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Una empresa le reclama a un becario su premio de una rifa valorado en 360 euros porque lo consiguió durante un viaje de trabajo

Una empresa le reclama a un becario su premio de una rifa valorado en 360 euros porque lo consiguió durante un viaje de trabajo

La situación ha generado una enorme controversia pública. Numerosos usuarios en redes sociales se han posicionado a favor del empleado, mientras que varios abogados han señalado un aspecto que podría haberlo cambiado todo.

Joven trabajador en su oficinaGetty Images

Lo que empezó como una anécdota afortunada terminó convirtiéndose en un conflicto laboral con tintes legales y morales. Un becario de una empresa tecnológica con sede en Shanghái jamás imaginó que ganar un premio en una rifa acabaría costándole su puesto de trabajo. El caso, difundido inicialmente por un portal chino especializado en tecnología, ha provocado un intenso debate en redes sociales los límites entre lo profesional y lo personal sobre los límites entre lo profesional y lo personal cuando se está de viaje de empresa.

El joven fue enviado por su compañía a un evento del Nvidia Roadshow, una gira promocional en la que la multinacional presenta sus nuevos productos a desarrolladores y profesionales del sector. Hasta aquí, nada fuera de lo común. Sin embargo, al cierre del evento, los organizadores realizaron un sorteo entre los asistentes. La suerte quiso que el número del becario fuera el premiado: una tarjeta gráfica Nvidia GeForce RTX 5060, con un valor de mercado cercano a los 360 euros.

La satisfacción inicial duró poco. Esa misma noche, un compañero de trabajo le advirtió de que el departamento financiero ya estaba al tanto del premio y que, dado que el desplazamiento había sido sufragado por la empresa, el objeto debía considerarse propiedad corporativa. Según ese argumento, el becario no habría tenido acceso al sorteo de no ser por su condición de empleadoel beneficio no podía ser individual. y, por tanto, el beneficio no podía ser individual. 

Más tarde se supo que esta versión no era del todo cierta. El área de contabilidad no había iniciado ninguna reclamación formal; en realidad, el aviso provenía de un colega molesto, aparentemente movido por la envidia. Pero el rumor ya estaba en circulación y terminó llegando a oídos de la dirección.

A partir de ese momento, la situación se tensó. El becario fue citado en varias ocasiones por responsables de la empresa, que insistían en que el premio debía entregarse. El joven, por su parte, defendía que se trataba de un golpe de suerte ajeno a su trabajo: no había participado en el sorteo como representante de la compañía, ni había realizado ninguna acción profesional para obtener el premio.

Cuando Recursos Humanos entra en escena

El desacuerdo se prolongó durante días sin que ninguna de las partes estuviera dispuesta a dar su brazo a torcer. Finalmente, el departamento de Recursos Humanos intervino para "sugerir" una salida que, aunque presentada con diplomacia, dejaba poco margen de elección: quizá sería mejor que el becario buscara oportunidades laborales en otro lugar.

La respuesta fue inmediata. El joven presentó su dimisión y abandonó la empresa, llevándose consigo la tarjeta gráfica. A ojos de muchos, la decisión fue pragmática: conservar un premio de varios cientos de euros parecía más sensato que permanecer en un entorno laboral deteriorado por la desconfianza y el resentimiento.

La historia no tardó en hacerse viral en redes sociales chinas, donde la mayoría de los usuarios se posicionaron del lado del becario. Muchos se preguntaban qué lógica había detrás de confiscar un premio obtenido por azar. Otros ironizaban con escenarios opuestos: si durante un viaje de trabajo un empleado "ganara" una multa o una sanción económica, ¿también debería asumirla la empresa?

¿De quién es realmente el premio?

Más allá de la indignación popular, varios expertos legales fueron consultados para analizar el caso. Según abogados especializados en derecho laboral, la clave está en determinar si el premio fue consecuencia directa del desempeño profesional o simplemente fruto de la suerte.

En este caso, señalan, el hecho de que el becario asistiera al evento en nombre de la empresa no implica automáticamente que todas las actividades realizadas allí formen parte de sus funciones. Participar en una rifa no es una tarea laboral, ni está relacionada con su rendimiento o sus obligaciones contractuales. Por tanto, el premio debería considerarse un bien personal.

Eso sí, los expertos matizan que la situación podría haber sido distinta si existiera un contrato, cláusula interna o normativa empresarial que regulara expresamente este tipo de situaciones. También cambiaría el escenario si la empresa pudiera demostrar que la participación en el sorteo era una actividad vinculada a sus funciones profesionales. En ausencia de todo ello, el trabajador -incluso siendo becario- parte con ventaja en un hipotético conflicto legal.

El caso deja una lección clara: en un mundo laboral cada vez más difuso, donde los límites entre lo personal y lo profesional se solapan, incluso un golpe de suerte puede convertirse en un problema. Y no siempre compensa.