Luz verde al plan de revelar los secretos ocultos del templo antiguo milenario mediante rayos cósmicos
Los arqueólogos saben desde hace décadas que el templo esconde sorpresas bajo su superficie.

Durante siglos, el Templo de Kukulkán ha guardado celosamente sus secretos bajo capas de piedra caliza. Ahora, un equipo internacional de arqueólogos se prepara para observar su interior de una forma nunca antes aplicada en la arquitectura mesoamericana. Según explica el medio especializado Interesting Engineering, los investigadores utilizarán una tecnología basada en partículas cósmicas para “ver” dentro del monumento sin tocarlo ni alterarlo.
El proyecto se centra en El Castillo, la imponente pirámide situada en el complejo arqueológico de Chichén Itzá, considerada una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo. Construida por los mayas entre los años 700 y 1300 de nuestra era, la estructura no es solo un icono visual, sino también un sofisticado calendario solar y un edificio con un interior mucho más complejo de lo que aparenta.
La técnica elegida se conoce como muografía. Consiste en aprovechar muones, partículas subatómicas generadas por los rayos cósmicos al interactuar con la atmósfera terrestre. Estas partículas atraviesan la piedra y permiten crear imágenes de densidad interna, algo similar a una radiografía gigante. De este modo, los científicos pueden detectar cavidades, cámaras ocultas o estructuras internas sin necesidad de excavar.
El Castillo mide aproximadamente 55 metros de largo y 30 de ancho y está formado por nueve terrazas escalonadas atravesadas por una escalinata central. Dos veces al año, durante los equinoccios de primavera y otoño, la combinación de luz y sombra crea la famosa ilusión de una serpiente descendiendo por uno de sus lados. Sin embargo, más allá de este fenómeno, los arqueólogos saben desde hace décadas que el templo esconde sorpresas bajo su superficie.
En los años treinta se descubrieron varias cámaras internas que todavía no se han estudiado en profundidad. Investigaciones posteriores confirmaron que existe otra pirámide más antigua en el interior y que todo el conjunto se alza sobre un cenote sagrado de unos 21 metros de profundidad. Para la civilización maya, estos pozos naturales eran portales al inframundo y estaban asociados a Chaac, el dios de la lluvia.
En esta nueva fase, los investigadores comenzarán analizando dos cámaras ya conocidas, conectadas por un túnel de acceso, para validar la precisión de la muografía. Si los resultados son satisfactorios, ampliarán el estudio a zonas desconocidas del subsuelo y a la estructura más antigua que se oculta bajo el templo visible.
El proyecto está liderado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México en colaboración con la Universidad Nacional Autónoma de México y varias instituciones estadounidenses. Si tiene éxito, marcará un hito en la arqueología no invasiva y podría revelar si El Castillo se levantó sobre un santuario aún más antiguo o si albergó funciones rituales o funerarias que hoy siguen siendo un misterio.
