Europa debe ocupar la silla vacía
"Mientras los estados rebeldes intentan sacar provecho del caos, Europa debe dar un paso adelante y asumir el papel que alguna vez desempeñó Estados Unidos".

Los Estados Unidos, a pesar de que han mantenido en las últimas décadas una trayectoria confusa y oscilante, han desempeñado hasta la segunda llegada de Trump un papel eminente e insustituible en la comunidad de naciones: eran los guardianes principales de los principios demoliberales, y en concreto de las grandes libertades civiles. El viaje norteamericano desde la independencia a la actualidad ha sido una epopeya que, a pesar de los baldones periódicos que han enmarañado la aventura, ha sido realmente admirable.
El ensalmo causado por el liderazgo USA se rompió, probablemente de forma irreversible, el pasado 28 de febrero. La escatológica humillación a la que el detestable Trump y su servil vicepresidente Vance sometieron a Zelenski en la Casa Blanca ha roto el basamento de la Alianza Atlántica, que reflejaba en el terreno esencial de la seguridad la afinidad entre unos países dispuestos a defender conjunta y solitariamente los principios rectores de nuestro modelo sociopolítico de convivencia. Antes y después de la caída del Muro de Berlín y del hundimiento del Pacto de Varsovia.
Esta desastrosa irrupción de Trump en un mundo con los populismos en ascenso ha dejado a Europa abandonada a su suerte, no solo porque se ha destruido el vínculo trasatlántico, fundamental en la solidez del armazón pluralista, sino también porque la detestable actitud del sátrapa norteamericano, que niega la sanidad universal, persigue con saña a los inmigrantes e infunde en el comercio mundial el cáncer de un proteccionismo malsano y empobrecedor, anima provocativamente al populismo europeo, que se ha visto robustecido por este nuevo aporte al arsenal iliberal.
En Alemania, donde ha tenido lugar el primer ensayo americano de apoyo a la ultraderecha en contra de las fuerzas democráticas moderadas, la apuesta procaz de Elon Musk en apoyo de “Alternativa para Alemania” ha fracasado. No parece que AfD, ya muy poblada por conocidos errores de la última etapa, haya crecido significativamente gracias a la injerencia de aquel siniestro personaje. Y hay en este pleito otros elementos tranquilizadores. El premier británico, Keir Starmer, está mostrando una solidez y un arrojo inesperados, y está liderando la defensa del Viejo Continente frente a Trump, es decir, frente a su histórico aliado esencial. Macron, hasta hace poco en ruinas, está recuperando peso e influencia gracias a aparecer junto a Starmer en esta misma batalla. Polonia y España, las dos potencias medias de la UE, forman una retaguardia activa y adquieren prestigio y visibilidad… Y va tomando cuerpo la idea de que, ya que los Estados Unidos han renunciado a su histórica misión moral, Europa debería aprestarse a tomar el relevo.
Se acaba de publicar en todo el mundo un artículo del analista polaco Slawomir Sierakowski (Project Syndicate, 1 de marzo de 2025) titulado “Estados Unidos ha desaparecido. Europa debe reemplazarlo”, en el que mantiene aproximadamente esta tesis. Este es el párrafo clave del trabajo periodístico: “con el fin del orden internacional de posguerra centrado en Estados Unidos, estamos presenciando el colapso de cualquier autoridad global. Mientras los estados rebeldes intentan sacar provecho del caos, Europa debe dar un paso adelante y asumir el papel que alguna vez desempeñó Estados Unidos. Eso comienza por apoyar plenamente a Ucrania frente a la agresión rusa”.Y añade: “Es cierto que Europa no es tan poderosa militarmente como Estados Unidos, pero eso no significa que sea débil. De hecho, tiene todas las cartas que necesita. Sus fuerzas militares combinadas están entre las más fuertes, experimentadas e innovadoras del mundo. La disputa en el Despacho Oval –que Trump y Vance parecían demasiado ansiosos por provocar– debería ser el impulso final para que Europa se ponga las pilas, después de décadas de complacencia. Tiene todo lo que necesita para valerse por sí sola, para apoyar a Ucrania y para disuadir a Rusia”.
Europa, en fin, debe tomar conciencia de la situación y de la misión que el destino le ha encomendado. Con una ventaja nada desdeñable: la deshonestidad del despreciable Trump está fortaleciendo la creciente tesis de que el Reino Unido debe regresar a la Unión Europea y corregir así el error histórico de una salida impulsada con marrullerías por los populistas, que se valieron de métodos indignos y de mentiras prefabricadas de grueso calado para provocar la defección.
Como reseña Sierakowski, El historiador Timothy Snyder, profesor de Yale y especializado en Europa, ha dado en el clavo al afirmar que en 2025 no se trata de lo que piense Estados Unidos, sino de lo que pueda hacer Europa. La política de Trump (una descripción generosa) solo puede ser rentable en el corto plazo; por ahora, nadie se atreverá a enfrentarse a Estados Unidos. Pero a largo plazo, el desmantelamiento del Estado norteamericano, los aranceles inútiles y el distanciamiento de amigos y aliados causarán daños duraderos.
En definitiva, Europa, que parece haber tomado conciencia de la ingrata realidad que supone el cambio habido en la primera potencia de la tierra, tiene que redescubrirse, que recabar el entusiasmo liberal de sus ciudadanos, que invocar orgullosamente su propia historia fundacional y que entenderse para afianza este proyecto a 27 que siempre ha redundado en beneficio común. La brutalidad del nuevo presidente americano nos da la ocasión de recapacitar, de reconstruirnos y de recuperar las ilusiones perdidas. Ojalá todos los actores llamados a este reagrupamiento estén a la altura de la convocatoria.