Lluís Montoliú: "Todavía no tenemos un buen motivo para hacer modificación genética en embriones"

Lluís Montoliú: "Todavía no tenemos un buen motivo para hacer modificación genética en embriones"

El biotecnólogo, uno de los mayores expertos en la técnica que ha revolucionado la genética, explica sus ventajas y dibuja los límites éticos de su uso.

CNB

"Estamos ante una de esas revoluciones que se ven pocas veces en una vida". Lluís Montoliú habla con voz pausada y elige cuidadosamente cada palabra, pero no puede evitar el timbre de la emoción cuando habla de la técnica CRISPR-Cas9, que ha transformado para siempre la edición genética. Montoliú, biotecnólogo del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC está muy acostumbrado a hablar de esta "tecnología": estuvo presente en sus orígenes y la utiliza cada día en su laboratorio, a la búsqueda de tratamientos para enfermedades raras relacionadas con mutaciones.

Contesta a las preguntas de El HuffPost después de dedicar buena parte de la mañana a relatar y escuchar, en una jornada organizada por Eugin, el potencial enorme que CRISPR-Cas9 tiene en el laboratorio y, tarde o temprano, en la clínica. A pesar del entusiasmo que él y el resto de ponentes han transmitido sobre la técnica, Montoliú elige un ejemplo muy prosaico para que se entienda: "Si estamos escribiendo con nuestro ordenador y colocamos una falta de ortografía o una palabra que está fuera de lugar, podemos corregirlo instantáneamente para que la frase vuelva a tener sentido. Eso es precisamente lo que hacen estas herramientas: detectan dónde está la mutación y nos permiten corregir a través de una plantilla que nosotros introducimos para mantener la secuencia intacta".

En cuatro años, hemos cambiado nuestra manera de utilizar la técnica, hemos aprendido un montón sobre ella y hay muchos grupos desarrollando mejoras constantemente. Insisto: hace cuatro años y medio, ni siquiera sabíamos que existía

Y así, con untippex genético, se pueden eliminar enfermedades. Ya existían técnicas para la modificación genética, pero ninguna había alcanzado la sencillez, la rapidez, la eficacia y la baratura de CRISPR-Cas9. Han sido muchos los científicos que han contribuido al desarrollo de la técnica, pero hay un nombre imprescindible en los comienzos: el español Francis Mojica, con el que Montoliú colaboró y colabora estrechamente. "Él fue quien nos puso tras la pista. Fue el primero en ver que las bacterias se vacunaban frente a los virus y transmitían esa vacuna a su descendencia y también quien acuñó el término que encabeza el nombre de la técnica: Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats". Repeticiones cortas de secuencias genéticas de bases.

EL LABORATORIO DE LOS RATONES-AVATAR

Los hallazgos de Mojica han puesto su nombre en las quinielas del Premio Nobel, aunque en 2017 ha vuelto a quedarse sin él. Seguirá sonando en el futuro, mientras la técnica evoluciona a un ritmo fascinante. "En cuatro años", explica Montoliú, "que es el tiempo que llevamos utilizándola, hemos cambiado nuestra manera de utilizarla, hemos aprendido un montón sobre ella y hay muchos grupos desarrollando mejoras constantemente. Insisto: hace cuatro años y medio, ni siquiera sabíamos que existía".

Ahora, sus límites son "los que imponga la imaginación de los investigadores". El laboratorio que dirige Montoliú, sin ir más lejos, hace una cosa de película: crea ratones-avatar, como en la historia de James Cameron. "En ellos reproducimos exactamente", detalla el biotecnólogo, "la mutación que hemos previamente diagnosticado en los pacientes de la enfermedad rara que investigamos, que en este caso es albinismo. Pero también estamos planteando su utilización en contrario: no sólo para insertar una mutación sino para sustituir o corregir esa mutación".

Es un paso definitivo hacia la medicina personalizada, que Lluís Montoliú explica con esperanza: "Ahora lo que hacemos es reproducir la enfermedad de un paciente con nombre y apellidos en un animal, gracias a que podemos instaurar en el genoma de ese animal exactamente la misma mutación que hemos sido capaces de detectar en el paciente. Validando un medicamento en pruebas en ese ratón, estaremos preguntándole al sistema si esa droga funciona y qué consecuencias conlleva. Si vemos que el beneficio terapéutico supera en mucho los posibles efectos no deseados, ya estaremos en disposición de empezar los ensayos clínicos".

El científico dibuja el enorme potencial que esta herramienta tiene para atajar enfermedades a niveles que ahora quizás no somos capaces de imaginar. Pero no se aleja ni un ápice de la prudencia: trabaja con enfermedades raras y es consciente del daño que pueden hacer las esperanzas frustradas. "De momento, los riesgos asociados a la utilización de las herramientas CRISPR en clínicas creo que son demasiado altos y sería irresponsable, muy poco prudente, la utilización directa", afirma taxativamente. Estos riesgos tienen que ver con la modificación de secuencias genéticas que no estaban previstas o, sobre todo, con la aparición de mutaciones. "Por eso, nuestra obligación como científicos es mejorar estas herramientas para que aumenten su eficacia y el beneficio terapéutico supere en mucho a los riesgos".

PRIMERO, LOS QUE YA ESTÁN VIVOS

CRISPR-Cas9 es una técnica de posibilidades práctica y aparentemente infinitas. Por eso Montoliú insiste en la idea de responsabilidad a la hora de hablar de los límites éticos: "Los científicos somos parte de la sociedad y lo que hay que promover es la utilización responsable de esta y de cualquier otra tecnología. Los científicos también tenemos normas y reglamentos que tenemos que cumplir. Estos reglamentos los vamos adaptando a medida que vamos descubriendo nuevas tecnologías".

Es fácil comprender a qué se refiere el investigador cuando menciona la adaptabilidad de los códigos si se compara su postura sobre la edición genética de plantas y alimentos con la utilización de la edición genética para la clínica e incluso para la modificación de embriones. Para lo primero, Montoliú, que empezó su carrera como genetista trabajando con plantas, pide una "flexibilización" de las normativas respecto a alimentos modificados genéticamente, porque son "muy estrictas" y se refieren a procedimientos que no tienen nada que ver con los que permite la técnica CRISPR-Cas9. Para lo segundo, en cambio, propone ir mucho más despacio.

Hay muchísimos beneficios en utilizar la edición genética para ayudar a los millones de pacientes de enfermedades raras; la edición genética de embriones, en cambio, solo sería útil para un reducísimo número de personas"

"Estoy convencido de que no todo lo que podemos hacer lo debemos hacer", sostiene el biotecnólogo, antes de explicar que se está promoviendo la discusión sobre los límites éticos de la técnica a nivel europeo: "Hemos propuesto la creación de un comité a nivel europeo que se dedique a establecer el diálogo necesario, no solamente entre especialistas en la torre del castillo, sino que baje a la arena e involucre a las asociaciones de pacientes, a filósofos, a psicólogos, a todo aquel responsable o profesional, e incluso a ciudadanos, que puedan tener algo que decir al respecto. Del diálogo entre todos nacerá aquello que podemos hacer o no".

Una de las cuestiones centrales en esa discusión habrá de ser la modificación genética de embriones, una esperanza para muchos, una amenaza para otros. Lluís Montoliú propone un principio rector a la hora de tratar esta cuestión y es, de nuevo, la sensatez: "Lo que hay que transmitir a la población es que hay muchos, muchísimos beneficios que se pueden obtener de la utilización de la edición genética directamente en pacientes, en personas afectadas por alguna enfermedad congénita, que hay millones de ellas, mientras que el posible beneficio resultante de la modificación genética en embriones, caso de que pudiera hacerse, solamente podría ser útil para un reducidísimo número de personas".

En definitiva, primero los vivos. Más concretamente, primero los pacientes: "Nuestra prioridad tiene que ser tratar de desarrollar tratamientos para las personas que están habitualmente afectadas por la enfermedad, no las que van a nacer. Porque para las que van a nacer ya tenemos métodos y diagnósticos genéticos preimplantacionales que permiten a las parejas decidir. Pero creo que todavía no tenemos un buen motivo para hacer modificación genética en embriones".