La falta de políticas públicas de fomento de la cultura, la voracidad global de contenidos culturales gratuitos y la autoperpetuación del negocio cultural en manos de los grupos mediáticos y empresas de telecomunicaciones están convirtiendo a los autores y autoras en una nueva clase desprotegida, que si Marx levantase la cabeza denominaría lumpenproletariado intelectual.