"Todavía estamos aquí": la resistencia de los cristianos palestinos en Navidad
Gaza, Cisjordania y el este de Jerusalén celebran las primeras fiestas en alto el fuego, tras dos años de horror. Sigue habiendo muerte y destrucción y ocupación, pero la esperanza sepultada brilla algo más. La resiliencia, que parece inagotable.

La comunidad cristiana de Tierra Santa está hoy en jaque. La guerra, la ocupación, la falta de libertades, de seguridad o de empleo ha cuajado en una crisis que tiene a los descendientes de los primeros seguidores de Cristo en niveles de 1950. Se calcula que hoy hay unos 200.000 cristianos en la zona, repartidos entre Israel (unos 150.000, sobre todo en el norte, de origen árabe) y Palestina (algo más de 50.000 entre Cisjordania y Gaza). En 1948, tras la declaración del Estado de Israel y la guerra posterior, suponían el 20% de la población nacional. Ahora no pasan del 2% en Israel y del 1,2% en los territorios ocupados palestinos.
Se han perdido casi 250.000 censados en un abrir y cerrar. En lugares como Nazaret (Israel) o Belén (Cisjordania), a la sombra de santos lugares como la Iglesia de la Anunciación o la Basílica de la Natividad, llegaron a ser el 90% de los vecinos. Eso ya es pasado. En ambas ciudades son ya menos del 10% de la población. Los números muestran la asfixia y el desencanto general de la población, muy especialmente la palestina, cansada de un conflicto viejo de casi 80 años que ha empeorado hasta niveles desconocidos tras el ataque de Hamás a Israel del 7 de octubre de 2023 (1.200 muertos, 250 secuestrados) y la ofensiva posterior de Tel Aviv sobre la Franja de Gaza (más de 70.000 muertos y aún contando bajo los escombros: puede llegarse a los 100.000).
Estas navidades son las primeras desde 2022 sin ofensiva de Israel en Gaza. No se puede hablar de paz, ni por asomo, cuando el alto el fuego alcanzado entre las partes y que entró en vigor el 10 de octubre no se está cumpliendo más que en parte. El Ejército de Israel, que domina media franja tras su línea amarilla, ha matado a centenares de personas (unas 500) desde entonces, a lo que se suman las fallecidas por derrumbes de edificios en mal estado (el 90% de todo el territorio quedó dañado o destrozado), y hasta por frío, con las inundaciones de las últimas semanas, en esos campamentos sin protección.
Con todo, no es sólo Gaza, esa que espera la implementación de la segunda fase de su mal llamado plan de paz, que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quería para Navidad. Es Cisjordania, también, donde la oleada de violencia tanto de Tel Aviv como de los colones es la peor en décadas: demoliciones, desplazamiento de población, quema de tierras, árboles y viviendas, disparos, redadas masivas, detenciones administrativas... Y es el este de Jerusalén, pretendida capital, un siglo de estos, de un Estado palestino de pleno derecho, ese que no aparece bien fijado en el muy cuestionable plan de Washington.
Sobrevivir y reconstruir
En Gaza existen tradicionalmente tres iglesias cristianas principales, la católica, ortodoxa griega y bautista, además de varias capillas y conventos. Quedan operativas la Parroquia Católica de la Sagrada Familia (que servía de refugio a civiles de toda condición), la Iglesia Ortodoxa de San Porfirio (una de las más antiguas, dedicada al patrón de la franja, con restos arqueológicos y una reliquia) y algunas capillas más pequeñas como las de la Madre Teresa y las Hermanas del Verbo Encarnado, pero todos los templos han sufrido daños y profanaciones en los dos años de ofensiva de Israel, según datos aportados por la Custodia de Tierra Santa, con sede en Jerusalén.
El pasado 21 de diciembre, el cardenal Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, realizó una emotiva y extraordinaria visita a la Sagrada Familia, en la ciudad de Gaza, esa a la que llamó los días desde octubre de 2023 y hasta su muerte el difunto Papa Francisco. Este era su cuarto viaje al enclave palestino después de que Israel lanzase su campaña en la zona y, por primera vez, desde el mortal ataque israelí a la parroquia en julio pasado. "Estamos en una situación muy precaria, como muchas otras en prácticamente toda Gaza", dijo a los fieles de la parroquia en un sermón de domingo. Porque ahora, dijo, "no sólo es el momento de sobrevivir", sino de "reconstruir la vida", en un contexto de destrucción y desplazamiento apocalípticos.
"Creemos que los poderes del mundo decidirán nuestro futuro. Pero en realidad, somos nosotros, los que estamos aquí, quienes decidiremos cómo reconstruirlo todo -dijo-. Os animo a no perder la esperanza. Ahora, estamos en una nueva fase de esta situación; no solo tenemos que sobrevivir, sino también reconstruir nuestra vida", dijo literalmente, en un intento de insuflar algo de ilusión, de paso. "En esta nueva etapa debemos traer el espíritu navideño, el espíritu de la luz, el espíritu de la ternura, el espíritu del crecimiento", añadió el italiano. "Ahora parece imposible, pero después de dos años de una guerra terrible, seguimos aquí". La resiliencia palestina, de nuevo, que a veces, más que un don, parece una maldición.

La prensa palestina, única que puede informar desde Gaza por el bloqueo a la internacional en el que persiste Israel, ha mostrado estos días imágenes de una especie de conjuro por la vida entre los cristianos de Gaza: niños y jóvenes bautizados, haciendo la primera comunión o confirmando su fe, cuando no lo han podido hacer a lo largo de este conflicto, adornos humildes en las iglesias, ceremonias para reivindicar sus creencias y celebrar la vida...
Pero los mensajes que hacen llegar por grupos de mensajería con prensa internacional no quedan eclipsados por ese mínimo brillo: "Mi deseo para el Año Nuevo es salir de aquí y reunirme con mi familia en el extranjero y que estemos en paz. Queremos vivir, solamente", dice George. "Hemos sido atacados incluso cuando sólo buscábamos refugio. Israel quiere borrar todo lo que Palestina es, y eso incluye a los cristianos. Ya éramos pocos y será muy complicado reconstruir la comunidad, hemos perdido mucho", añade Ramez.
"Si hay poca comida en los mercados, imaginen buscar adornos o juguetes. Si no hay dinero para alimentos, imaginen para lo accesorio. Si no tenemos ni casas ni desvanes ni sótanos ni pertenencias, la Navidad es vivir con lo puesto", denuncia Nisrin. Y añade Tony: "Nos dejaron rotos y hambrientos, con una punzada en nuestros corazones que no se desvanecerá. No tenemos ni casas donde celebrar la Navidad, sólo tiendas de campaña que se caen".
El padre Gabriel Romanelli, párroco de la Iglesia de la Sagrada Familia, define esta Navidad como "un tiempo difícil en Gaza, que nos lleva a lo esencial", como en estos dos años pasados. Y como en tiempos pasados, también. "Lo que les espera a los cristianos de Gaza es una Navidad difícil, que nos remonta a la Navidad de hace 2.000 años", reconoce. José tuvo que huir con Jesús a Egipto, "atravesando Gaza", según la tradición. "No es más difícil", continúa, "que lo que Jesús sufrió y sigue sufriendo a lo largo de la historia", expone a Vatican News.
Sobre el día a día de sus feligreses y de su propia parroquia, explica que, aunque los bombardeos masivos han terminado, "a veces todavía se oyen las explosiones, la tierra tiembla, pero hay más serenidad entre la gente". Existe, no obstante, "ansiedad" entre los residentes de la franja, al darse cuenta de que carecen de lo necesario para la supervivencia y la vida diaria. Y no saben por cuánto tiempo, dado el retraso en la entrada de ayuda humanitaria y en la reconstrucción, además del afán declarado del Gobierno de Benjamín Netanyahu de quedarse dentro de Gaza. Apunta algo básico, que no hay electricidad. "Vivimos con generadores, quemando cualquier cosa para generar un poco de energía, gracias también a los pocos paneles solares. Sin embargo, la mayoría de la gente, más de dos millones, vive en tiendas de campaña, donde también se necesita electricidad", observa.

Más cosas básicas: el agua potable escasea, como los medicamentos. Y la situación de los residuos se hace alarmante: la ciudad de Gaza está llena de basura por todas partes porque los vertederos que estaban fuera de la ciudad ahora se pueden usar al estar más allá de la línea amarilla, donde está estacionado el Ejército israelí. En este clima, Gaza intenta recordar que es Navidad, con pequeños regalos a los residentes del barrio, porque a más no llegan, y haciendo ya un enorme esfuerzo: huevos, pollos, mantas y ropa, sobre todo, son recibidos con alegría en una situación límite de la que ya casi no se habla. "Es una Navidad diferente", en la que se centran en "ir expresando nuestra fe mediante actos concretos de caridad".
Gaza formó parte históricamente de las rutas de peregrinación cristiana y se convirtió en un importante centro de fe durante la época bizantina. La Iglesia Ortodoxa de San Porfirio, del siglo V, sigue siendo una de las iglesias activas más antiguas del mundo. La tradición sostiene que, huyendo de la ira del rey Herodes, la Sagrada Familia pudo haber viajado al sur desde Belén por la antigua carretera costera que atravesaba Gaza antes de encontrar refugio en Egipto.
La ONG independiente Euro-Med Human Rights Monitor ha advertido, más allá de las creencias, que "el ataque implacable de Israel al patrimonio cultural de Gaza, considerado como guardián de la identidad y la memoria colectiva, forma parte del crimen más amplio de genocidio que se está perpetrando contra los palestinos". La eliminación sistemática por parte de Israel de los monumentos históricos y el patrimonio cultural de Gaza, de cristianos o de musulmanes, "no es sólo una tragedia palestina, sino una pérdida para toda la humanidad".
Donde empezó todo
Dos años han pasado sin que en la Iglesia de la Natividad de Belén, donde se supone que empezó todo, donde Jesús fue parido en un portal humilde, haya podido escuchar una canción clásica que, justamente, habla de paz. El tradicional himno "Noche de Navidad" se escucha en cada Misa del Gallo, un evento celebrado en la parroquia anexa a la gruta donde la tradición (y una estrella de plata regalo de España) marca el pesebre. "En la noche de Navidad, la guerra se entierra, en la noche de Navidad, nace el amor", se escucha. En esta tierra ocupada, siempre suenan con más profundidad estas palabras. Ahora, con el sometimiento posterior al 7-O, arranca lágrimas, como se ha visto en estos días.
Mientras la guerra en Gaza se prolongaba, la Navidad en Belén acababa siendo una celebración sombría, sin las festividades, decoraciones ni música tradicionales. Israel impuso controles tan severos en Cisjordania que el cruce de turistas se puso a cero. El miedo a una contienda mayor, a ataques o proyectiles (desde Líbano, Yemen o Irán) hizo que se desplomasen las visitas exteriores. Pero este año, las familias acuden de nuevo en masa a la Plaza del Pesebre, lo que da esperanza, pese al frágil alto el fuego y proporciona un impulso muy necesario a Belén.
Este año se han recuperado el portal, las luces festivas, los árboles, el mercado navideño y los espectáculos de música para niños. Parece que revive. "Todos están felices, todos salen a celebrar, sin importar su religión ni su postura, todos están aquí", explica Zoya Thalgia, residente en Belén, a Associated Press. Así fue siempre, aunque los cristianos no sean mayoría, porque el respeto confesional ha sido y es uno de los muchos valores de la ciudad y, en general, de la sociedad palestina.
La Navidad y los peregrinos religiosos siempre han sido un motor económico fundamental para Belén. Alrededor del 80% de los residentes de esta ciudaddependen de negocios relacionados con el turismo, según datos proporcionados por el Ayuntamiento y el Ministerio de Turismo de Palestina. En épocas de bonanza, sus ingresos se extienden a las comunidades de Cisjordania, un territorio ocupado por Israel desde 1967 que ha luchado durante mucho tiempo contra la pobreza.
Pero durante la ofensiva israelí de Gaza, la tasa de desempleo en la ciudad se disparó del 14% al 65%, según declaró el flamante alcalde de Belén, Maher Nicola Canawati (cristiano él mismo), a principios de este mes. Y en años anteriores, como acto de protesta, algunas iglesias crearon belenes con Jesús de niño rodeado de escombros y alambre de púas. A medida que la pobreza y el desempleo se dispararon durante la guerra, unas 4.000 personas abandonaron Belén en busca de trabajo, según el alcalde. Es parte de una tendencia preocupante para los cristianos, que están abandonando la región en masa, también en todo Oriente Medio.
A pesar del alto el fuego de la franja y del silencio internacional, las tensiones siguen siendo extremas en gran parte de Cisjordania. El Ejército israelí ha declarado que está reprimiendo a supuestos militantes de grupos armados en el territorio y realizando frecuentes incursiones. Los ataques de colonos israelíes contra palestinos en Cisjordania alcanzaron este año su nivel más alto desde que la Oficina Humanitaria de la ONU (OCHAO) comenzó a recopilar datos en 2006.
La ciudad de Belén, en particular, está rodeada por el llamado Muro del Apartheid, declarado ilegal por la justicia internacional, que la separa de gran parte de su territorio, y está casi completamente rodeada de asentamientos ilegales, crecientes, además. El acceso restringido a los lugares sagrados impiden a cristianos y musulmanes en la Palestina ocupada viajar o celebrar libremente en su propia patria. Necesitan pedir permisos a Israel para cruzar, por ejemplo, a Jerusalén (especialmente sensible en Semana Santa), que se dan a cuentagotas.
Los cristianos palestinos, la comunidad cristiana más antigua del mundo, tiene este año clavos a los que agarrarse, pero poco que celebrar. Siguen orando, siguen confiando y siguen sufriendo. No es nuevo ni empezó el 7 de octubre de 2023. Es viejo y pocos importa en la comunidad internacional que tiene en su mano la solución. Pesa el luto, aunque no aniquila la esperanza de una paz justa para siempre.
