Velintonia, crónica de un monumento esquivado
Cuando el patrimonio inmaterial se convierte en cortina de humo.

Velintonia número 3, no es solo una dirección postal: es un símbolo. Allí una modesta vivienda guarda en sus muros los ecos de generaciones de poetas. No tiene torres ni mármol, pero sí una carga simbólica que el patrimonio monumental de Madrid pocas veces iguala. Allí vivió Vicente Aleixandre, premio Nobel de Literatura en 1977, y allí recibió, escuchó y alentó a nombres que cambiarían la literatura española. Esa casa fue mucho más que su morada: fue el corazón secreto de la poesía durante décadas. Allí convivieron la palabra, la resistencia intelectual y la poesía que sobrevivió a la dictadura. Fue lugar de reunión de la generación del 27, de los novísimos y de tantos otros. Pero para algunos gobiernos, lo que no tiene escalinata ni oropeles, no puede ser monumento.
Pese a esa historia viva, durante años Velintonia ha estado abandonada institucionalmente. La Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre y numerosos colectivos culturales han exigido su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC), la máxima figura de protección patrimonial que permite la ley. Pero el recorrido ha estado plagado de negativas, especialmente por parte de los sucesivos gobiernos del Partido Popular en la Comunidad de Madrid, que alegaban la falta de valores para otorgarle esa figura. ¿No bastaban acaso su historia, su simbolismo, su huella en la memoria colectiva? Para todos parecía indiscutible salvo para quienes decidían.
Con el tiempo, (2022) en lugar del BIC, se optó por una solución intermedia: declararla Bien de Interés Patrimonial (BIP). Una figura menor, sin las garantías jurídicas ni la carga simbólica del BIC. Esa decisión fue vista por muchos como una maniobra de mínimos, un reconocimiento sin convicción. En términos de protección real, la casa de Aleixandre seguía desprotegida frente a reformas, abandono o desnaturalización.
Hasta ahora.
La Comunidad de Madrid ha decidido finalmente declarar Velintonia como Bien de Interés Cultural, cosa que arrancará en un primer trámite el próximo 1 de julio en el ámbito del Consejo Regional de Patrimonio. A primera vista, la noticia parece celebrar la justicia poética. Pero al mirar más de cerca, el resplandor se opaca. La declaración no se hace bajo la categoría de "monumento", como cabría esperar para un lugar con presencia física, histórica y emocional, sino bajo una nueva categoría jurídica inventada ad hoc: “lugar de memoria”. Una figura que no existe con ese nombre en la Ley de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid, ni está desarrollada en la legislación estatal.
El resultado es una pirueta política, el gobierno presidido por Isabel Díaz Ayuso en 2025 hace una propuesta que se apropia del marco narrativo y los argumentos que rechazó en 2017 cuando fueron formulados por la oposición. Donde antes se decía que “no hay mérito suficiente”, ahora se afirma que el inmueble es fundamental para preservar la memoria cultural contemporánea.
Paradójicamente, el mismo gobierno regional que ha despreciado las políticas de memoria promovidas por el Ejecutivo central —criticando públicamente la Ley de Memoria Democrática— recoge ahora los conceptos de “memoria colectiva” y “espacio simbólico” como base para su declaración (expediente BIC-0009/2025). Una contradicción que no puede pasar desapercibida.
Lo que debería ser la mejor acción cultural del gobierno de Isabel Díaz Ayuso en esta legislatura —la compra pública de Velintonia para protegerla— queda empañada por la peor declaración como BIC que se recuerda en la historia reciente de Madrid con una lectura restrictiva y obsoleta del patrimonio. No se ha hecho desde la convicción patrimonial, sino desde la estrategia política: proteger sin rectificar. Porque declararla como "monumento" implicaría reconocer que las decisiones anteriores, como la de Marta Rivera de la Cruz —quien descartó que la casa tuviera valor suficiente—, fueron erróneas. El arte de inflar categorías para salvar las apariencias.
¿Puede modificarse una declaración patrimonial? Sí, jurídicamente es posible. Pero políticamente el actual consejero ha preferido el escapismo conceptual al compromiso material. Subir de categoría a Velintonia sería desdecirse, y eso, para ciertos gobiernos, parece más grave que traicionar la cultura. Además, la categoría escogida —vinculada a lo inmaterial— deja abierta una peligrosa puerta. El concepto de “patrimonio inmaterial” se ha convertido, en palabras de algunos expertos, en un cajón de sastre sin definición precisa, donde cabe todo y nada. Un investigador del Instituto de Ciencias del Patrimonio (INCIPIT) lo resumió con ironía: "si se puede excavar, no es inmaterial". Y Velintonia no sólo se puede excavar: se puede recorrer, restaurar, visitar, habitar. Es un lugar físico (con muros, tejado, jardín, rejas, escaleras…), un testigo concreto de una época. Lo que propone el gobierno regional es proteger su memoria poética sin blindar su estructura física, como si la poesía flotara en el aire y no necesitara un lugar para habitar. Esta forma de patrimonialización simbólica sin cuerpo tangible degrada el sentido mismo de la categoría BIC, vaciándola de contenido y sustituyendo la conservación por la puesta en escena.
Dejar su protección en el ámbito de lo simbólico es rebajar su verdadera naturaleza patrimonial. Si todo es patrimonio, entonces nada lo es. La ciudadanía necesita entender, ver, tocar y preservar aquello que constituye nuestra historia cultural. Y para ello las categorías deben ser claras, sólidas y coherentes con la ley.
No se trata solo de un debate técnico o jurídico. Velintonia representa algo más profundo. Ahora que ya es propiedad pública, urge que la declaración se ajuste a lo que realmente es: un monumento, una casa de la poesía. La Comunidad de Madrid tiene todavía margen para rectificar y elevar la figura de protección. Lo contrario sería mantener a Velintonia en una categoría menor, no por falta de méritos, sino por exceso de orgullo institucional. Se compró la casa, sí: una acción admirable. Pero si la figura elegida no impide reformas o usos arbitrarios, ¿qué sentido tiene la compra? El valor reside en protegerla integralmente.
Velintonia ha esperado décadas. Ha resistido la indiferencia, la burocracia y el olvido. No merece una victoria a medias.
Alicia Torija López es diputada por Más Madrid en la Asamblea de Madrid y vocal en el Consejo Regional de Patrimonio de la Comunidad de Madrid desde 2015