Pedro Sánchez como agujero negro
Tiene que haber un astro masivo en el centro de todo esto. Descomunal.

No crean ustedes que todos los cuerpos celestes se descubren por observación directa. A veces deducimos su existencia dado el extraño comportamiento de otros cuerpos que les rodean. Ocurrió por primera vez en 1846: los astrónomos no entendían el movimiento de Urano en el cielo, que parecía retar los principios de Newton. Urbain Le Verrier, un matemático francés que nunca había mirado por un telescopio, se enfrentó al problema. Trazó unas curvas sobre un papel, resolvió unas cuantas ecuaciones, y marcó una equis en la hoja con un lápiz. “En estas coordenadas tiene que haber un planeta que está perturbando gravitatoriamente a Urano”. Los astrónomos desconfiaron, pero, por si acaso, apuntaron el telescopio a ese punto preciso del cielo: el ser humano vio Neptuno por primera vez.
Este método indirecto se usa frecuentemente para localizar astros. A veces conseguimos verlos. A veces, no. Pero en astronomía los efectos gravitatorios de un cuerpo son una prueba tan sólida de su existencia como una fotografía del telescopio Hubble. Más allá del Cinturón de Kuiper —según sales de Madrid por la A-1, pillas la primera salida y tiras de frente 6.000.000.000 km— unos planetoides se alinean de formas tan raras que sólo se explican por la existencia de un planeta desconocido en los confines de nuestro Sistema Solar. Acercándonos al centro de la galaxia, ciertas estrellas giran como locas ¡alrededor de nada!, y alcanzan los 12.000 km/seg —para que se hagan una idea, es casi la velocidad con la que los sanchistas cambian de opinión según lo que vaya conviniendo al líder—.
Porque algunos cuerpos celestes tienen como propiedad definitoria su invisibilidad. Se trata de los agujeros negros, singularidades cósmicas que tienen la cara tan dura que incluso la luz no puede abandonar su encierro gravitatorio. Los agujeros negros cobran una importancia destacada en el ámbito de la astropolítica, rama de la astrología que estudia cómo los cuerpos políticos se comportan en el espacio exterior —exterior al Congreso de la Carrera de San Jerónimo—, con especial atención a las veces en que estos cuerpos se desvían de las órbitas previstas. De hecho, estos meses los astropolíticos se encuentran totalmente desconcertados por trayectorias inexplicables de algunos planetas políticos que se han salido de sus cursos habituales. Son varios. Tienen similares extravagancias. ¿Alrededor de qué orbitan?
Tiene que haber un astro masivo en el centro de todo esto. Descomunal. Si el agujero negro alrededor del cual giran la estrella S2 tiene cuatro millones de veces la masa de nuestro sol, el agujero negro alrededor del cual orbitan el planeta Cerdán, el satélite Koldo, la estrella Ábalos y el cinturón de asteroides fontaneros, directoras de cátedras y de orquesta, tiene que igualar esa cifra. Encontrar una única explicación a un conjunto de fenómenos diversos, —más que explicaciones independientes para cada uno de ellos—, fue siempre el anhelo de la ciencia y de Guillermo de Ockham. Aún no lo hemos visto, pero la materia oscura que ha empezado desvelarse en estas órbitas excéntricas nos señala hacia donde debemos apuntar el telescopio. El método de las perturbaciones gravitatorias pocas veces falla.
