Resuelto un antiguo problema matemático con el que se puede prevenir el caos peatonal en las ciudades
Se trata de un ángulo crítico a partir del cual el flujo de peatones se desorganiza.
Resuelto un antiguo problema matemático con el que se puede prevenir el caos peatonal en las ciudades
Se trata de un ángulo crítico a partir del cual el flujo de peatones se desorganiza.
Resuelto un antiguo problema matemático con el que se puede prevenir el caos peatonal en las ciudades
Se trata de un ángulo crítico a partir del cual el flujo de peatones se desorganiza.
Resuelto un antiguo problema matemático con el que se puede prevenir el caos peatonal en las ciudades
Se trata de un ángulo crítico a partir del cual el flujo de peatones se desorganiza.
Resuelto un antiguo problema matemático con el que se puede prevenir el caos peatonal en las ciudades
Se trata de un ángulo crítico a partir del cual el flujo de peatones se desorganiza.

Un equipo internacional de científicos ha resuelto un antiguo problema matemático que permite predecir y por tanto prevenir el colapso del orden en multitudes peatonales. El hallazgo, publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, señala que cuando los peatones se desvían más de 13 grados del flujo general de la multitud, el sistema pierde su organización espontánea.
Este ángulo crítico no es una cifra cualquiera. Se trata del umbral exacto a partir del cual los flujos peatonales, que en condiciones normales se autoorganizan en carriles de dirección opuesta, colapsan en un comportamiento desordenado.
El modelo, desarrollado por el Dr. Karol Bacik y el profesor Tim Rogers de la Universidad de Bath, combina teoría matemática, simulaciones por ordenador y experimentos con personas reales.
De las ecuaciones al asfalto
Los investigadores utilizaron ecuaciones diferenciales tipo Fokker–Planck, propias de la física de partículas, para modelar a los peatones como “partículas activas” que buscan evitar colisiones. Con ello, el objetivo predecir el comportamiento colectivo en espacios urbanos como cruces, estaciones o plazas.
A diferencia de estudios anteriores centrados en flujos bidireccionales, este modelo aborda escenarios multidireccionales, en los que cada persona tiene un ángulo distinto de desplazamiento. El resultado más relevante fue la identificación del llamado “dispersión angular crítica”, el cual se basa en que si las trayectorias de los individuos superan en promedio los 13 grados respecto al eje principal del flujo, el sistema entra en caos.
Puesto a prueba
Para validar el modelo, los investigadores realizaron 45 pruebas con 153 voluntarios en un gimnasio. A cada persona se le asignó una entrada y salida diferentes, y el único requisito era evitar chocar. Los resultados confirmaron la teoría de que cuando las trayectorias se desviaban más del umbral angular, el orden desaparecía y el avance del grupo se volvía más lento y torpe.
Los datos también revelaron que la densidad de personas influye. A muy baja densidad no hay suficiente interacción para formar carriles. A muy alta, el espacio limitado impide la organización, lo que produce el temido “atasco peatonal”. La eficiencia óptima ocurre en un rango intermedio, información valiosa para urbanistas y diseñadores de espacios públicos.
Una mejora para los espacios públicos
Más allá del hallazgo teórico, los autores destacan sus implicaciones prácticas: “Recomendamos que esta transición orden-desorden sea tenida en cuenta al diseñar espacios públicos”. Bastaría con modificar el diseño de entradas y salidas en estaciones o centros comerciales para mantener a los peatones dentro del rango angular que favorece el orden. Cambiar la orientación de un acceso o reducir la anchura de un paso podría, curiosamente, mejorar el flujo.
Esto contradice la idea común de que espacios más amplios siempre son mejores. Según los investigadores, ensanchamientos mal diseñados pueden provocar desorganización, haciendo más lento el tránsito peatonal y aumentando el riesgo de accidentes o situaciones peligrosas en eventos masivos.
Un equipo internacional de científicos ha resuelto un antiguo problema matemático que permite predecir y por tanto prevenir el colapso del orden en multitudes peatonales. El hallazgo, publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, señala que cuando los peatones se desvían más de 13 grados del flujo general de la multitud, el sistema pierde su organización espontánea.
Este ángulo crítico no es una cifra cualquiera. Se trata del umbral exacto a partir del cual los flujos peatonales, que en condiciones normales se autoorganizan en carriles de dirección opuesta, colapsan en un comportamiento desordenado.
El modelo, desarrollado por el Dr. Karol Bacik y el profesor Tim Rogers de la Universidad de Bath, combina teoría matemática, simulaciones por ordenador y experimentos con personas reales.
De las ecuaciones al asfalto
Los investigadores utilizaron ecuaciones diferenciales tipo Fokker–Planck, propias de la física de partículas, para modelar a los peatones como “partículas activas” que buscan evitar colisiones. Con ello, el objetivo predecir el comportamiento colectivo en espacios urbanos como cruces, estaciones o plazas.
A diferencia de estudios anteriores centrados en flujos bidireccionales, este modelo aborda escenarios multidireccionales, en los que cada persona tiene un ángulo distinto de desplazamiento. El resultado más relevante fue la identificación del llamado “dispersión angular crítica”, el cual se basa en que si las trayectorias de los individuos superan en promedio los 13 grados respecto al eje principal del flujo, el sistema entra en caos.
Puesto a prueba
Para validar el modelo, los investigadores realizaron 45 pruebas con 153 voluntarios en un gimnasio. A cada persona se le asignó una entrada y salida diferentes, y el único requisito era evitar chocar. Los resultados confirmaron la teoría de que cuando las trayectorias se desviaban más del umbral angular, el orden desaparecía y el avance del grupo se volvía más lento y torpe.
Los datos también revelaron que la densidad de personas influye. A muy baja densidad no hay suficiente interacción para formar carriles. A muy alta, el espacio limitado impide la organización, lo que produce el temido “atasco peatonal”. La eficiencia óptima ocurre en un rango intermedio, información valiosa para urbanistas y diseñadores de espacios públicos.
Una mejora para los espacios públicos
Más allá del hallazgo teórico, los autores destacan sus implicaciones prácticas: “Recomendamos que esta transición orden-desorden sea tenida en cuenta al diseñar espacios públicos”. Bastaría con modificar el diseño de entradas y salidas en estaciones o centros comerciales para mantener a los peatones dentro del rango angular que favorece el orden. Cambiar la orientación de un acceso o reducir la anchura de un paso podría, curiosamente, mejorar el flujo.
Esto contradice la idea común de que espacios más amplios siempre son mejores. Según los investigadores, ensanchamientos mal diseñados pueden provocar desorganización, haciendo más lento el tránsito peatonal y aumentando el riesgo de accidentes o situaciones peligrosas en eventos masivos.
Un equipo internacional de científicos ha resuelto un antiguo problema matemático que permite predecir y por tanto prevenir el colapso del orden en multitudes peatonales. El hallazgo, publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, señala que cuando los peatones se desvían más de 13 grados del flujo general de la multitud, el sistema pierde su organización espontánea.
Este ángulo crítico no es una cifra cualquiera. Se trata del umbral exacto a partir del cual los flujos peatonales, que en condiciones normales se autoorganizan en carriles de dirección opuesta, colapsan en un comportamiento desordenado.
El modelo, desarrollado por el Dr. Karol Bacik y el profesor Tim Rogers de la Universidad de Bath, combina teoría matemática, simulaciones por ordenador y experimentos con personas reales.
De las ecuaciones al asfalto
Los investigadores utilizaron ecuaciones diferenciales tipo Fokker–Planck, propias de la física de partículas, para modelar a los peatones como “partículas activas” que buscan evitar colisiones. Con ello, el objetivo predecir el comportamiento colectivo en espacios urbanos como cruces, estaciones o plazas.
A diferencia de estudios anteriores centrados en flujos bidireccionales, este modelo aborda escenarios multidireccionales, en los que cada persona tiene un ángulo distinto de desplazamiento. El resultado más relevante fue la identificación del llamado “dispersión angular crítica”, el cual se basa en que si las trayectorias de los individuos superan en promedio los 13 grados respecto al eje principal del flujo, el sistema entra en caos.
Puesto a prueba
Para validar el modelo, los investigadores realizaron 45 pruebas con 153 voluntarios en un gimnasio. A cada persona se le asignó una entrada y salida diferentes, y el único requisito era evitar chocar. Los resultados confirmaron la teoría de que cuando las trayectorias se desviaban más del umbral angular, el orden desaparecía y el avance del grupo se volvía más lento y torpe.
Los datos también revelaron que la densidad de personas influye. A muy baja densidad no hay suficiente interacción para formar carriles. A muy alta, el espacio limitado impide la organización, lo que produce el temido “atasco peatonal”. La eficiencia óptima ocurre en un rango intermedio, información valiosa para urbanistas y diseñadores de espacios públicos.
Una mejora para los espacios públicos
Más allá del hallazgo teórico, los autores destacan sus implicaciones prácticas: “Recomendamos que esta transición orden-desorden sea tenida en cuenta al diseñar espacios públicos”. Bastaría con modificar el diseño de entradas y salidas en estaciones o centros comerciales para mantener a los peatones dentro del rango angular que favorece el orden. Cambiar la orientación de un acceso o reducir la anchura de un paso podría, curiosamente, mejorar el flujo.
Esto contradice la idea común de que espacios más amplios siempre son mejores. Según los investigadores, ensanchamientos mal diseñados pueden provocar desorganización, haciendo más lento el tránsito peatonal y aumentando el riesgo de accidentes o situaciones peligrosas en eventos masivos.
Un equipo internacional de científicos ha resuelto un antiguo problema matemático que permite predecir y por tanto prevenir el colapso del orden en multitudes peatonales. El hallazgo, publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, señala que cuando los peatones se desvían más de 13 grados del flujo general de la multitud, el sistema pierde su organización espontánea.
Este ángulo crítico no es una cifra cualquiera. Se trata del umbral exacto a partir del cual los flujos peatonales, que en condiciones normales se autoorganizan en carriles de dirección opuesta, colapsan en un comportamiento desordenado.
El modelo, desarrollado por el Dr. Karol Bacik y el profesor Tim Rogers de la Universidad de Bath, combina teoría matemática, simulaciones por ordenador y experimentos con personas reales.
De las ecuaciones al asfalto
Los investigadores utilizaron ecuaciones diferenciales tipo Fokker–Planck, propias de la física de partículas, para modelar a los peatones como “partículas activas” que buscan evitar colisiones. Con ello, el objetivo predecir el comportamiento colectivo en espacios urbanos como cruces, estaciones o plazas.
A diferencia de estudios anteriores centrados en flujos bidireccionales, este modelo aborda escenarios multidireccionales, en los que cada persona tiene un ángulo distinto de desplazamiento. El resultado más relevante fue la identificación del llamado “dispersión angular crítica”, el cual se basa en que si las trayectorias de los individuos superan en promedio los 13 grados respecto al eje principal del flujo, el sistema entra en caos.
Puesto a prueba
Para validar el modelo, los investigadores realizaron 45 pruebas con 153 voluntarios en un gimnasio. A cada persona se le asignó una entrada y salida diferentes, y el único requisito era evitar chocar. Los resultados confirmaron la teoría de que cuando las trayectorias se desviaban más del umbral angular, el orden desaparecía y el avance del grupo se volvía más lento y torpe.
Los datos también revelaron que la densidad de personas influye. A muy baja densidad no hay suficiente interacción para formar carriles. A muy alta, el espacio limitado impide la organización, lo que produce el temido “atasco peatonal”. La eficiencia óptima ocurre en un rango intermedio, información valiosa para urbanistas y diseñadores de espacios públicos.
Una mejora para los espacios públicos
Más allá del hallazgo teórico, los autores destacan sus implicaciones prácticas: “Recomendamos que esta transición orden-desorden sea tenida en cuenta al diseñar espacios públicos”. Bastaría con modificar el diseño de entradas y salidas en estaciones o centros comerciales para mantener a los peatones dentro del rango angular que favorece el orden. Cambiar la orientación de un acceso o reducir la anchura de un paso podría, curiosamente, mejorar el flujo.
Esto contradice la idea común de que espacios más amplios siempre son mejores. Según los investigadores, ensanchamientos mal diseñados pueden provocar desorganización, haciendo más lento el tránsito peatonal y aumentando el riesgo de accidentes o situaciones peligrosas en eventos masivos.
Un equipo internacional de científicos ha resuelto un antiguo problema matemático que permite predecir y por tanto prevenir el colapso del orden en multitudes peatonales. El hallazgo, publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, señala que cuando los peatones se desvían más de 13 grados del flujo general de la multitud, el sistema pierde su organización espontánea.
Este ángulo crítico no es una cifra cualquiera. Se trata del umbral exacto a partir del cual los flujos peatonales, que en condiciones normales se autoorganizan en carriles de dirección opuesta, colapsan en un comportamiento desordenado.
El modelo, desarrollado por el Dr. Karol Bacik y el profesor Tim Rogers de la Universidad de Bath, combina teoría matemática, simulaciones por ordenador y experimentos con personas reales.
De las ecuaciones al asfalto
Los investigadores utilizaron ecuaciones diferenciales tipo Fokker–Planck, propias de la física de partículas, para modelar a los peatones como “partículas activas” que buscan evitar colisiones. Con ello, el objetivo predecir el comportamiento colectivo en espacios urbanos como cruces, estaciones o plazas.
A diferencia de estudios anteriores centrados en flujos bidireccionales, este modelo aborda escenarios multidireccionales, en los que cada persona tiene un ángulo distinto de desplazamiento. El resultado más relevante fue la identificación del llamado “dispersión angular crítica”, el cual se basa en que si las trayectorias de los individuos superan en promedio los 13 grados respecto al eje principal del flujo, el sistema entra en caos.
Puesto a prueba
Para validar el modelo, los investigadores realizaron 45 pruebas con 153 voluntarios en un gimnasio. A cada persona se le asignó una entrada y salida diferentes, y el único requisito era evitar chocar. Los resultados confirmaron la teoría de que cuando las trayectorias se desviaban más del umbral angular, el orden desaparecía y el avance del grupo se volvía más lento y torpe.
Los datos también revelaron que la densidad de personas influye. A muy baja densidad no hay suficiente interacción para formar carriles. A muy alta, el espacio limitado impide la organización, lo que produce el temido “atasco peatonal”. La eficiencia óptima ocurre en un rango intermedio, información valiosa para urbanistas y diseñadores de espacios públicos.
Una mejora para los espacios públicos
Más allá del hallazgo teórico, los autores destacan sus implicaciones prácticas: “Recomendamos que esta transición orden-desorden sea tenida en cuenta al diseñar espacios públicos”. Bastaría con modificar el diseño de entradas y salidas en estaciones o centros comerciales para mantener a los peatones dentro del rango angular que favorece el orden. Cambiar la orientación de un acceso o reducir la anchura de un paso podría, curiosamente, mejorar el flujo.
Esto contradice la idea común de que espacios más amplios siempre son mejores. Según los investigadores, ensanchamientos mal diseñados pueden provocar desorganización, haciendo más lento el tránsito peatonal y aumentando el riesgo de accidentes o situaciones peligrosas en eventos masivos.
