Por favor, habilita JavaScript para ver los comentarios de Disqus.
El precioso pueblito de Murcia que declaró la guerra al tambor y ahora es un superviviente

El precioso pueblito de Murcia que declaró la guerra al tambor y ahora es un superviviente

Una tradición rítmica con una gran historia detrás.

Imagen de archivo de gente tocando los tambores.Getty Images

Murcia, a menudo considerada una de las grandes olvidadas de España, es en realidad una tierra de inmensa riqueza histórica, cultural y natural. Esta región atesora un legado que abarca desde antiguas civilizaciones hasta tradiciones únicas que sobreviven al paso del tiempo. Con impresionantes obras arquitectónicas, pueblos llenos de encanto y una rica gastronomía, Murcia es un tesoro que muchas veces pasa desapercibido.

En esta región se esconde un acogedor pueblo conocido por sus tradiciones y por ser el epicentro de una de las celebraciones más emblemáticas de la Semana Santa. Estamos hablando de Mula, un lugar donde la historia, la cultura y la pasión se entrelazan para dar vida a una experiencia única. Pero si hay algo que define a esta localidad es la famosa Noche de los Tambores, una tradición rítmica con una gran historia detrás.

Aunque su origen está borroso, se cree que la tamborada muleña surge en la primera mitad del siglo XIX, ya que en 1859 hay documentos de las ordenanzas municipales intentando prohibir esta práctica fuera de las procesiones. Una restricción que buscaba preservar el orden en la sociedad pero que consiguió todo lo contrario, puesto que la pasión por los tambores creció tanto que en 1875 ya era una costumbre consolidada en esta región murciana. 

Un movimiento criticado

Se establecieron restricciones, se impusieron multas y se trató de regular una tradición que parecía imparable. Comenzó así un periodo al que muchos se refieren como “la guerra contra el tambor”. Esto provocó el nacimiento de los “nazarenos de la broma”, un grupo de jóvenes vestidos con túnicas y capirotes que, aprovechando su anonimato, gastaban bromas y cortejaban a las jóvenes de camino a las procesiones.

Un comportamiento que fue criticado por los sectores más conservadores de Mula, entre ellos la alta sociedad y el clero, quienes defendían que durante los días sagrados debía primar la seriedad. Pero a finales del siglo XIX la tamborada tenía más adeptos que nunca, por lo que lejos de achantarse, incrementó esta manifestación popular. Eso sí, se impusieron ciertas regulaciones en cuanto a horarios y días permitidos para tocar los tambores.  

Una verdadera superviviente

Los intentos de acallar el estruendo dieron lugar a un movimiento de resistencia que unió a vecinos y amantes de la tradición en una causa común. Sin embargo, la tamborada sufrió un declive con la llegada de la dictadura de Primo de Rivera, ya que se restringió todavía más el horario de toque de tambor, algo que no consiguió poner fin a la rebelión rítmica ya que consiguió resurgir con la Segunda República.

Durante la dictadura franquista, varios gobernadores locales intentaron imponer un impuesto por tocar los tambores, pero no se llegó a formalizar y lejos de abolir la tradición, les dieron a los muleños un empujón para seguir luchando por la causa. De forma que con la llegada de la democracia, la tamborada de Mula renació como una gran celebración que se mantiene en la actualidad.