30 años después del desastre de Chernóbil, la amenaza nuclear sigue al acecho
Lo único que rodea a los edificios abandonados es el silencio: una muñeca rota por aquí, un mueble ruinoso por allá, un buzón oxidado colgando de un tocón. La ciudad fantasma tiene un nuevo amo: la naturaleza, que se ha adueñado de la ciudad, reclamando su territorio. Los árboles crecen atravesando ventanas rotas y el musgo sale entre las grietas del asfalto.