Una pareja nómada digital holandesa se va en 2020 a Senegal y su próximo destino apunta a España: "El sur de Europa me atrae"
Nathalie y su marido cambiaron Holanda por Áfrtica. Cuatro años después, esta pareja ya sueña con mudarse al sur de Europa, y España está en su punto de mira.

Cuando Nathalie tenía 21 años vivió una temporada en Etiopía. Aquella experiencia africana le dejó una idea rondándole la cabeza: “Algún día volveré a África”. Lo que no imaginaba es que lo haría casada, con una vida hecha en Holanda y un puesto en una multinacional. Pero el destino —y su marido emprendedor— le movieron el suelo. En 2020 él decidió lanzarse a montar un negocio en Senegal con un amigo y, un año más tarde, ella hizo las maletas. “Fue una gran decisión dejarlo todo atrás: mi trabajo, nuestra casa, la familia, los amigos… pero no me he arrepentido ni un segundo”, asegura en una entrevista con el diario holandés De Telegraaf.
Ahora viven en pleno centro de Dakar, en un edificio de apartamentos cerca del puerto. De lunes a viernes, Nathalie trabaja como coach de liderazgo y asesora a mujeres de todo el mundo desde su portátil. Los fines de semana se escapan al pequeño pueblo costero de Somone, una especie de jungla con playa de postal. “Puedo organizar mi día como quiera y trabajar desde cualquier lugar”, cuenta, convencida de que la etiqueta de digital nomad no es postureo, sino una forma de vida.
Pero no todo es idílico. “En Dakar hay muchos neerlandeses, nos encontramos en embajadas, fiestas o eventos. Todos estamos sin familia aquí, así que es fácil hacer amigos. Tengo también amigos senegaleses, pero vivo sobre todo en una burbuja de expatriados”, reconoce. Y si algo ha aprendido de su nueva vida, es a regatear. “Si no sabes negociar, no vengas a Senegal”, bromea. “Aquí discutes el precio de todo, sobre todo de los taxis. Y el tráfico es un caos.”
Entre risas, Nathalie confiesa que el país la ha enamorado: la calma, la comida —“el thieb, un arroz con pescado que se come en la calle, todos juntos”— y la calidez de la gente. “Son amables, respetuosos, muy sociales… aunque eso sí, no se les da muy bien cumplir los horarios”, dice.
Mientras en Holanda cae la lluvia otoñal, en Dakar el termómetro supera los 30 grados y la humedad lo empapa todo. “Echo de menos los paseos por el bosque con las hojas de colores y una taza de chocolate caliente”, confiesa. Quizá por eso mira ya hacia Europa. “El sur de Europa me atrae. Quizá dentro de cinco años estemos en España”, dice con una sonrisa. La historia de Nathalie y su marido podría tener pronto una nueva parada: Andalucía, Canarias o cualquier rincón donde el sol y el wifi se den la mano.
