La sanidad privada perjudica seriamente la salud
"No ven pacientes, ven clientes. No ven enfermedades que curar, ven beneficios que engordar".

En biología se llama parasitismo a una relación donde un organismo vive a costa de otro obteniendo alimento o/y refugio y causando generalmente un daño a este último. Y nada podría definir mejor el comportamiento de la sanidad sanidad privada con el sistema público de salud.
Los audios del CEO de Ribera Salud, a cargo del hospital de Torrejón, reconociendo que eleva las listas de espera y rechaza pacientes para ganar más dinero, demuestra la verdadera naturaleza de la sanidad privada. Pero hay más, el periodista Pablo Linde, de El País, ha sacado a la luz una orden interna en ese mismo hospital para reutilizar material sanitario (catéteres) de un solo uso para ganar unos cuantos euros más a costa de poner en riesgo a pacientes y profesionales.
No ven pacientes, ven clientes. No ven enfermedades que curar, ven beneficios que engordar. Forma parte de su ADN, como el de cualquier otro parásito: incapaces de sobrevivir por sí mismos, localizan un huésped -en este caso la sanidad pública- y se dedican a debilitarlo y esquilmar sus recursos hasta dejarlo raquítico. El crecimiento y la expansión de gigantes como Ribera Salud y el grupo Quirón solo se entiende junto al maltrato sistemático y la infrafinanciación de la sanidad pública.
Nada nos cuesta tanto y nos aporta tan poco como la provisión privada de la sanidad pública que se ha convertido en el mayor saqueo del dinero de todos. Solo así se explica que el gobierno de Ayuso pueda asegurar que “el presupuesto en sanidad representa el 36% del total con más de 11.000 millones”. O que Estados Unidos, donde incluso artistas millonarios tienen problemas para pagar la factura médica, sea el país con más gasto sanitario pero con malísimos resultados para el conjunto de su población.
Los defensores de la mal llamada “colaboración público-privada” intentarán convencernos de que se trata de un caso aislado, un fallo del sistema que se puede resolver con una auditoría. Pero es todo lo contrario. No es una anécdota, es la norma. No se trata de alguien especialmente perverso o que haya actuado con mala fe si no que nos encontramos ante el perfecto funcionamiento de un modelo que cuesta vidas y al que se le están viendo las costuras. Si se tratara de una manzana podrida no habrían echado a las cuatro personas que alertaron por el canal interno ni habrían metido en un cajón el informe que alertaba del empeoramiento del servicio y la atención a los pacientes por los cálculos económicos.
Los hospitales públicos de gestión privada son un peligro porque responden antes a una junta de accionistas que al bienestar de la ciudadanía. Existe toda una ingeniería sanitaria que les permite seleccionar pacientes como un enamorado que deshoja una margarita con la letanía de “me renta, no me renta; me renta, no me renta”.
Esa capacidad de discriminar pacientes y alargar las listas de espera no surge de la nada. Ese poder para parasitar la sanidad pública es fruto de la simbiosis entre grandes multinacionales y políticos que, por ideología y a cambio de jugosos favores, les abren las puertas de nuestro sistema público de salud. Es evidente que Ayuso cree que lo público debe estar supeditado a los intereses de lo privado pero hay algo más. Como contraprestación por los servicios prestados -la Comunidad de Madrid ha pagado a los hospitales de Quirón el doble de los presupuestado en cuatro años- Ayuso vive a todo trapo en un ático de lujo y viaja en Maseratis.
Pero hay que recordar una cosa: estos parásitos no son invencibles, se puede acabar con ellos. Todo pasa por expulsar a quienes han convertido las consejerías de sanidad en sucursales de la sanidad privada, que paguen por sus fechorías y comenzar la senda de la desprivatización. Nos va la vida en ello.
