Tengo 33 años y me niego a tener móvil: soy militante de mi decisión pero no tenéis que seguirme
"No le veo el sentido", asegura, aunque es una decisión que a veces está plagada de obstáculos.

Éléna, una joven de 33 años que vive en la ciudad francesa de Orléans, ha tomado la decisión de vivir sin tener un teléfono inteligente. En pleno 2025, esto ha provocado que la mujer viva una vida cotidiana que a veces está plagada de obstáculos. "No le veo el sentido", ha afirmado al medio Franceinfo, donde asegura que nunca ha tenido un móvil.
La mujer forma parte de ese 13% de franceses que todavía se resisten a tener un smartphone, aunque a veces la vida sin él puede resultar complicada. Éléna debe adaptarse a un mundo donde el uso de estos dispositivos se ha convertido en la norma. "Año tras año, la sociedad se vuelve cada vez menos adecuada para personas como yo", señala.
Desde su llegada hace un año al Centro-Valle del Loira, Éléna también se ha enfrentado a una importante limitación. Desde 2023, es necesario tener un billete específico para poder poner la bicicleta en un tren TER en la región los fines de semana, pero las reservas sólo se pueden realizar a través de Internet. No hay posibilidad de hacerlo en la estación, en caso de última hora. Un gran inconveniente para la joven que nunca se aleja de su bicicleta.
"Me hace perder flexibilidad, tengo que planificar todo con más antelación aún", explica la mujer al medio francés. Se acabaron las salidas de última hora, al menos los fines de semana. Ella tiene que anticiparse, tener los billetes en su ordenador con suficiente antelación e imprimirlos. Y este es solo un ejemplo entre otros muchos.
La vida cotidiana de Éléna sin smartphone es sinónimo de anticipación y explicaciones. "En cuanto conozco a alguien nuevo, tengo que decirle que no tengo un smartphone. Que por tanto no sirve de nada que me envíes fotos, mensajes de texto largos o emojis... Se me satura el móvil y no puedo verlos".
Tampoco tiene redes sociales, aparte de LinkedIn, "para el trabajo". Así que no extraña desplazarse por Instagram y enviar GIFs a sus amigos o los grupos de WhatsApp. "Tenía miedo de que esto me alejara de mis amigos, pero ellos me aseguraron que lo que ellos dicen en la red no es importante y que siempre estoy al tanto de lo más importante", señala.
Lejos de su teléfono, pasa sus días leyendo, escuchando música y charlando con sus cuatro compañeros de cuarto. "Tengo suerte. Mi entorno acepta mi forma de vida. No estoy segura de que si tuviera diez años menos hubiera sido tan fácil. Ahora, tener un teléfono inteligente se ha convertido en la norma. Así que cuando creces con él, es más difícil desprenderse de él y está menos aceptado, creo", subraya.