Japón se pone seria con la llegada masiva de turistas y piensan en el impuestazo para la conservación urbana
Para evitar que el éxito turístico se convierta en un lastre para sus ciudades.

Japón se ha afianzado como uno de los epicentros turísticos más codiciados del planeta, capaz de atraer a millones de viajeros que buscan sumergirse en su mezcla única de tradición milenaria y vanguardia tecnológica. Sin embargo, ese éxito ha traído consigo un nuevo desafío: cómo manejar una avalancha de visitantes que pone a prueba la capacidad de sus ciudades, obligando al país a replantear su modelo turístico para proteger el entorno urbano.
El epicentro de esta tendencia es Kyoto, donde las autoridades han recibido luz verde para aplicar, a partir de marzo de 2026, un gravamen por alojamiento escalonado cuya franja superior llegará a los 10.000 yenes por persona y noche en estancias de alto precio. Esto se debe a la avalancha de visitantes que ha experimentado al país, ya que en lo que llevamos de 2025 las llegadas han superado por primera vez los 30 millones, según datos publicados por la Japan National Tourism Organization (JNTO).
El objetivo detrás de esta iniciativa es impedir que el éxito turístico se convierta en un lastre para sus ciudades históricas. Algunos puntos turísticos, como el monte Fuji, ya muestran los efectos de la masificación: “atascos humanos”, basuras y riesgos de seguridad. Por lo que medidas como el cobro por acceso y los límites de aforo para la temporada alta se vuelven completamente necesarias.
De gravamen a inversión
El nuevo sistema mantiene tipos bajos para los viajeros con presupuesto ajustado y eleva de forma pronunciada la carga sobre las estancias de mayor coste. La idea es que el turismo de alto poder adquisitivo aporte de forma proporcional a los costes que genera. El Ayuntamiento calcula que la recaudación por este impuesto podría duplicarse, pasando de alrededor de 5,2 mil millones de yenes anuales a unos 12,6 mil millones, un flujo que pretende financiar las contramedidas frente a la saturación.
Las autoridades aclaran que la prioridad es financiar ingeniería de sostenibilidad, es decir, ampliar flotas y corredores de transporte para repartir flujos, mejorar la gestión de residuos, reforzar servicios multilingües y campañas de educación sobre conducta cívica. Así como también se espera invertir en la conservación del paisaje urbano y los bienes culturales de Kyoto que tanto atraen a los visitantes.

En distritos emblemáticos como Gion, famoso por sus templos, casas de té y callejuelas históricas, los residentes han expresado su creciente malestar ante las actitudes irrespetuosas de algunos turistas, las fotografías sin consentimiento y la congestión constante en las vías más estrechas. Como respuesta, las autoridades locales han comenzado a imponer restricciones de acceso en áreas residenciales y a aplicar multas a quienes incumplan las normas de convivencia.
Frente a esta medida económica, muchos habitantes y comerciantes locales esperan que los fondos lleguen realmente a soluciones visibles: más transporte, menos calles saturadas y protección efectiva del patrimonio y la convivencia vecinal. En este sentido, Japón opta por un modelo de turismo basado en la corresponsabilidad: si un visitante contribuye a la presión sobre el entorno, también debe participar en el coste de preservarlo.
