Le rompen la videoconsola en un traslado de prisión: la justicia lo "sube de nivel" con 200 euros
El Tribunal Administrativo de Orleans ha reconocido el derecho de un recluso a una indemnización después de que su video consola se estropeara durante un traslado.

Cuesta imaginarlo, pero el protagonista de esta historia no ganó una partida, sino un juicio. Un preso francés logró que la justicia le diera la razón después de que su consola de videojuegos quedara dañada durante un traslado entre prisiones. No hablamos de un videojuego, sino de un fallo real, con su sentencia y su indemnización de 200 euros más intereses. “No todos los héroes llevan capa, algunos llevan un mando”, diría cualquiera que haya intentado salvar una partida.
El tribunal de Orleans resolvió el caso el 9 de septiembre, tras revisar el expediente del traslado entre el centro penitenciario de Châteaudun y el de Orléans-Saran, realizado el 23 de agosto de 2022. En el inventario de salida figuraban una consola y un mando. En el de llegada, el mando ya no aparecía, y el disco duro del aparato había sufrido daños. La administración admitió la avería y, con ello, su responsabilidad. El recluso había reclamado una compensación mucho mayor, pero el tribunal solo aceptó pagarle 200 euros. No es el botín del siglo, pero sí una pequeña victoria.
La anécdota judicial abrió una pregunta curiosa: ¿puede un preso tener una videoconsola? En Francia, la respuesta es sí, aunque con más límites que un videojuego de los noventa. La Dirección Interregional de los Servicios Penitenciarios de Dijon explicó que los reclusos pueden comprar consolas con su propio dinero, pero únicamente a través de un catálogo aprobado por el Ministerio del Interior. En ese listado no hay lugar para el lujo ni para las conexiones a Internet: sin wifi, sin streaming y, por supuesto, sin Grand Theft Auto 6.
Los juegos deben contar con autorización y las consolas se reservan para presos con condenas largas y buena conducta. En caso de sanción disciplinaria, se pierden. Así que no, el mito del preso que se pasa el día jugando a la Play no cuadra con la realidad de los centros franceses. “La cárcel no es el Club Med”, recordaron desde la administración. “Es una privación de libertad, no una privación de derechos”.
Más allá de la anécdota, el tribunal quiso dejar claro que la prisión no borra la condición humana. En palabras de un responsable penitenciario, “un detenido ocupado es un detenido menos violento”. El ocio no busca premiar al recluso, sino garantizar cierta estabilidad dentro de los muros. Algunos presos trabajan; otros, simplemente leen o ven la televisión. Tener una consola, dentro de las normas, también sirve para mantener la mente en otro lugar. “No se trata de hacer felices a los presos, sino de evitar que se vuelvan locos mirando el techo durante diez años”, añadió el funcionario.
El fallo de Orleans, descrito como “muy clásico” por el propio tribunal, no cambia la política penitenciaria francesa, pero sí recuerda algo elemental: incluso entre barrotes, los derechos existen. El recluso sigue cumpliendo condena en el centro de Orléans-Saran, y nadie sabe si ha conseguido una nueva consola desde entonces. Lo que sí ha ganado es un precedente curioso, una reparación mínima y una historia que demuestra que, al menos en Francia, la justicia también permite guardar partida.
