La Plaza del Diamante, que vuelve a escena con el mismo montaje que le dio tanto éxito entre el público, es la historia de aquellos a los que les tocó vivir la Guerra Civil española, su precuela de pobreza y su secuela de miseria. Fiesta macabra que aún dejó bombillas de colores encendidas y escaparates de muñecas en los que dejar volar la imaginación infantil que nunca se pierde.
Hacía un calor de mil demonios, perdónenme la expresión así para empezar, pero es que en Mérida, en verano, cuando llega la noche, uno tiene que caminar alejado de las paredes porque te torras como besugo en el horno, y las piedras milenarias de su Teatro Romano no se quedan atrás.