación de la vivienda como el PEUAT de Barcelona, puedan ayudar al decrecimiento no son suficientes para acabar con la turistificación de las ciudades “precisamente porque la eficacia con respecto al control del alojamiento turístico no es la suficiente”. “O se dota mediante legislación de una ejecución inspectora sancionadora mucho más alta o, por ahí no se llega a todo y hay que entrar en cuestiones de movilidad reduciendo el número de vuelos y llegadas a la ciudad, porque es más difícil que haya aviones piratas que alojamientos piratas”, explica.

Pardo se queja que el procedimiento sancionador de estas viviendas turísticas ilegales, a cargo de la Generalitat, es muy “lento y tortuoso”: “Si lo comparamos con los procesos de desahucios de familias por motivos económicos, por impago de alquileres, es una cosa muchísimo más lenta”. “Disponer de la capacidad para hacer cumplir esas leyes, porque en Barcelona seguimos teniendo del orden de 8.000 a 10.000 apartamentos turísticos ilegales, se sabe que son ilegales, pero la capacidad inspectora sancionadora y de cierre no garantiza el cumplimiento”, recalca.

Del mismo modo, señala que la ley de vivienda aprobada en el Congreso esta semana deja grandes cabos sueltos con respecto al alquiler turístico y el alquiler de temporada. “Es abocarnos a todos a contratos de alquiler de 11 meses que cuando se acabe, te vas. Literalmente es peor el remedio a la enfermedad”, explica Pardo.

Milano también ve ciertas lagunas al PEUAT y recuerda que, aunque consiguió limitar en parte los alquileres en el centro, ha provocado la proliferación de dinámicas turísticas en otros barrios como Can Baró o el Carmel en Barcelona. “Cuando empezamos con la moratoria aquí en Barcelona L’Hospitalet empezó con su marca LH y empezó a tener muchísimas licencias hoteleras en la ciudad de L’Hospitalet. Lo que muchas veces ha generado la limitación en muchos centros neurálgicos de actividad turística, luego ha generado crecimiento en otras zonas y otros focos de crecimiento a través de otros espacios físicos”, recuerda.

A pesar de esta situación, Pardo reniega de decir que el centro de las ciudades se está quedando como un simple escenario para el turista. “Nosotros denunciamos la expulsión de vecinas y vecinos por presión inmobiliaria ejercida por la actividad turística o por otros factores también derivados de la turistificación. Pero no, vivo en el barrio gótico, probablemente uno de los más turistificados de la ciudad y me opongo a la idea de que el gótico es un barrio fantasma ni que ya no vive nadie o que esté cerca de serlo”, recalca y asegura que incluso en casos extremos como el de Venecia “sigue viviendo gente aunque sea difícil verla”.

“Creo que no es ni acertado ni interesante para la supervivencia de los centros históricos y barrios turistificados en general, darlos por muertos. Eso es algo que he hablado con personas de aquí, no está muerto sino que no tienes las herramientas ni el conocimiento para llegar a él, pero hay vida allí abajo", señala.

La pérdida de comercios locales y la folclorización del patrimonio

Este fenómeno se debe en gran parte al cambio del modelo turístico que coloca las ciudades en el centro. “En los últimos 50 años, desde los años 70 hemos visto como las ciudades son el centro neurálgico de la acumulación del capital y, por tanto, el capital turístico”, apunta Milano, quien recuerda que estos espacios han pasado a ser de “producción social” a serlo de “producción económica”.

“El proceso de turistificación ha generado esta mercantilización y esta folclorización de nuestras actividades culturales, de la gastronomía, y se han empezado a utilizar términos como sostenibles, smart city como Málaga o Barcelona”, recuerda. Sin embargo, apunta a que esto no es algo nuevo y que estas dinámicas se dan desde que los arquitectos del modelo Barcelona de los años 80 hablaban de “monumentalizar el centro y habitar la periferia”.

El antropólogo recuerda que los espacios urbanos se han convertido “en grandes espacios de terrazas sin licencia”. Solamente en Barcelona se estima que hay unas 35.000 mesas en terraza, una cifra que resulta de un incremento de 10.000 mesas tras la pandemia. Ruiz Sinoga cree que la faceta de la restauración y el comercio son las otras damnificadas del turismo en las ciudades turistificadas. “No hay apenas comercios locales. Creo que en Málaga en calle Granada quedan un par de tiendecitas que las llevan personas mayores que las mimamos porque son los únicos comercios locales, el resto se trata fundamentalmente de estar volcado hacia la restauración y franquicias”, señala.

Esto se repite en ciudades como Valencia, Madrid, Sevilla o Barcelona, donde los anuncios de cierres de comercios centenarios por la subida del alquiler se repiten continuamente. Para Ruiz Sinoga esto es rentable porque se vive en un “modelo de éxito” que se vende como que “funciona bien”. “Pero llegará un punto que habrá que plantearse si a alguien, tanto local o extranjero, le compensa estar esperando una hora para tomarse una cerveza”, añade.

Milano también apunta al turismo de cruceros y a los grandes dividendos que generan en la capital condal. “Por eso también se amplió el puerto y se habla de la Marina de lujo en la Barceloneta”, señala. Vamos cada vez más hacia ese modelo y es muy difícil de revertir. No podemos poner sobre la mesa el debate de qué modelo de ciudad queremos ni qué ciudad queremos ni qué tipo de transición ni gentrificación queremos.

"Cuando hablamos de cultura tenemos que tener cuidado de no caer en la idea de conservarla, porque es cambiante, es dinámica y es normal que eso pase. También en ciudades con ciudadanos de distintos lares con mucho flujo migratorio, hay hibridación"
Claudio Milano, investigador en el departamento de Antropologia Social de la Universidad de Barcelona

En esto también se ven afectados los bienes culturales folclorizados y aislados, lo que también provoca la expulsión de los locales, como denuncia Milano, como ocurre con casos como los Bienes de Interés Cultural a nivel estatal o los patrimonios de la UNESCO. “Cuando hablamos de cultura tenemos que tener cuidado de no caer en la idea de conservarla, porque es cambiante, es dinámica y es normal que eso pase. También en ciudades con ciudadanos de distintos lares con mucho flujo migratorio, hay hibridación”, recalca y rehúye del concepto proteccionista para apoyar un modelo de subvenciones, ayudas e incentivos fiscales.

“Más que pensar en que aquello no se mueva porque a nivel patrimonial eso también es peligroso, cuando patrimonializamos un centro lo dejamos prácticamente muerto, lo deshumanizamos... Pero sí hablar de incentivos fiscales para aquellas actividades comerciales que llevan muchos años y que representan al legado de un territorio y de unos colectivos”, explica.

Los recursos, al límite

En una época de sequía, el foco también se pone en muchos de estos recursos naturales que consume el turismo, desde el agua a los regadíos de los campos de golf. Ruiz Sinoga denuncia que los gestores de la Junta de Andalucía, especialmente su presidente Juanma Moreno Bonilla, están minimizando la sequía para que no estropee la temporada veraniega, anunciando medidas contra la población pasado el verano.

“Tenemos ese déficit en cuanto a recursos hídricos, que tenemos a favor un clima estupendo, unas playas magníficas... Todo eso está muy bien, pero el territorio lo estamos saturando de tal manera que alguien en un momento determinado alguien tendrá que lanzar la voz de alarma y tendrá que plantear estrategias territoriales basadas en el sentido común”, explica y denuncia que mientras las piscinas y los campos de golf reciben agua, hay municipios locales que reciben aguas con cubas desde hace meses.

Esto sin tener en cuenta el impacto ambiental y de recursos que suponen determinadas intervenciones turísticas como el mediático caso de Villaricos en Almería o el puerto de Corralejo en Canarias, donde tal y como recuerda Milano “quieren hacer una máquina del lujo”. Precisamente el caso de Canarias, al igual que en Baleares, es uno de los territorios con los recursos más exprimidos, incluso recuerda que en la pandemia no paró la industria turística debido al nuevo perfil de nómadas digitales o residentes temporales.

"El territorio lo estamos saturando de tal manera que alguien en un momento determinado alguien tendrá que lanzar la voz de alarma y tendrá que plantear estrategias territoriales basadas en el sentido común"
José Damián Ruiz Sinoga, catedrático en el área de Geografía Física y Territorio de la Universidad de Málaga

Posibles soluciones, más utópicas que reales

Desde el PEUAT de Barcelona a la Ecotasa para turistas de las Islas Baleares pasando por la tasa turística de un 5% en ciudades como Berlín a la medida de Amsterdam para prohibir los apartamentos turísticos en el centro de la ciudad o la de reducir los vuelos al aeropuerto de Schipol, finalmente anulada por un tribunal neerlandés. Se han planteado numerosas soluciones, pero ninguna ha acabado de romper la turistificación.

“Tenemos que plantearnos si centrarnos en un sector que provoca muchísimas externalidades como es el turismo o diversificar hacia otros modelos. No hay ninguna ciudad en Europa que esté haciéndolo bien”, sentencia Milano.

Desde la Assemblea de Barris pel Decreixement Turístic, Pardo recalca que hay muchas ideas al respecto basadas en no aumentar la actividad turística, especialmente frenando la promoción. “Puede ser sencillamente destinar fondos públicos a la promoción turística, exenciones fiscales como hay a montones, privilegios fiscales a los combustibles fósiles como hay a montones”, señala Pardo.

“Hay una serie de entes que se mueven entre la escena pública y la privada que se dedican a buscar nuevas líneas aéreas para los aeropuertos, que eso tiene una participación pública importante, que no sé por qué se sigue haciendo. Eso serían cosas a dejar de hacer”, enfatiza.

"Todo ese turismo de ciudad se paga con nuestros impuestos y hay una desproporción. Se están haciendo una serie de gastos que la industria turística no contribuye a subsanar"
Daniel Pardo, miembro de la Assemblea de Barris pel Decreixement Turístic (ABDT)

Del mismo modo, apunta a que este modelo que está utilizando los recursos urbanos “para alojarlas en sitios y pasearlas por lugares” debería sufragar una serie de gastos públicos como la vigilancia, la limpieza o el mantenimiento, que pagan los residentes. “Todo ese turismo de ciudad se paga con nuestros impuestos y hay una desproporción. Se están haciendo una serie de gastos que la industria turística no contribuye a subsanar”, explica Pardo, quien denuncia también que deberían hacer frente a unas condiciones dignas de los trabajadores. Uniendo a estos dos gastos, desde la Assemblea aseguran que “el turismo perdería mucha rentabilidad y dejaría de ser tan interesante”.

Esto se debe en parte a la evolución del modelo del resort turístico aislado al de la ciudad: “A día de hoy se han dado cuenta de que la ciudad ya es un resort y no hace falta que se le pongan la infraestructura ni los servicios”.

Ruiz Sinoga ve urgente tramitar el problema del alquiler, con un modelo como el de Estados Unidos, donde se ha limitado la subida del alquiler a cinco años. “Hay que echarle imaginación y controlar que la población del centro, en parte, sea estable, ya no digo autóctona, pero que te garantice que no va a estar solo 24 o 48 horas. Hay que hacerlo mediante normativa, no veo otra explicación”, recalca.

Sin embargo, el catedrático abre una vía hacia la esperanza con una salida de la “dinámica del éxito del turismo” y equilibrando la ordenación territorial, donde los locales puedan convivir con una industria turística controlada. “Solo tenemos que mirar para atrás y ver cómo estábamos hace varios años con la pandemia y la situación tan crítica que atravesamos y la que hay ahora. Tiene que imperar el sentido común, de la ordenación de recursos y del territorio”. 

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Marina Prats es periodista de Life en El HuffPost, en Madrid. Escribe sobre cultura, música, cine, series, televisión y estilo de vida. También aborda temas sociales relacionados con el colectivo LGTBI y el feminismo. Antes de El HuffPost formó parte de UPHO Festival, un festival urbano de fotografía en el marco del proyecto europeo Urban Layers. Graduada en Periodismo en la Universidad de Málaga, en 2017 estudió el Máster en Periodismo Cultural de la Universidad CEU San Pablo y en 2018 fue Coordinadora de Proyecto en la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE. También ha colaborado en diversas webs musicales y culturales. Puedes contactarla en marina.prats@huffpost.es