Y España es mejor a pesar de la oposición
"La educada derecha católica ha perdido las formas. Lo grave es que se equivoca de estrategia: con ella ha logrado alimentar más a Vox".

El presidente Pedro Sánchez cumple siete años al frente del Gobierno de España. Este será uno de los ejecutivos más longevos de la historia reciente de nuestra democracia. A pesar del ruido y de la furia que emplea la oposición del PP, España cuenta con uno de los gobiernos más estables de los países de nuestro entorno. Y el único formado por una coalición de izquierdas que ha permitido mejorar la vida de la gente.
El Gobierno está llevando a cabo un proyecto de transformación de España a favor de la mayoría social. El presidente Sánchez no sólo ha revertido los recortes sociales que tanto sufrimiento generaron a la población, sino que ha reforzado el estado de bienestar, con la subida de las pensiones y del salario mínimo interprofesional, contra la precariedad laboral y a favor de la dignidad laboral y salarial y de la generación de empleo. Desde 2008, justo antes de la crisis, el número de parados en nuestro país no había sido tan bajo. Este Gobierno, definitivamente, ha puesto la economía al servicio de las personas, y no al revés, como pretenden las derechas.
España es un país compuesto y descentralizado, cuyo estado de bienestar depende en buena medida de las políticas impulsadas por las comunidades autónomas. Por eso, sería deseable que sus gobiernos asumieran su responsabilidad en el desarrollo de políticas tan esenciales como la vivienda, con más regulación, determinación y colaboración con la Administración General del Estado. Y por eso, el PP no puede huir de su obligación en la política de vivienda en la próxima Conferencia de Presidentes. Debe aparcar su sectarismo partidista, tan perjudicial para la población.
Sin embargo, a tenor de su campaña destructiva, poco se puede esperar de un partido que ha emprendido una loca carrera para adelantar a los ultras de Vox por la derecha. Feijóo, que venía a presidir el PP desde la moderación, ha optado por la descalificación continua, llamando “mafia” a este gobierno legítimo y refiriéndose al presidente como “este tío”. La educada derecha católica ha perdido las formas. Lo grave es que se equivoca de estrategia: con ella ha logrado alimentar más a Vox, hasta el punto que algunas encuestas sitúan a Santiago Abascal por encima del presidente del PP en la valoración de los líderes políticos.
Más allá de la caricatura que intenta dibujar la derecha, este Gobierno ha desterrado de sus prácticas la corrupción sistémica y las cloacas de Estado que tenían por objeto la destrucción del adversario político. Porque este Ejecutivo tiene clara la rendición de cuentas, apartando del servicio público a cualquiera que reúna sospechas de corrupción. Afortunadamente, España ha pasado página a los años infaustos de las redes corruptas en torno al PP, muchas de las cuales siguen pendientes de juicio y algunas emergen todavía con la detención de cargos como el secretario de Estado de Interior en el gobierno de Mariano Rajoy.
La apuesta de Feijóo por la agitación en la calle, la hipérbole y la descalificación no solo persigue atar su débil liderazgo en el próximo congreso del PP, ante la amenaza de líderes como Isabel Díaz Ayuso. Responde también a una frustración profunda ante su incapacidad para articular mayorías respecto a la realidad de la España plural y diversa de hoy. El ataque a las lenguas cooficiales en las instituciones europeas o los pactos con Vox para aprobar los presupuestos de distintas comunidades autónomas son un claro reflejo de este empecinamiento.
Ya que con la oposición no podemos contar para las grandes políticas de transformación, el Gobierno sigue su rumbo de prosperidad compartida para con la mayoría social. De hecho, gracias a su política, España lidera hoy el crecimiento de la Unión Europea y es un referente en la defensa de los derechos y las libertades, en cohesión social y vertebración territorial, a pesar de las dificultades que presenta el contexto global.
La ultraderecha sigue avanzando en el mundo y en Europa, pero no se la enfrenta asumiendo sus políticas, como hace hoy el PP, porque solo logra alimentarla. El nuevo autoritarismo solo se puede combatir atacando de raíz los males que acechan nuestra sociedad, transformando la frustración en esperanza, la precariedad en prosperidad, como hace este Gobierno.
El periodista Martin Wolf señala en su libro La crisis del capitalismo democrático los objetivos de toda buena política económica: seguridad, oportunidades, prosperidad y dignidad. Aquí emerge, en buena medida, el horizonte del Gobierno para completar su tarea durante los próximos años. De él depende el proyecto de una España mejor, la España de todos y todas.