Lleva a su abuela centenaria a nadar al mar como último deseo: "Disfrutó de una ligereza en las piernas que llevaba mucho sin sentir"
"Su deseo era más fuerte que cualquier prejuicio expresado al hablar de una persona de 100 años".

El mar de Ostia fue testigo de una entrañable escena. Una mujer centenaria, acompañada por su nieta Valentina y su hija, cumplió un deseo que llevaba tiempo anhelando: volver a sumergirse en las aguas donde había pasado tantos veranos de juventud.
"Hoy fue un día especial para mí. Con un gesto muy pequeño, cumplí el deseo de mi amada abuela y me gustaría compartir este momento con ustedes porque con su preciosa ayuda, me ayudaron a hacerla feliz!", cuenta la nieta en una publicación Facebook, agradeciendo la participación de la comunidad que la aconsejó sobre cómo organizar esta salida.
Un sueño pendiente
La idea, cuenta Valentina, había surgido unos días antes, cuando Fiorella expresó su deseo de volver al mar: "Se me acercó y me dijo que, después de ver unos vídeos y fotos de las vacaciones de verano de sus hijas, le gustaría mucho volver a ver el mar e ir a nadar… Esto la libera del dolor en sus piernas y del peso de su edad que graba como una roca en su espalda curva. No lo pensé niun segundo".
Con la ayuda de su madre, Valentina buscó en el grupo de Facebook de Ostia un lugar adecuado y planificó la excursión antes de que terminara el verano. "Y aquí estamos, en el coche del Lido en Ostia, un lugar de infinitos recuerdos juveniles cuando la abuela lo hacía con el abuelo y las fábricas no estaban tan de moda como ahora", relata.
El destino fue el Delfino, un resort con acceso cómodo hasta la orilla: "Con su larga pasarela, nos permitió llevar a la abuela a una cómoda silla de playa junto al mar. Hoy el clima no fue el mejor, el viento y las nubes hicieron el mar oscuro y turbio, pero la abuela no se detuvo ante ningún obstáculo".
Valentina narra que su abuela "se sentó en esa silla escuchando el mar y en su silencio reflexivo habló a su alma para escucharla cuando estuviera lista". "Después de media hora en una sombra agradable, vimos que se estaba quitando el vestido floral. Debajo, un traje de baño negro, sobrio y elegante, como ella. Estaba lista para revivir una experiencia que nos parece trivial, pero que para ella significa vida, alegría, libertad, juventud. 'Estoy lista', dijo volviéndose hacia donde estábamos mi madre y yo", añade.
Contra el tiempo y las limitaciones: "Fue un ejemplo muy poderoso para mí"
A pesar de las sugerencias de un socorrista Carlo, quien ofreció una silla especial para entrar al agua o ir una zona más tranquila del mar, Fiorella decidió hacerlo sola. "No quería ayuda, ni apoyo. Quería mostrarse a sí misma que su cuerpo y su fuerza de voluntad vencieron a esa figura anagrama que se acerca implacablemente al siglo", destaca.
El agua estaba fría, casi cortante. "A mí, a mis 42 años, no me pesaba. A ella, acostumbrada al calor de casa, ¡le parecía el océano del naufragio del Titanic!", bromea. Pero eso tampoco detuvo a la anciana: "Poco a poco pasaron los primeros metros, su cuerpo se hundió en ese mar que había estado lejos de ella demasiados años. Como en un largo y reconfortante abrazo, la abuela se dejó ir flotando en el agua y disfrutando de esa ligereza en sus piernas que no sentía en mucho tiempo".
"Para mí es una emoción única. ¡El sentimiento que me transmitió su fragilidad en el agua como si fuera una niña en su primer baño y su inmensa fuerza para superar los límites dictados por su edad, fue un ejemplo muy poderoso para mí! Nunca hubo un momento en el que ella dijo 'no puedo hacerlo'. Su deseo era más fuerte que cualquier prejuicio expresado al hablar de una persona de 100 años", enfatiza orgullosa la nieta.
Para finalizar la jornada con otra sorpresa, Valentina hizo una parada en la famosa cafetería local para tomar Krapfen, aunque su abuela prefirió quedarse descansando en el coche, satisfecha: "De regreso, se durmió feliz y con un poco de azúcar en la boca… ¿Y yo? ¡Incluso más feliz que ella!".
El episodio no solo cumplió el sueño de una abuela centenaria, sino que también dejó una emotiva reflexión: "Quiero decirnos a cada uno de nosotros que nunca nos rindamos, sin importar nuestro camino ni nuestras dificultades, porque lo que realmente nos puede dar alegría son las pequeñas cosas, las experiencias que compartimos con el corazón, el amor de las personas que nos importan y la entrega generosa. Gracias a todos".
