El ciberespacio es una tierra muy fértil para cualquier actividad relacionada con el chantaje, ya que todas tienen como objetivo el bien más preciado de la era digital: los datos. Sin gran complejidad técnica, con relativamente poco riesgo, y sin discriminar demasiado a las víctimas, pueden causar daños irreparables.
Cuando se trata de estafas tecnológicas, hay ocasiones en las que uno no sabe muy bien si echarse directamente a temblar o reconocer el ingenio maligno de los timadores, y temblar después.