Un país que brilla, una oposición a oscuras
"Frente a un Gobierno que actúa con rigor, lo único que impulsa al PP es su desbordante capacidad para hacer el ridículo".

La luz volvió. Y con ella, una certeza: en España, cuando hay una crisis, el Gobierno asume el mando y el Partido Popular corre al micrófono. El apagón que afectó este lunes a todo el país no solo dejó a millones de ciudadanos sin electricidad durante horas, sino que también dejó al descubierto una evidencia incómoda: frente a un Gobierno que actúa con rigor, lo único que impulsa al PP es su desbordante capacidad para hacer el ridículo.
Pedro Sánchez presidió el Comité de Seguridad Nacional junto al Rey, coordinó las actuaciones de emergencias con las comunidades autónomas, activó la UME, liberó reservas estratégicas, lideró la comunicación institucional, convocó al Consejo de Ministros para tomar medidas, se reunió con las eléctricas para aclarar lo ocurrido y comprometió su comparecencia en el Congreso de los Diputados. Mientras tanto, Alberto Núñez Feijóo intentaba sacar rédito político de la situación ante sus colegas del Partido Popular Europeo en Valencia. Ya hay que tener cara dura.
El líder del PP volvió a llegar a un incendio con un pulverizador de colonia: tarde, desubicado y con ansias de protagonismo. A eso, en su entorno, lo llaman sentido de Estado. El resto del país prefiere llamarlo por su nombre: ridículo.
El contraste es demoledor. Mientras el Gobierno trasladaba con transparencia la información disponible, trabajaba con diligencia y conseguía que al amanecer del martes el 99,5% del suministro estuviera restablecido, Feijóo se dedicaba a lanzar insinuaciones desde la sombra, como si una perturbación extrema del sistema eléctrico fuera culpa directa de Pedro Sánchez. No sabemos si el gallego cree que el presidente tiene un interruptor general en Moncloa, pero lo suyo no fue una crítica: fue una caída de tensión política en toda regla.
Y en ese apagón de liderazgo, no ha estado solo. A su derecha, Isabel Díaz Ayuso sigue sin explicar por qué su gestión de la COVID provocó 7.291 muertes en las residencias de Madrid mientras su pareja se enriquecía vendiendo mascarillas. Pero eso no le impide abrir a diario nuevas líneas de ataque contra el Gobierno, aunque sean con argumentos reciclados o tuits sin sentido. En esta crisis eléctrica, optó por el silencio casi elegante al principio, luego pidió ayuda al Gobierno y, finalmente, como el escorpión de la fábula, acabó clavando el aguijón. Porque va en su naturaleza depredadora.
Un escalón más abajo, Carlos Mazón volvió a demostrar su perfil: ausente cuando hay que estar, locuaz cuando ya es tarde. El día que una DANA golpeó la Comunidad Valenciana, estaba en un restaurante, con el móvil apagado. Estos días, mientras el Gobierno gestionaba el restablecimiento del sistema eléctrico, Feijóo lo ponía como ejemplo de buena gestión. Tal vez porque lo ve como un espejo: ambos llegan tarde, hacen poco y critican mucho. Eso sí, esta vez a Mazón no le quedó más remedio que pedir ayuda al Gobierno. Menos mal.
El problema de Feijóo no es solo que no tenga proyecto de país. Es que tampoco tiene reflejos, ni rumbo, ni liderazgo. Su papel en esta crisis ha sido tan irrelevante como predecible. Si Sánchez apaga el fuego, Feijóo sopla el humo. Si el presidente lidera, él titubea. Y si el Gobierno informa con datos y medidas, él responde con suspicacias y titulares. Un político que, en vez de sumar, resta; que, en vez de proponer, ataca; y que, en vez de estar… tuitea.
La deslealtad institucional de Feijóo ya no es un desliz: es una estrategia. El apagón lo dejó claro. Mientras ocho comunidades autónomas, la mayoría gobernadas por el PP, elevaban el nivel de emergencia y coordinaban su respuesta con el Gobierno de España, Feijóo seguía preguntándose si esto daba mejor para una portada o para un vídeo en blanco y negro con música dramática en redes. Un líder toma el mando. Feijóo espera a que las crisis evolucionen para convertirlas en munición política.
La ciudadanía ha visto cómo el sistema eléctrico nacional se colapsó en cinco segundos y como, en menos de 24 horas, volvió a estar operativo. Ha escuchado a Sánchez hablar con serenidad, sin grandilocuencia, detallando pasos, medidas y prioridades. Y también ha visto a Feijóo intentando convertir un apagón en una linterna electoral. No lo logró. Porque, por más que lo intente, quien no tiene proyecto ni energía solo puede ofrecer sombra.
España ha salido de esta crisis más fuerte y más preparada. Con el compromiso de depurar responsabilidades y buscar soluciones. El sistema ha demostrado su resiliencia. El Gobierno, su capacidad. Y el PP, su ya habitual vocación por la oscuridad. Ayer, mientras el país brillaba por su respuesta, la oposición volvió a quedarse, una vez más, a oscuras.
David Serrada Pariente es portavoz de Interior del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso