Álex, electricista: "Me electrocuté, me caí de la escalera rodando y desperté agarrado a la barandilla del balcón"
Tras el accidente, al contrario de lo que podría imaginarse, en lugar de abandonar su oficio, se obsesionó con lo ocurrido.

España necesita con urgencia un incremento considerable en el número de profesionales en gran cantidad de sectores. Sin duda, unos de los más necesarios y de los que cada vez hay menos trabajadores son electricistas, fontaneros y técnicos de instalaciones, pero cada vez cuesta más encontrarlos. No es una percepción aislada ni una alarma reciente: centros de Formación Profesional, asociaciones empresariales y pequeñas compañías del sector llevan años avisando de lo mismo.
Hay trabajo, mucho, pero faltan manos. Para entender por qué ocurre esto basta con escuchar a quienes ya están dentro. El testimonio de Álex Zsurzs, electricista y lampista, ayuda a poner rostro a una profesión tan imprescindible como exigente.
Álex participó recientemente en Sector Oficios Pódcast, un espacio dedicado a conversaciones sin guion con profesionales de trabajos manuales y técnicos. Allí relató su llegada a España desde Rumanía y su progresiva incorporación al mundo de las instalaciones eléctricas y la fontanería. Su experiencia desmonta idealizaciones y deja claro que estos oficios no son para cualquiera.
Aprender trabajando… y callando
Durante sus primeros años en obra, Álex asumió rápidamente que el aprendizaje no era solo técnico, sino también jerárquico. "Tú tienes que estar ahí para todo", explica. Cambiar brocas, preparar herramientas o adelantarse a las necesidades del oficial formaban parte del día a día. No se trataba solo de saber, sino de estar disponible y rendir físicamente durante horas.
Sin embargo, trabajar demasiado bien tampoco era garantía de éxito. Álex recuerda que si un aprendiz destacaba por su rapidez o eficacia, podía convertirse en un problema. “No está bien visto hacer de más, porque luego se lo van a exigir al resto”, cuenta. En algunos entornos, sobresalir genera tensiones y rompe equilibrios no escritos.
Este clima, unido al desgaste físico, explica por qué muchos abandonan antes de consolidarse. Jornadas largas, presión constante y un trabajo que exige atención absoluta no encajan con la imagen idílica que a veces se tiene de los oficios.
El accidente que lo cambió todo
Entre todas las anécdotas que relata, hay una que marca un antes y un después en su vida profesional. Ocurrió mientras trabajaba en un piso antiguo. Tras picar un techo de escayola, Álex entró en contacto con unos cables que no esperaba encontrar.
"Fue una descarga muy fuerte", recuerda. El impacto lo lanzó por la escalera y perdió el conocimiento durante unos segundos. Cuando despertó, estaba agarrado a la barandilla del balcón. Un desenlace que podría haber sido fatal y que, en otros casos, habría supuesto un abandono inmediato del oficio.
En su caso ocurrió lo contrario. El accidente despertó una obsesión: necesitaba saber qué había pasado exactamente. No le bastaba con repetir procedimientos. Quería entenderlos. "En la obra te enseñan cómo hacerlo, pero no por qué. Preguntar era perder tiempo. Y yo necesitaba respuestas", explica. A partir de ese momento, comenzó a formarse por su cuenta, estudiando sistemas eléctricos y profundizando en aquello que antes solo ejecutaba de manera mecánica.
Jornadas eternas y números en rojo
Compatibilizar trabajo y formación no fue sencillo. Durante una etapa, Álex trabajaba de ocho de la mañana a cinco de la tarde y después asistía a clase hasta las diez de la noche. "Ahora lo pienso y hacía falta mucha energía y mucha ambición. Era agotador", reconoce.
Más adelante llegó otra de las realidades menos visibles del sector: la precariedad económica de los autónomos. Álex admite haberse arruinado varias veces. "Muy por debajo de cero", matiza. El problema, explica, es estructural: no te pagan si no tienes las cuentas al día, pero no puedes ponerlas al día porque tus clientes te deben dinero. Para él, la relación con las administraciones es uno de los aspectos más asfixiantes del oficio. Un círculo vicioso que deja a muchos profesionales al borde del abandono.
Aunque no existen cifras oficiales completamente actualizadas, los datos disponibles confirman la preocupación. Un estudio del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) situaba en 2023 a los instaladores eléctricos entre las ocupaciones más difíciles de cubrir, con niveles de empleabilidad cercanos al 100%.
Para paliar esta situación, los centros de Formación Profesional han ampliado su oferta con ciclos específicos de instalaciones eléctricas y automáticas. Aun así, el desequilibrio persiste: hay más demanda que profesionales disponibles.
Las razones son múltiples. La dureza física del trabajo, la falta de prestigio social y la elevada proporción de autónomos disuaden a muchos jóvenes. A esto se suma una tendencia clara: la preferencia por estudios universitarios no ha dejado de crecer en los últimos años, alejando a nuevas generaciones de los oficios técnicos.
La historia de Álex resume bien el problema. Hay trabajo, hay necesidad y hay oportunidades, pero también riesgos, sacrificios y un reconocimiento que sigue sin llegar. Y eso, en parte, explica por qué cada vez cuesta más encontrar a quien quiera subirse a la escalera.
