En un pueblo de Italia "profesionalizan" a los jubilados en una tarea muy típica de este colectivo en España
Una actividad regulada y con vocación de servicio público.
Seguro que más de una vez te has cruzado con esa estampa inconfundible: un grupo de jubilados, manos entrelazadas a la espalda, siguiendo con minucioso interés el vaivén de una obra en la calle. Lo que parecía una costumbre entrañable, y casi una tradición urbana, ha dado un sorprendente salto en Italia, donde esa afición se ha convertido en una actividad regulada y con vocación de servicio público.
En Villasanta, un pequeño municipio lombardo de la provincia de Monza de unos 14.000 habitantes, ha lanzado un programa que incorpora a pensionados con formación técnica como voluntarios oficiales para supervisar y vigilar obras y espacios públicos del municipio. El proyecto, impulsado por el alcalde Lorenzo Galli, busca fomentar la participación ciudadana y aprovechar el talento de estos vecinos para el beneficio colectivo.
La iniciativa seleccionó ocho jubilados para estas tareas: controlarán el estado de calles, parques y carreteras, harán rondas de comprobación, y trasladarán al consistorio las anomalías que detecten. Según recoge Antena 3, la idea no es convertirlos en “sheriffs” que den órdenes a los obreros, sino aprovechar su experiencia y su presencia para reforzar la vigilancia ciudadana y acortar tiempos de respuesta ante incidencias.
No cobran sueldo
En Italia, desde hace tiempose utiliza el término ‘umarell’ para referirse de forma cariñosa a los pensionados que se agrupan frente a las obras en construcción. Ahora, algunos municipios han decidido aprovechar esa afición convirtiéndolos en supervisores oficiales. No obstante, es importante señalar que los voluntarios no cobran un sueldo, pero cuentan con cobertura y turnos organizados por el ayuntamiento.
Villasanta no es el primer municipio que aprovecha a sus mayores para labores de control civil. En 2015 el ayuntamiento de Riccione destinó 11.000 euros para contratar a jubilados que contaran camiones en las obras y vigilasen los emplazamientos cuando estaban desatendidos. La propuesta levantó tanto halagos como críticas por el uso de fondos públicos, pero dejó un precedente sobre la utilidad práctica de implicar a la población mayor en tareas de vigilancia ligera.
Por ello, algunos territorios cercanos y asociaciones del sector de construcción han mostrado interés por fórmulas parecidas. En Cremona, la patronal local de constructores también pretende incorporar jubilados para supervisar las obras. La propuesta está todavía en fases exploratorias, pero el caso de Villasanta ha acelerado el debate, convirtiéndose en un ejemplo tangible de cómo una costumbre aparentemente anecdótica puede transformarse en un recurso útil para mejorar la gestión y el control de los proyectos públicos.