Acude con toda la ilusión del mundo a vender una bandeja de plata de su abuela, hacen la prueba de valor y sale del tasador descolocado
“Encima que no se lo aceptó, se la rayó”

Se plantó en una tienda donde valoran joyas y objetos de segunda mano con una bandeja en las manos, convencido de que aquello podía darle un buen pellizco. Decía que era plata de la buena. Lo que parecía que iba a ser una venta en condiciones acabó por convertirse en una clase exprés de aleaciones y en un escarmiento suave, aunque público, para quien confunde alpaca con fortuna. Nada fuera de lo común en TikTok, donde las historias que empiezan con ilusión y terminan con un “pues no” vuelan solas.
El vídeo lo ha publicado Plata Hispánica, una tienda madrileña que se dedica a comprar, vender y tasar piezas de oro, plata y metales similares. En él, un chico coloca su bandejita sobre la mesa con cierto cuidado y suelta: "Te traigo esta bandejita que, bueno, es de plata”. Lo dice como quien intenta sonar humilde, pero en el fondo espera salir de allí con unos cuantos euros en el bolsillo.
La tasadora, que probablemente ha oído esa frase más veces de las que querría, no tarda en cortarle el viaje. Echa un vistazo rápido, guarda silencio unos segundos y le suelta sin rodeos: “De primeras te puedo decir que no es plata”. Él se queda callado. Quizá no se lo esperaba tan pronto. Entonces ella le muestra una marca en la base y le dice: “Mira, fíjate, aquí tenemos… pone alpaca”. Y él, confiado, responde como si acabara de demostrar su punto: “Sí, pero por eso, la alpaca es plata”.
Y ahí llega la lección básica. “No, la alpaca no es plata. Es una aleación de cobre, níquel y zinc. Antiguamente se utilizaba mucho porque parece plata, pero no lo es”, le explica con la tranquilidad de quien ha dado esa charla mil veces. Sin levantar la voz, sin perder la compostura. Ya casi ni sorprende que alguien venga pensando que ha encontrado un tesoro en el aparador de la abuela.
Por si la teoría no convence, la tasadora se pasa al terreno práctico. Golpea con una lima la bandeja y le pregunta si nota cómo resuena. Él asiente. Después saca una bandeja de plata de verdad, repite el gesto y le dice: “Vale, normalmente la plata no resuena. Va a resonar mucho menos. ¿Te has dado cuenta?”. La diferencia es evidente, y al chico se le empieza a desinflar la seguridad. “Joder, pues pensaba que era plata”, reconoce, ya con menos firmeza que al principio.
Aun así, la experta le propone hacer la prueba del ácido, para estar seguros. Raya una esquina de la base (una parte que no se ve) y aplica unas gotas. El metal reacciona al instante. “¿Ves? Si es verde, no es plata”. No hay mucho más que decir.
Como quien no quiere irse sin intentarlo, el chico lanza su última pregunta: “¿No me puedes dar nada por esto?”. Pero la respuesta es tan clara como el resto del proceso: “Nada. Lo siento mucho, pero aquí no hay nada”. Recoge la bandeja, da las gracias y se marcha. Sin dinero, con una raya en el metal y una lección que, al menos, le ha salido gratis.
Los comentarios, como era de esperar, no han tenido piedad. “Encima que no se lo aceptó, le rayó la bandeja”, soltó uno. “La alpaca no era un animal?”, preguntó otro. También hubo quien se permitió un brindis: “Si este confunde alpaca con plata, yo puedo confundir el agua con vino”. Incluso desde América Latina se sumaron al debate con un recado directo: “Creo que en Latam lo tenemos más que claro…”. Viendo el revuelo, y alguna que otra queja por el rayajo, Plata Hispánica salió a contestar. Aclararon que en Europa hay bastante confusión con ese término, y que por eso hicieron el vídeo. Y sí, admitieron que lo habitual es no rayar nada, pero si el cliente insiste, se hace la prueba del ácido, y si sigue con dudas, se tira de espectrómetro.